El Narrador literario. Narrador ambiguo

Para identificar el uso del narrador ambiguo debemos igualmente (ya debe cansar que te lo repita si leíste los textos anteriores sobre el narrado) fijarnos en la persona gramatical escogida por el autor. Aquí nos percataremos, en una sencilla lectura inicial, que se trata de la segunda persona (Tú).

Su utilización en la literatura es muy reciente, quizás por lo difícil de su aplicación y por la ambigüedad que lleva implícita. Hay que tener en cuenta que cuando se escribe con la segunda persona gramatical en singular se tiende a repetir en exceso los pronombres tu y te, además de las formas verbales terminadas en te (llevaste, acabaste).

Me sigo tomando la atribución de asesinar otra vez el fragmento de Un señor muy viejo con unas alas enormes, de Gabriel García Márquez:

 Asustado por aquella pesadilla, corriste () en busca de Elisenda, (tu) mujer, que estaba poniéndole compresas al niño enfermo, y la llevaste () hasta el fondo del patio. Ambos (Ustedes) observaron el cuerpo caído con un callado estupor. (…) Tanto lo observaron, (Ustedes) y con tanta atención, que se sobrepusieron (Ustedes) muy pronto del asombro y acabaron (Ustedes) por encontrarlo familiar.

Cuando leemos un texto escrito en segunda persona no es tan sencillo ubicar en qué lugar del espacio narrativo se encuentra ubicado el narrador. A veces funciona como una conciencia del personaje pero en otras es casi un narrador omnisciente con un poder tan autoritario sobre los personajes que puede saber sus acciones y motivaciones pasadas y presentes e, incluso, predecir las futuras.

Ahora bien, es necesario, antes de exponer algunos ejemplos, no confundir el narrador ambiguo con un narrador omnisciente o personaje que se dirige al lector. Yo, como autor, tengo varias posibilidades de establecer la relación entre el narrador, el personaje y el lector. Puedo decidir que mi narrador contará la historia dirigiéndose a diferentes oyentes: al lector, a otro personaje o a sí mismo. Esta es una convención literaria que debe tener en cuenta todo escritor. Cuando un personaje se dirige al lector lo trata en segunda persona (tú o ustedes) pero no está utilizando el narrador ambiguo:

Relájese. Concéntrese. Aleje cualquier pensamiento. Deje que se diluya el mundo que le rodea. Es mejor que cierre la puerta; siempre hay un televisor encendido en el cuarto del lado.

En este fragmento de Si una noche de invierno un viajero de Italo Calvino, la persona gramatical es exactamente la segunda del singular pero no es un narrador ambiguo quien cuenta la historia sino un narrador personaje o testigo que trata íntimamente al lector otorgándole quizás actitudes y hechos que el lector puede haber asumido antes de comenzar a leer. Se aprecia mejor cuando se pone la frase completa en su contexto.

El narrador ambiguo es casi invisible en una historia; no es posible precisar efectivamente su posición respecto a ella. Puede aparecer como un ser prepotente e imperativo, casi como un Dios ajeno a los personajes –o por encima de ellos– porque no participa en la acción, pero a la vez tan omnisapiente que parece gobernar sus acciones y pensamientos, incluso aún más que con el narrador omnisciente tradicional.

Otras veces se acerca tanto a uno de esos personajes que se confunde con sus pensamientos, como una especie de conciencia que le llama la atención sobre sus deseos o actitudes. Seguramente le ha sucedido a usted que, estando solo en una habitación, se haya puesto a pensar sobre una actitud determinada: «Hoy metiste la pata al contestarle así a tu pareja». Así funciona el narrador ambiguo cuando se acerca a uno de estos personajes.

Otro ejemplo demostrativo y genialmente utilizado de este tipo de punto de vista espacial es el escogido por Carlos Fuentes en su novela La muerte de Artemio Cruz:

Tú, ayer, hiciste lo mismo de todos los días. No sabes si vale la pena recordarlo. Sólo quisieras recordar, recostado allí, en la penumbra de tu recámara, lo que va a suceder: no quieres prever lo que ya sucedió. En tu penumbra, los ojos ven hacia adelante, no saben adivinar el pasado.

 

Más en: Cómo se escribe una novela. Técnicas de la ficción narrativa

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