Los fantasmas cubanos

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Los nombres de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque seguramente resultaban desconocidos para muchos occidentales hasta que hace unos días fueron removidos de sus cargos como secretario del Consejo de Ministros y titular de Asuntos Exteriores de Cuba, respectivamente. Al principio la noticia resultó contradictoria porque no encajaba en la supuesta renovación que llevaba a cabo Raúl Castro dentro de la isla para un cambio de tercio en la política cubana. Luego se supo que Fidel Castro, o el que escribe por él en el órgano de prensa del Partido Comunista cubano y principal periódico oficialista, negaba haber nombrado a los cargos ahora destituidos por razones tan pedestres como que “La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno. El enemigo externo se llenó de ilusiones con ellos.”

No haré un panegírico de los destituidos. Carlos Lage, si bien era una especie de burócrata sin poder real dentro de la dictadura, estaba dentro de ella defendiendo sus posturas en el plano internacional. Pérez Roque es el clásico “guataca”, que en España, llaman “pelota”. Es decir el tipo del “tráeme acá esto y aquello” que se encarga de ensalzar al poder de turno con la defensa de cualquier discurso que le pongan delante. No debemos olvidar el día que a Castro le dio un desmayo en público, fue Pérez Roque quien se dirigió a las masas enfervorecidas para aplacarlas sin olvidar de gritar las consabidas consignas aunque con un elemento nuevo: gritar Viva Raúl Castro antes que Fidel Castro.

Sin embargo, es importante repensar un poco en los motivos que han provocado la defenestración pública de ambos líderes. ¿Qué delito habrán cometido?

Probablemente ellos mismos no lo sepan. En Cuba existe una norma que se convierte en filosofía callejera a través de: “todo sube y baja”. No es necesario cometer delito ni inconveniencia alguna para caer en las listas negras del régimen cubano.

El delito cometido por ambos para el régimen cubano, como el anterior titular de Asuntos Exteriores, Roberto Robaina y otros líderes con cargos de menor responsabilidad en la isla es caer bien a gente inadecuada, unas veces defienden los intereses de gente sospechosa a quienes representan desde un organismo público al que supuestamente llegaron en principio para defender al régimen, otras dejarse admirar por ese gran enemigo del régimen de la isla: la opinión pública libre del mundo occidental.

Los escritores y artistas que nos exiliamos de la isla desaparecemos de las webs y bases de datos de la isla. En el primer diccionario de escritores que se publicó en la isla desapareció inexplicablemente el tercer escritor cubano ganador del premio Cervantes de literatura: Guillermo Cabrera Infante. Al blog de Yoani Sánchez, probablemente uno de los blogs más importantes del momento, no se accede desde Cuba, y por lo que parece tampoco ahora desde el exterior de la isla. Son los muertos-vivos, los zombies, los fantasmas. Y los menciono a modo de ejemplos a voleo que me vienen a la memoria.

Cualquiera que conozca o haya vivido el estado de miedo que tiene el cubano de la calle a decir las cosas que cree, sabe que Pérez Roque (el perfecto pelota-guataca) y Carlos Lage (el burócrata que calla y otorga) saben perfectamente cómo funciona el sistema como para dejarse caer en la tentación de ambicionar más poder o cometer errores tan estúpidos como adelantarse a una posible transición, como se ha insinuado desde medios occidentales. El único delito es el que ya he dicho: ser ampliamente aceptados por tirios y troyanos, cubanos de Cuba y cubanos razonables de fuera, régimen de la isla y opinión pública occidental. Sus valores más apreciables los hacen caer, es la realidad de la dictadura. Ni más ni menos.

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