El método indirecto de presentación de los personajes en “La guerra del fin del mundo” Y “El jugador”.

blankCon respecto al Método indirecto de presentación de los personajes es importante recordar que en su uso una larga parrafada puede hacernos ganar tiempo pero a la vez puede provocar una relajación de la atención del lector.

Por ello es un recurso interesante y eficaz la dosificación de esa información como parte de la narración de forma que apenas se note que ganamos tiempo con la caratericación del personaje.

Veamos como lo hace Vargas Llosa en su extraordinaria novela La guerra del fin del mundo, referido a unos de los personajes más interesantes de la obra:

“Nació con las piernas muy cortas y la cabeza enorme, de modo que los vecinos de Natuba pensaron que sería mejor para él y para sus padres que el buen Jesús se lo llevara pronto ya que, de sobrevivir, sería tullido y tarado. Sólo lo primero resultó cierto. Porque aunque el hijo menor del amansador de potros Celestino Pardiñas nunca pudo andar a la manera de los otros hombres, tuvo una inteligencia penetrante, una mente ávida de saberlo todo y capaz, cuando un conocimiento había entrado a esa cabezota que hacía reír a las gentes, de conservarlo para siempre. Todo fue en él rareza: que naciera deforme en una familia tan normal como la de los Pardiñas, que, pese a ser un adefesio enclenque, no muriera ni padeciera enfermedades, que, en vez de andar en dos pies como los humanos, lo hiciera a cuatro patas y que su cabeza creciera de tal manera que parecía milagro que su cuerpecillo menudo pudiera sostenerla. Pero lo que dio pie para que los vecinos de Natuba comenzaran a murmurar que no había sido engendrado por el amansador de potros sino por el Diablo, fue que aprendiera a leer y a escribir sin que nadie se lo enseñara.”

Aquí el narrador detiene su presentación del personaje para explicar de la forma tan extraña que los vecinos se enteraron de esta virtud del muchacho, y prosigue después:

“No se llamaba León sino Felicio, pero el sobrenombre, como ocurría a menudo en la región, una vez que prendió desplazó al nombre. Le pusieron León tal vez por burla, seguramente por la inmensa cabeza que, más tarde, como para dar razón a los bromistas, se cubriría en efecto de unas tupidas crenchas que le tapaban las orejas y zangoloteaban con sus movimientos.”

Más adelante, cuando explica que los borrachos del pueblo acostumbraban a molestarlo dice que “Él había desarrollado un oído extraordinariamente agudo y los detectaba a distancia…”. Como se puede apreciar las referencias a los rasgos y características del personaje están dispersas por todo el capítulo, de manera que el lector va conociendo al personaje por retazos y tiene tiempo de asimilar estos rasgos.

De todas maneras parece ser que el lector actual prefiere formarse sus propias conclusiones sobre los personajes. Quizá por ello ha llegado a ser de tanta importancia el método directo o dramático. En éste los personajes son presentados a través de una acción lo que permite que no sea necesaria la intervención del narrador. Igualmente se le permite al lector formarse una opinión propia sobre el personaje de manera que pueda aprobar o disentir de su conducta o de su carácter.

Pero antes debemos ser conscientes de un método que algunos también consideran indirecto porque el personaje no es presentado por sus acciones sino por otro personaje. En el fondo, a mi juicio, este recurso no deja de ser también parte de este método directo o dramático, pero lo presento aquí por sus semejanzas al tema que nos ocupa.

Es una táctica muy interesante porque permite al lector formarse un juicio, no ya de un solo personaje, sino de dos personajes: el presentado y el presentador.

En El jugador de Dostoievski tenemos un buen ejemplo en la figura de este joven contradictorio que convive en un ambiente de la media alta sociedad sin poseer ni el dinero ni el linaje de los demás miembros de su entorno social. Veamos la presentación que hace este joven de otro de los personajes que en el futuro será de gran importancia en su vida:

“Mademoiselle Blanche es bella, pero no sé si se me comprenderá si digo que tiene de esos semblantes de los que cabe asustarse. Yo al menos les tengo miedo a esas mujeres. Tendrá unos veinticinco años. Es alta y ancha de hombros, terminados en ángulos rectos. El cuello y el pecho son espléndidos. Es trigueña de piel, tiene el pelo negro como el azabache y en tal abundancia que hay bastante para dos coifflures. El blanco de sus ojos tira un poco a amarillo, la mirada es provocativa, los dientes son de blancura deslumbrante, los labios los lleva siempre pintados; huele a  almizcle. Viste con lujo, en ropa de alto precio, con chic, pero con gusto exquisito. Sus manos y pies son una maravilla. Su voz es contralto algo ronco. De vez en cuando ríe a carcajadas y muestra todos los dientes, pero por lo común su expresión es taciturna y descarada, al menos en presencia de Polina y de Marya Filipovna.(…) sospecho que Mademoiselle Blanche carece de instrucción; quizá incluso no sea inteligente, pero por otra parte es suspicaz y astuta. Se me antoja que en su vida no han faltado las aventuras. Para decirlo todo, puede que el marqués no sea pariente suyo y que la madre no tenga de tal más que el nombre. Pero hay prueba de que en Berlín, adonde fuimos con ellos, ella y su madre tenían amistades bastante honorables.”

Más adelante tenemos esta interesante descripción de otro de los personajes de la novela:

“Des Grieux era como todos los franceses, esto es, festivo y amable cuando serlo es necesario y provechoso, y fastidioso hasta la saciedad cuando ser festivo y amable deja de ser necesario. Raras veces es el francés, cortes por lo natural; lo es siempre, como si dijéramos, por exigencia, por cálculo. Si, pongamos por caso, juzga necesario ser fantasioso, original, extravagante, su fantasía resulta sumamente necia y artificial y reviste formas aceptadas y gastadas por el uso repetido. El francés natural es la reencarnación del pragmatismo más angosto, mezquino y cotidiano, en una palabra, es el ser más fastidioso de la tierra. A mi juicio, sólo las gentes sin experiencia, y en especial las jovencitas rusas, se sienten cautivadas por los franceses. A toda persona como Dios manda le es familiar e inaguantable este convencionalismo, esta forma preestablecida de la cortesía de salón, de la desenvoltura y del desparpajo.”

Al final, apenas dos ejemplos de su buen uso y par de novelas imprescindibles.

 

Más en: Cómo se escribe una novela. Técnicas de la ficción narrativa

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