Algo más sobre el narrador omnisciente limitado. Flaubert y Joyce
H. G. Quintana | noviembre 22, 2010
Flaubert creía que el autor debe estar presente en todo momento de la novela pero debe pasar inadvertido para el lector. Por ello intenta esconder sus propias opiniones sobre los personajes y todo lo analiza y lo enjuicia por los ojos y las mentes de cada uno de ellos. Para ello arriesgó esta hazaña narrativa que aún hoy es motivo de estudio.
El narrador en Madame Bovary comienza siendo una primera persona con la peculiaridad de que no es la tradicional del singular sino en plural (nosotros). Las negritas no están en el texto original:
Estábamos en el estudio cuando entró el director, y tras él, un nuevo, vestido éste de paisano, y un celador cargado con un pupitre. (…) El director nos indicó que nos sentáramos; después, dirigiéndose al maestro de estudios, le dijo a media voz:
—Monsieur Roger, le recomiendo a este alumno.
Sin embargo apenas tres páginas después el narrador hace una última alusión a esa primera persona:
Por la noche, a la hora del estudio, sacó sus manguitos del pupitre, puso en orden sus cosas y, con mucho cuidado, tiró las rayas en el papel. Lo vimos trabajar a conciencia, buscando todas las palabras en el diccionario y esforzándose muchísimo.
Luego el narrador se afana en presentarnos el pasado de este muchacho, y ya no tenemos alusión alguna a esa primera persona en toda la novela, pues advertimos que el narrador se mantendrá siendo en lo adelante un omnisciente limitado que es mucho más objetivo que el tradicionalmente usado hasta ese entonces.
¿Por qué Flaubert habrá intentado este ardid? Quizás porque le interesaba que el lector asimilara sin reparos el tono irónico que mantiene durante toda la novela; tono del que no estaría satisfecho si lo hubiese mantenido un narrador subjetivo que se introdujera y opinara en todos los pasajes de la novela.
El narrador omnisciente limitado puede llegar a ser restringido para explorar otras posibilidades narrativas porque al estar obligados como lectores a sondear el pensamiento de un solo personaje, la historia puede resultar monótona.
Sin embargo Flaubert hace que su narrador mezcle su punto de vista con el de los demás personajes. Cuando está junto a Emma, vemos al resto de los personajes, el entorno, y conocemos las opiniones de Emma. Sin embargo hay momentos en que el narrador se aleja de Emma y se mantiene por encima de los personajes o se coloca cerca de alguno de ellos, lo que permite mirar a Emma desde cierta distancia narrativa.
A grandes rasgos el narrador posee una omnisciencia limitada a la mente de los personajes; sabe y ve lo que ellos saben y ven. No es posible que el narrador exprese, por ejemplo, lo que hablan sobre el personaje en su trabajo sin que el esté presente en ese momento –quizás lo pueda imaginar– o lo que se dice en la habitación contigua porque su campo sensorial está junto a éste y limitado a él. Es como si el propio personaje contara su historia pero no en primera persona sino en tercera.
Este tipo de narrador permite una mayor identificación del narrador con el personaje, está tan cerca de su mente que llega a ser casi como él. Esto hace que la historia sea mucho más dramática porque logra concentrar y unificar las acciones emotivas. No hay posibilidad de que los juicios de valor puedan ser tomados como intromisiones del narrador porque son los juicios del personaje y no del autor. Por tanto son también parte de la historia y condicionan su devenir.
Es además el método idóneo para sortear las dificultades que presenta un argumento que no sea totalmente consistente; el punto de vista de un personaje puede aportarle coherencia a la historia.
Una bildungsroman o novela de iniciación como Retrato del artista adolescente de James Joyce, está escrita sobre la base de este tipo de narrador. Desde el inicio accedemos a la infancia de Stephen Dédalus y todo lo referente a su propia visión y entorno; el punto de vista no se pierde en toda la novela.
Allá en otros tiempos (y bien buenos tiempos que eran), había una vez una vaquita (¡mu!) que iba por un caminito. Y esta vaquita que iba por un caminito se encontró un niñín muy guapín, al cual le llamaban el nene de la casa…
Éste era el cuento que le contaba su padre. Su padre le miraba a través de un cristal: tenía la cara peluda.
Él era el nene de la casa. La vaquita venía por el caminito donde vivía Betty Byrne: Betty Byrne vendía trenzas de azúcar al limón.
Ay, las flores de las rosas silvestres
En el pradecito verde.
Ésta era la canción que cantaba. Era su canción.
Es la narración de una infancia desde la mente del niño que la vive a través de una canción infantil. Lo interesante es que a medida que este niño crece y toma conciencia de su misión en el mundo, va creciendo también el lenguaje del narrador lo que hace aún más interesante el uso del punto de vista.
Más en: Cómo se escribe una novela. Técnicas de la ficción narrativa
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