Entre Les Murs. O la verdadera vocación

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blankEncontrar nuestra vocación es una prolongada y sinuosa avenida que todos atravesamos y que algunos terminan de recorrer sin resultados. A veces incluso creemos que la búsqueda ha terminado cuando sólo ha empezado o estamos a mitad de camino.

La vocación es lo que nos hace decidir si vale la pena un proyecto de vida sobre otros, es la que nos hace cambiar una vida segura por otra de inseguridades pero que nos hace más felices; felices porque hacemos aquello que nos gusta, y lo seguimos haciendo contra viento y marea, contra el criterio de cientos de hormigas que como en la fábula pretenden que dejemos nuestra labor de cigarras; pero nosotros seguimos aunque nos traiga momentos de agobios y estrecheces.

Es quizás la vocación lo que gobierna el entusiasmo con que se centra el profesor de la película francesa Entre les murs (mal presentada en español, según mi criterio, como La clase). Un profesor interpretado con maestría por François Bégaudeau y de verdadera vocación para el magisterio, que es capaz de sacar lo mejor de cada persona, de hurgar en el interior de las personas, como Sócrates, hasta hacerte descubrir que tenías algo en ti que no sabías.

Esta película es otra de esas obras maestras con la que cada cierto tiempo nos viene regalando Laurent Cantent. También director de Recursos humanos (Ressources humaines) o El empleo del tiempo (L’emploi du temps), Cantent nos ha venido demostrando su interés por los problemas de la sociedad moderna, aquellos aspectos más interiores y menos llamativos pero no por ello menos sórdidos o graves.

En este filme, Cantent recuerda los mejores cuentos de Chéjov. Nos presenta una escena de la vida de una clase francesa; una simple escena, un momento entre tantos que parece no tener principio ni fin porque sabemos que luego vendrán más momentos como este. Aquí nos retrata el director una clase de alguna escuela que puede ser el ejemplo de la de cualquier clase europea. Como en Chéjov, es una escena aséptica, sin tomar partidos ideológicos ni partidistas. Sólo un trozo de la vida al que asistimos con perplejidad y curiosidad.

Asistimos en esta cuatro paredes a disímiles, personalidades, culturas y las virtudes o prejuicios que con ella viene asociadas: desde la disciplina casi ofensiva de una familia China, tan acostumbrada a la falta de libertad del comunismo, hasta la rebeldía de un caribeño o un maliense, o los conflictos entre países trasladados al fútbol.

Hay momentos de auténtica reflexión, como cuando los profesores discuten la posible expulsión del país de la madre de Wei que termina con todos ellos brindando con champán por el embarazo de una de las profesoras. La técnica de los vasos comunicantes aquí nos hace ser mucho más conscientes de las desigualdades y los problemas que se viven en el tercer mundo respecto al primero.

Y no deja der ser llamativa otra escena de la diversidad y los problemas que con ella viene asociada, cuando se realiza un consejo escolar donde se discute un problema disciplinario de uno de los alumnos, y a la que los profesores se ven enfrentados a la situación de que la madre del alumno no conoce el francés y tienen que confiar en la traducción del propio alumno (Soleymane) al que se juzga.

En resumen Entre les murs es otra de esas películas francesas de indudable calidad que cualquier persona preocupada por la sociedad o el ser humano en la actualidad debería ver. Eso sí, que nunca olvide que el conflicto presentado es universal.

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