Matar moscas a cañonazos

blankLa extraña situación de Honduras con un golpe de estado para evitar otro golpe de estado se ha envenenado ideológicamente en los debates de una manera tan burda que ya es una parodia de sí misma.

Pensábamos que las asonadas militares habían quedado en los 80, que ya no había posibilidades reales para un ejército entrando a un palacio de gobierno en América. Pero he aquí que nuestra América no nos iba a defraudar.

Me sorprende escuchar y leer muchos de los comentarios sobre el tema. Hay quienes con buena o mala intención intentan encauzar el tema de la discusión únicamente sobre el golpe pero olvidan o quieren olvidar las causas del mismo.

Tan burdo puede llegar a ser que ahora existe una ola de simpatías hacia Manuel Zelaya que empequeñece el origen de esta situación. La brecha antidemocrática que abrió el presidente hondureño ha quedado en segundo plano por la brecha antidemocrática que ha cometido el ejército contra el presidente hondureño.

El debate tiene que ser completamente objetivo. Ni se puede apoyar un golpe de estado contra una democracia ni se puede esconder cuando un presidente elegido legalmente intenta violentar las normas democráticas de un país.

Mal que le pese, Zelaya no puede regresar a gobernar Honduras. ¿Cómo se puede gobernar con el resto de las instituciones democráticas en contra? Su objetivo de perpetuarse en el poder a golpe de violentar la democracia hondureña, sin el respaldo del resto de los poderes que declararon antidemocrática su consulta, no puede ser considerado, como he escuchado a muchos defender, una ampliación de la democracia del país centroamericano. ¡No, y no! Es inaceptable entrar en ese juego ideológico. Si el ejecutivo de un país intenta saltarse las reglas democráticas es obligatorio, pero harto espinoso, exigirle al resto de las instituciones del Estado que respeten las mismas reglas, sea el ejecutivo del color ideológico que sea.

Por desgracia las asonadas militares se sabe como empiezan, pero nunca como terminan. El término adecuado para la situación sería: «matar moscas a cañonazos».

El gran dilema es si el ejército volverá a los cuarteles y respetará al resto de los poderes democráticos o impondrá un candidato títere que enmascare una nueva dictadura en América.
Si mañana el poder judicial hondureño ordena al ejército su reclusión en los cuarteles, se crea una junta de gobierno temporal y se convocan nuevas elecciones en Honduras que permita la restauración del poder ejecutivo, el argumento de que lo que sucede en Honduras es un golpe de estado quedará sin asideros. Y por mi parte odio profundamente al castrismo, al chavismo y sus periferias, pero me preocupa demasiado (diría que aún más que el chavismo y el castrismo) el papel de un ejército que no esté sometido a los poderes públicos. Entre otras cosas porque castrismo y chavismo son precisamente eso mismo: un ejército crecido y por encima de las leyes democráticas. Y no olvidemos que en España, un país democrático fuera de toda duda, el ejército puede intervenir militarmente, bajo el amparo de la ley, cualquier región que intente contravenir la constitución. ¿Qué diría la Comunidad Internacional si eso sucediera?

Es importante que analicemos las cosas con su justa objetividad y no nos dejemos arrastrar por el surrealismo de escuchar a Raúl Castro pidiendo respeto a la democracia en Honduras o Hugo Chávez la no intervención en los asuntos internos de Honduras. Ver para creer.

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