Explicaciones para mi amada (im)posible

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blankSé que estás ahí, en ese sitio que no he explorado porque la vida hace estos juegos de desviarnos un poco de aquello que más se anhela, quizás para ponernos a prueba, para obligarnos a luchar por lo que más queremos, como en aquella fábula de que antes éramos uno pero Dios se encargó de separarnos para que nos buscáramos, o para demostrar que la perfección tenemos que buscarla de otra manera, o para hacernos conscientes de que esa perfección no existe, por más que sigamos buscándola.

Sé que, con perfección o sin ella, puedo alcanzarte. Que no es un sueño imposible imaginarte despertar a mi lado en las mañanas con el canto de aves desconocidas en la ventana; y si no hay, sustituirlas con sonidos de mar, tonadillas desconocidas para la meditación o simplemente nuestros alientos ya calmados luego de una noche agitada.

En esas mañanas puedo dejar que el dorso de mi mano se deleite en el roce delicioso, pero aún borrascoso, de tu piel, y que mis labios se embrujen con lo más recóndito de tus sortilegios; no es sueño inverosímil tomarnos un café, un chocolate o un té, caminar bajo el sol de las mañanas por un parque y reírnos de las cosas bellas de la vida, o compartir las tristezas que entre los dos sorteamos sin dificultad.

Sé que tengo sueños que tú me contarás en las mañanas y que tú tienes otros que yo soñaré por mi cuenta. Sueños que serán uno, dos o miles, pero siempre uno nos guiará por el camino que ambos conocemos, ese que tú anhelas como yo, pero de otra manera.

Sé que habrá libertad para que yo pueda buscar la inmortalidad que me dejó mi madre, esa inmortalidad que para ti es motivo de admiración, y de aliento. Sé que tendrás libertad para dejarte llevar a sitios de tu interior donde yo no podré entrar, haré lo que me permitas para romper esa cerradura, pero deberás mantenerla sitiada, lejos de mí; no tanto que sea inalcanzable, aunque sí lo suficiente para que ser misterio que me obligue a indagarte cada día.

Sé que siempre hablaré de ti con la admiración con que te sueño. Te admiro por ser tú, con fuerza indomable para perdonar, con ternura infinita para castigar, con ese poderío arrollador para buscar puertas en un muro donde los demás se sientan a esperar que alguien abra desde otro lado.

Sé que compartiremos al volver a la cama una sonata de Mozart o Chopin, y un libro de poemas de Kavafis o Neruda, o una tragedia de Shakespeare de amores (im)posibles en la mesilla de noche. Y volveríamos a hacer uno de dos, volveríamos a morir un poquito como cada noche piel contra piel, dejando un solo sudor sobre la sábana.

Disfrutaremos de aquel capítulo de la memorable serie Six Feet Under donde un hombre que tiene una enfermedad incurable pide salvación a una mujer que ejerce de pastora de un templo judío:

 

–Si es lo que necesitas hacer, sálvame –dice el hombre.

–Es algo muy bueno que tengas a alguien. Si hay algo que te salvará, será eso.

–¿Sí? –dice el hombre recordando su enfermedad–. No le he contado lo de mi cabeza.

–¿Cómo puedes ocultarle algo así a tu alma gemela?

–Ni siquiera sé si es mi alma gemela.

–Entiendo. No es tu alma gemela, pero te casarás con ella… Si no, ¿qué haré?  …porque no tienes nada mejor que hacer. Genial. Suena bien –dice en tono irónico la mujer.

–Oye, ni siquiera sé qué es un alma gemela. ¿Y tú?

La mujer piensa un momento y responde:

–La persona que te hace ser tú mismo lo más que se puede. Quizá tu alma gemela… sea la persona… que impulsa tu alma a crecer lo más posible.

 

Es lo que quizás me ata a ti, amada (im)posible, la idea de que contigo soy yo, contigo se completa esa fuerza que me obliga a la inmortalidad. Contigo el mundo es menos inexplorado, con tu fuerza se completa el universo que se encuentra al alcance de la mano, pero sin ti está lejos como el otro lado del agujero negro.

Donde quiera que estés, ¿te decidirás alguna vez a salir del encierro y me dejarás ser el alma gemela? Te estoy esperando. Lo sabes.

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