Cuba duele, pero cansa

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blankAlguna vez creí que la mejor manera de hacer algo para la llegada de la democracia a Cuba era mi movilización política, es decir, la mía y la de todos los cubanos de bien que ya gozábamos de esa democracia en París, Miami o Madrid.

Hoy tengo dudas. Cuba me duele, pero me hastía y me cansa. Quizás no soy un verdadero patriota, quizás no me duele tanto como creía, o quizá me agota esta lucha en la cual intentas lo que la mayoría de los de adentro no se atreven.

Es extenuante firmar documentos de condena a la dictadura, criticar cada vez que Cuba me clava un aguijón en el costado, escribir aquello que me duele de un país al que amo (o eso creía), del que vienen mis raíces, donde está la familia sobreviviendo entre la mentira y la doble moral, mientras recibes palos de propios y extraños por ser un vendepatria,porque no pienso en socialista.

Los que antes fueran amigos o colegas de profesión y compañeros de ideología ahora te ven como un incordio por decir los mismos argumentos de siempre, los mismos de antes, las que hablabas con ellos entre rondas de alcohol malo y con el temor de la autocensura. Pero a ellos les incomoda escuchar los mismos argumentos que repetían, aunque hoy desde puestos de dirección oficialista o las prebendas que de ellos se derivan.

La salida de algunos poetas e intelectuales cubanos a la Plataforma de españoles por la democratización de Cuba, con un manifiesto oficialista de defensa del régimen me hace recordar lo poco que se puede hacer desde fuera para ayudar a que la democracia sea una verdad efectiva en la isla.

Lo más perturbador es saber que algunos de los que allí están levantando la voz para defender al gobierno castrocomunista, muchos de los que desde allí firman documentos manipulados por las organizaciones de escritores y artistas, eran –y quizás nunca han dejado de serlo en su interior– muchos de los más acérrimos críticos del régimen de la isla.

Son colegas de los que sabes secretos que pondrían en peligro sus puestos o que saben de ti otros tantos secretos compartidos en oscuros sitios de la isla donde se podía conspirar sin grandes miedos entre cerveza Cristal y ron Mulata.

Últimamente estoy viendo a Cuba como un erial, un sitio agreste donde se confunden el arroz y la mala hierba, donde al que más crees de tu lado es un oportunista que en cualquier momento te mirará como un enemigo, donde a los que ayudas salen luego acobardados a gritar contra ti en las manifestaciones progubernamentales (las únicas permitidas).

Cuba duele, pero cada día me cansa más. Espero que no me canse tanto como para sentarme a descansar, porque será para siempre.

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