Obama y el embargo a Cuba

blankAhora que Obama ha suprimido las restricciones impuestas por el anterior gobierno norteamericano, cobra vigencia el artículo que escribí en su momento sobre este tema. Es simplemente un recordatorio de aquellos argumentos que expuse entonces y mantienen su validez.

Es proverbial el chovinismo del discurso de los cubanos. Para ellos Cuba es geográficamente pequeña, pero inmensa en principios, nadie los oprime, esquiva o les enseña nada porque allí se gesta casi todo lo bueno. El mundo fija su atención -casi se postra de rodillas- en la isla: es un ejemplo universal, tiene mucho que enseñarle al mundo y si no sale más en la prensa internacional es porque les molesta el socialismo que deja en evidencias al resto del universo que no lo es. Cuba como el centro del mundo:Cubacentrismo, Cubaizquierdismo, Cubabobismo.

Ahora el Cubabobismo fija su atención en un negro de una casa blanca. Ya tuvo Cuba su presidente negro -o casi negro, como Obama- en Batista, el primero, el avalado por las urnas -¡vaya, como Obama!- cuando la segregación racial era legal en el vecino de arriba. Quiere, cree y exige la isla que el elegido levante el embargo -por allá lo llaman bloqueo, pero no hagamos lo mismo mientras no veamos a los barcos de guerra apuntando a La Habana- y contaminan el discurso a muchos cubabobistas del primer mundo que ya están en las pasarelas de moda del mundo progresista pidiendo lo mismo desde sus prensas libres.

Lo primero que deberían preguntarse es si el embargo es cosa del que llega. Pedirle al presidente de la nación que se arroga el derecho de defender la libertad del mundo que acabe con el embargo a una dictadura en sus narices es como pedirle al olmo, además de lo usual, patatas. A mediados de su mandato, Clinton, el anterior demócrata, intentó abrir las puertas al gobierno de la isla que respondió asesinando a ciudadanos americanos de origen cubano de la ONG Hermanos al rescate que realizaban labores humanitarias en aguas internacionales. La apertura de puertas terminó en apertura de piernas con cuatro cadáveres más en la lista de las injusticias del gobierno cubano.

Y es que los Castro y sus defensores no podrán justificar el hambre y la ausencia de libertades cuando no exista el embargo. Las fuerzas de poder y la opinión pública dentro de los Estados Unidos juegan aquí un inigualable papel. Si antes Clinton tuvo que cerrar las piernas, ¿qué le hace pensar al cubabobismo mundial que ahora no sería igual? Obama, para lograr levantar el embargo a la isla, debe presentar un proyecto que convenza a sus allegados y luego a los menos allegados y a los contrincantes del congreso y el senado. Y ya sabemos cómo se las gastan los políticos norteamericanos cuando de ganarse la aprobación de sus votantes se refiere que no dan su conformidad ni a las iniciativas de su propio partido.

Hay que reconocer que el peso de los cubanos contrarios al fin del embargo en Estados Unidos ha disminuido. Repasando el voto cubanoamericano de las elecciones norteamericanas nos sorprendemos que los hijos de los que un día dejaron la isla -los que han nacido en USA y no arrastran la nostalgia de la tierra abandonada ni los embarazos ideológicos (justificados además) de sus padres- votaron en masa por el candidato demócrata, rompiendo años de tendencia republicana entre la comunidad cubana. Pero el peso político y económico de los otros aún decide sobre cuestiones de la isla. Barack Obama, según se podría entender de sus discursos, intentará convencer a unos y contentar a otros no levantando el embargo y sí aliviando las restricciones sobre las visitas y las remesas de dinero de familiares a Cuba; paños calientes para quitar una fiebre momentánea pero no eliminan la enfermedad.

Es una lástima no mandar al pozo de las cosas olvidadas a una institución tan inútil e ineficiente. Le quitaríamos al gobierno cubano el único argumento internacional para seguir oprimiendo al isleño. El embargo es simbólico. Las cifras millonarias que se manejan como pérdidas económicas de Cuba por culpa de esta memez del embargo quedan en entredicho cuando se sabe que la isla comercia libremente con más de 80 naciones del mundo y que el tercer socio comercial de la isla (y primero en alimentos y medicinas) es el propio vecino del norte.

Quien realmente puede manejar cifras de lo que ha perdido por enclaustrarse comercialmente es Estados Unidos, cuyas empresas consideran a la isla uno de los mercados más interesantes en expansión pero las leyes de su gobierno les limita el vuelo mientras las empresas de otras naciones ocupan posiciones preferentes. En esto hay que reconocer la capacidad de paciencia de la política norteamericana que se sabe el centro de la zona geopolítica donde está la isla. Como esperando a que madure la fruta, vaya.

En la Cuba de mañana, con una economía liberal -o algo cercano- un fabricante de zapatos no buscará materia prima y posible expansión de su mercado en Europa o Asia sino en el país rico más cercano. Las 90 millas a las que se encuentra el mercado norteamericano son difíciles de superar. Por eso, entre otras razones, una invasión de Estados Unidos a la isla está descartada. Ya estarás a mis pies -dirían los progres que dirían los americanos-; ya estarás de mi lado -diremos los liberales que dirían los americanos. En cualquiera de los supuestos el embargo no es cosa del que llega. Es un muro simbólico y agujereado contra una dictadura que vela porque no caiga ese muro. Lástima que no sea posible, por deseo expreso de ambas partes, inundar Cuba con productos capitalistas norteamericanos; sería la mejor cura contra el Cubabobismo.

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