El Narrador Literario. El Omnisciente Limitado

| noviembre 17, 2010

Cuando Flaubert decidió escribir Madame Bovary buscó, entre otras cosas, romper totalmente con el esquema tradicional de narración subjetiva. Su interés no era tomar partido por uno u otro personaje, siquiera enjuiciar sus actitudes. Por ello, intentó buscar un narrador que pudiera saber tanto de los personajes como ellos mismos, pero que apenas pudiera dar comentarios sobre los demás personajes.

Tampoco pretendía que su narrador fuera un personaje en primera persona porque necesitaba la suficiente distancia narrativa que le permitiera no participar directamente en la historia. Su aportación fue toda una revolución porque inspiró la necesidad de perseguir la objetividad en la literatura narrativa de ficción.

El narrador omnisciente limitado, como lo indica su nombre, no es omnisciente total. Generalmente es identificable cuando decidimos centrar nuestra omnisciencia a la mente de un personaje. Conocemos todo lo referente a ese personaje, su pasado, sus más ocultos secretos y deseos.

Apreciamos –como si estuviésemos en su hombro– todo lo que él ve, escuchamos su pensamiento, rastreamos su mente, sus propios juicios sobre los demás. Tenemos acceso total a este personaje. Sin embargo estamos obligados a ser omniscientes sólo con él aunque a veces podemos ubicarnos fuera de él para describir sus acciones y algunas cuestiones externas a sí mismo pero necesarias para la acción.

Si nuestra elección a la hora de escribir el relato fue escoger este tipo de omnisciencia debemos ser conscientes de no poder violar esta convención introduciéndonos a nuestro antojo en la mente de los demás personajes. Nuestro campo de acción emotiva es la mente del personaje escogido y cualquier alusión a lo que piensa otro personaje debe estar matizado por esta limitación del punto de vista escogido.

Veámoslo con un ejemplo:

María se sentía extraña dentro del autobús. El hombre sentado frente a ella no le quitaba los ojos de encima. Se miró disimuladamente las ropas buscando algo que hubiese llamado la atención del desconocido sin que ella fuera consciente, pero todo estaba en aparente orden. La anciana a su lado miraba muy fijo a los coches que pasaban veloces junto al autobús; parecía que los contaba. La niña junto al hombre estaba ensimismada con un paquete de chocolatinas. ¿Sería familiar suyo? Sacó un pequeño espejo de la cartera y se miró con preocupación el rostro y el pelo aunque tampoco allí había nada que pudiese llamar la atención del desconocido. Sin embargo el hombre seguía mirándola mientras se deleitaba imaginando la ansiedad de María.

Si estuvo usted atento al fragmento anterior se habrá dado cuenta que la última oración está totalmente fuera de lugar. El narrador está ubicado muy cerca de la mente de María, tan cerca que casi se identifica con ella. Todo el entorno, todos los criterios sobre lo que ve en el autobús, sobre los demás personajes deben estar condicionados a los criterios de María quién no puede saber que el hombre se está deleitando con su ansiedad. Ella puede imaginarlo y eso debe quedar expresado en el relato. De esta manera evitamos la «intromisión del narrador» en la última oración.

Sin embargo el hombre seguía mirándola y hasta parecía que se deleitaba con su ansiedad.

De igual manera los juicios de valor que se exponen en el relato deben estar subordinados a los criterios exclusivos del personaje escogido, deben estar acordes a su caracterización inicial y no tienen por qué ser compartidos por el autor.

Así puede ser que, si la caracterización que hicimos de María antes de empezar a escribir es la de una mujer excesivamente tradicionalista, su actitud hacia el hombre que la mira puede ser de rechazo; a lo mejor lo ve como un pervertido sexual o, incluso, un posible violador al que teme. Por el contrario si la caracterizamos como una ninfómana reprimida, puede que sienta un placer oculto al imaginarse violada por un desconocido.

Obviamente hay varios, quizás muchos, puntos intermedios y matices entre la mujer excesivamente tradicionalista y la ninfómana reprimida, pero transmitirlos adecuadamente depende del talento del escritor.

 

Más en: Cómo se escribe una novela. Técnicas de la ficción narrativa

Comentarios (1)

 

  1. La muchacha debe de estar desnuda del todo con los senos a vista libre.

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