El narrador literario. El primer personaje

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La caracterización de los personajes es un elemento fundamental de un texto narrativo de ficción. Ahora bien, ¿cuál es el primer personaje que necesita caracterización? Contra lo que algunos creen es el narrador.

Aún cuando alguien utilice su propia vida como base de un texto literario o cuando use su experiencia, su cultura, y sus características personales para contar una historia de ficción, se está creando un personaje.

El narrador es un ser inventado, dicho en palabras de Mario Vargas Llosa:

“Un narrador es un ser hecho de palabras, no de carne y hueso como suelen ser los autores; aquél vive sólo en función de la novela que cuenta y mientras la cuenta (los confines de la ficción son los de su existencia), en tanto que el autor tiene una vida más rica y diversa, que antecede y sigue a la escritura de esa novela, y que ni siquiera mientras la está escribiendo absorbe totalmente su vivir.”

Visto así la vida del narrador es efímera, acaba con el cuento o la novela porque vive en función de ambos y del resto de los personajes. Aun cuando el narrador pasa de un texto a otro, en segundas y terceras o enésimas partes del texto original, sigue viviendo exclusivamente para esa historia, para ese momento de ficción escogido de la realidad o recreado por el autor.

Por esto es esencial hacer una efectiva caracterización del narrador. De este primer paso dependerán muchos otros detalles de nuestro relato.

Si se realiza una abstracción por un momento y se imagina que El tambor de Hojalata, Trópico de Cáncer o El guardián entre el centeno no estuviesen contados con el tono irónico que emplean sus tres narradores las obras serían diferentes.

Probablemente no llegaría a nosotros la fuerte crítica que está latente en las tres novelas. Günter Grass, Henry Miller y Jerome David Sallinger, concibieron que el fuerte contraste de los hechos que les suceden a sus personajes con la mirada cáustica que cada uno imprime a ellos es una manera de resaltar el entorno que los rodea sin necesidad de dramatizar sobre ello.

Todo lo contrario hicieron Tolstoi, en La Guerra y la paz, o Víctor Hugo en Los miserables, y por lo mismo es difícil imaginar otra forma en que los narradores de sus historias hacen llegar el dramatismo de una guerra al lector.

Igualmente son interesantes los narradores que utilizan Alice Walker en El color púrpura y John Boyne en El niño del pijama de rayas, aun cuando se resiente un poco la credibilidad del segundo. En ambos la ingenuidad de los personajes marca un fuerte contraste con la crudeza de las historias que cuentan haciendo aún más reflexivos los argumentos de sus novelas.

Estos ejemplos demuestran que es fundamental hacer un análisis objetivo de la forma en que se caracteriza al narrador de la obra narrativa de ficción porque influye en la credibilidad y verosimilitud de la historia que se cuenta.

 

Más en: Cómo se escribe una novela. Técnicas de la ficción narrativa

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