Ni un día sin Bob Esponja

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blankEn España están necesitados de esperanzas, la que sea, la que venga de dónde y cómo sea. Es un sentimiento antiguo. Todos necesitamos que nos aúpen un poquito y nos metan algo de brisa por la espalda. Aunque actualmente está reforzado por la crisis.

Ha sido siempre igual. Como aquella frase de tropezar dos veces con la misma piedra, ya vivimos (vivieron nuestros abuelos, bisabuelos y otros previamente) esto antes, sabemos dónde está el problema y sabemos que cuando todo pase, no lo solucionaremos del todo y volveremos alguna vez en el futuro (nuestro hijos, nietos y otros posteriormente) a vivir lo mismo.

¿No hay esperanza entonces?

Recuerdo que allí de donde vengo la esperanza era diaria. En una isla del caribe donde a las llagas del tercer mundo se unen las del socialismo, Guillén –el otro– rezó a la del Cobre:

Virgen de la Caridad
que desde un peñón de cobre
esperanza das al pobre
y al rico seguridad,
¡oh madre!, siempre creí,
Por eso pido de ti
que si esa bondad me alcanza
des al rico la esperanza,
la seguridad a mí.

Cuando no hay seguridad la esperanza es el mejor alimento. Me escuecen los amargados que intentan desacreditar a los que sí vivimos creyendo que existe un mejor futuro. A los que tenemos la certeza de que todo este revuelo de crisis, sinsabores, inestabilidades y sensación de corrupción generalizada terminará.

Hay una publicidad de una bebida famosa de color oscuro que empieza por Coca y termina en Cola (no quiero hacer publicidad), donde aparecen varios cortes de noticiarios y diarios donde todo son malas noticias (la prima de riesgo por las nubes, el paro subiendo, el futuro es impredecible, caos financiero). Termina el corto con varias personas que rompen los diarios con las malas noticias y saltan otras buenas donde los protagonistas son los ciudadanos.

Y es un ciudadano (Emilio, el barrendero animador de los niños) quien me saca las lágrimas en las noticias. Porque sí, porque me alegra saber que hay personas que se toman su tiempo en un día de trabajo para levantar la vista, y a las puertas de un colegio español, cantan y ríen con los niños en el recreo.

Existe (existimos, perdonen que me incluya) gente así, que en medio de sus problemas, sacan un tiempo de su vida para hacer algo por otros sin ganar nada a cambio más que la satisfacción de ver la sonrisa fuera de sí mismos. Hay gente que, por más que los tilden de insensatos, sacrifican algo de sí mismos porque se sienten a gusto llevando felicidad a desconocidos. Por suerte existen estos locos (que nadie entiende) que paran un momento de barrer la calle para cantar el tema de Bob Esponja a unos niños que se lo piden.

La crisis sigue ahí, no podemos darle la espalda, si no más bien desafiarla de cara. Y la alegría es, para muchos, temporal, no resuelve los problemas que tienen los que en ese breve momento sonríen, pero durante ese pedacito de día, durante esos breves segundos de pequeña felicidad transportada, puede que alguien encuentre la solución que antes, en medio de su desesperanza, era incapaz de ver por sí mismo.

¡Que digan lo que quieran los angustiados! Que haya muchos locos, que nazcan muchos soñadores, que existan barrenderos que canten alegrando vidas, lo importante es que no pase un día sin alegría. ¡Qué le den a la crisis!

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