Creación de un conflicto enfrentando métodos de presentación de personajes
H. G. Quintana | octubre 3, 2010
El método de caracterización mediante el pensamiento es el último de los métodos que presentamos en esta serie de artículos sobre personajes.
Este es quizás el método más directo de conocer a fidelidad a un personaje literario. Lo que alguien piensa es su patrimonio particular. Nadie tiene acceso a ello, pues aún no existen pruebas concretas de que haya quien pueda leer el pensamiento; y si así fuera, sólo serían unos pocos superdotados. Lo cierto es que en nuestra mente es donde se gestan y donde conviven nuestros más ocultos secretos, aquellos que no nos atrevemos a expresar.
La literatura tiene la poderosa ventaja de que se puede acceder al pensamiento de un personaje sin que la historia o el conflicto se resientan. El cine y el teatro, incluso las telenovelas o radionovelas tienen menos posibilidades que la literatura en este aspecto pues un exceso de su uso en medios donde la fuerza es la imagen puede llegar a violentar la complicidad del director y el público.
El acceso al pensamiento de un personaje nos puede revelar sus motivaciones no expresadas, aquello que verdaderamente busca o desea aun cuando su acción o su discurso demuestren otra postura.
El pensamiento, como el discurso, puede ser expresado en un resumen por el narrador, de forma indirecta a través de la tercera persona o directamente de la mente del personaje.
Hasta aquí lo más importante a saber entre los varios métodos de presentación de personajes, además de conocerlos bien para aplicarlos correctamente, es la posibilidad de crear una historia desde cero, inventar un conflicto, enfrentando los diferentes métodos en un mismo personaje. Este es un elemento muy necesario en la literatura para crear y sostener el conflicto.
Lo invito a que realice un ejercicio práctico. Invente y caracterice un personaje lo más adecuadamente posible ajustado a su apariencia, acción, discurso y pensamiento; que cada uno de estos elementos coincidan. Luego contraponga alguno de ellos con los demás y verá el resultado.
Imaginemos que vemos por la calle un indigente; sus ropas sucias, sus pelos largos y malolientes, y una barba descuidada. Imaginemos también que, justo en ese momento, a un señor muy elegante que está caminando frente a él se le cae una abultada billetera. El indigente la recoge y la guarda entre sus ropas. No es ésta una acción ilógica teniendo en cuenta que este hombre necesita precisamente aquello que guarda la billetera.
Imaginemos que nos acercamos e intentamos mantener una conversación con este hombre para intentar que la devuelva; pero su jerigonza de frases altisonantes mal pronunciadas, por un problema quizás nasal, se nos vuelve ininteligible. Tampoco nos asombraría esta forma de hablar pues muchas veces asociamos la indigencia —no siempre de manera justificada— a un estado de alteración de la conciencia, esquizofrenia, paranoia, etc.
El indigente sigue caminando y nosotros lo seguimos, lo vemos detenerse junto a un niño sucio que está jugando en la calle. Este hombre acaricia al niño con una muestra extraña de paternidad, saca la billetera y se la regala. Después se aleja lentamente.
Este simple hecho (acción) ha entrado en abierta contradicción con la apariencia y el discurso de este hombre. Muchas posibilidades de explicación se abren ante esta inesperada reacción. ¿Será su hijo o es apenas alguien desprendido que regala lo que no tiene? ¿Será que se considera un luchador pasivo contra los ricos, especie de Robin Hood moderno sin arco y flecha? Quizás introducirnos en su mente nos revelaría muchos detalles ocultos, un pasado feliz —o totalmente tenebroso— que lo lleva a esa forma de actuar.
Si nos fijamos bien en aquellos libros que hemos leído y que más nos han impresionado, veremos que muchas veces la base del conflicto está precisamente en esta cuestión.
Más en: Cómo se escribe una novela. Técnicas de la ficción narrativa
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¿Y qué pasaría si invertimos los roles: que se le caiga al mendigo su maltrecha billetera y que el yuppie la levante y se la lleve?
¡Buena idea! Sería otro conflicto interesante