Los personajes literarios y sus motivaciones
H. G. Quintana | febrero 23, 2010
En cualquier texto narrativo existen personajes. Una novela sin personajes no tendría sentido alguno, como tampoco lo tendría un cuento. Y esto, que parece una obviedad, es necesario aclararlo.
Los personajes son los que le dan vida a la ficción. Un personaje no es necesariamente un ser humano, pueden ser animales como en Rebelión en la granja de George Orwell.
O puede ser incluso un objeto inanimado como los naipes a los que Lewis Carroll da vida en Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. Sólo es necesario que esos personajes tengan vida propia, que vivan sus motivaciones independientes de la voluntad del escritor.
En la vida actuamos también por motivaciones. Cada movimiento, gesto (en menor medida) o hecho de nuestra realidad cotidiana está motivado por alguna lógica de la cual no somos quizás conscientes en el momento de su ejecución.
Pero hagamos un ejercicio de regresión mental de nuestras vidas, ubiquemos aquellos hechos que, en apariencia, fueron producto de la casualidad, y comprenderemos que, de alguna manera, nos sucedieron por una lógica cuyo fondo tuvo una motivación.
Incluso aquello que hicimos sin pensar, un cambio de un país a otro o de una ciudad a otra, gastarnos los últimos ahorros en un gusto pasajero, entregarnos sexualmente a alguien por el simple placer del momento, todo ello estuvo, de alguna manera, influenciado por un motivo.
Y es que las emociones e instintos son parte vital de nuestra realidad. Una emoción bien particularizada en un personaje puede convertirse en un asunto de vida o muerte. Los personajes en la ficción deben actuar sobre la base de estas motivaciones y el escritor debe tener muy en cuenta el motivo que mueve a sus personajes.
La acción en los textos de ficción es provocada, inevitablemente, por un motivo. Estos motivos son, de manera evidente, los que guían al personaje, lo hacen tomar sus actitudes frente a sus problemas y frente a los demás personajes; es decir, estimulan la acción. El escritor transmite al lector el principal objetivo de su texto cuando tiene definida la emoción básica de sus personajes.
Es importante hacer una aclaración necesaria en este punto. Las emociones y los motivos no siempre pueden definirse de manera evidente en una historia. No se pueden definir las emociones del subconsciente.
Y como también sucede en la vida, los personajes de la ficción pueden estar ajenos a la motivación que los incita a tomar sus posturas durante la historia.
Pero el escritor sí debe ser plenamente consciente de esta circunstancia. De lo contrario el relato giraría en torno a una idea que haría divagar al personaje y al autor provocando un desorden innecesario en el lector, que también vacilaría junto al personaje.
Un ejemplo maravilloso de esta aseveración podemos encontrarlo en El extranjero de Albert Camus. En esta novela su protagonista es un ser enajenado, aparentemente insensible, no se apasiona o se emociona ante nada –ni siquiera reacciona; no encuentra motivos de felicidad o tristeza ante los hechos que le ocurren, no parece importarle nada, ni siquiera su próximo ajusticiamiento por haber matado a un árabe, al cual apenas conocía, sin un motivo discernible; es un hombre que parece vacío de todo sentimiento.
Desde las primeras páginas de la novela Camus nos ubica en la mentalidad de este personaje:
“Hoy, mamá ha muerto. O tal vez fue ayer, no sé. He recibido un telegrama del asilo: «Madre fallecida. Entierro mañana. Sentido pésame.» Nada quiere decir. Tal vez fue ayer.”
Nos resulta demasiado sorprendente que un hecho tan significativo como es la muerte de su madre pase inadvertido para él, máxime cuando ha transcurrido tan poco tiempo entre ese hecho y el momento en que está ubicado el narrador.
Más adelante, después de cometido su crimen, durante el juicio que le celebran dice que mató al árabe sencillamente por azar. Y no debemos tomar esta declaración como un sarcasmo.
En el momento en que este personaje narra su crimen nos da la impresión de que, más allá de una pelea, se siente arrastrado a esa situación límite por el calor excesivo que sufría en la playa. Detrás de esa actitud, en apariencia sin motivación alguna, se esconde la originalidad de esta novela.
Camus supo transmitirnos la enajenación de este personaje haciendo precisamente lo contrario a lo que se podría esperar, ocultándonos los motivos de su actuación. Camus fue lo suficientemente ingenioso para ocultar lo que nosotros descubrimos a través de su actuación.
Para transmitir esta motivación de los personajes debemos saber ubicar cada elemento estructural de un relato. Poe aclara que el verdadero escritor inventará los incidentes en función del efecto único, del objetivo final del cuento o novela. Es decir, cada suceso debe estar en función de esa unidad esencial.
Leon Surmelian en su Techniques of Fiction Writing: Measure and Madness: considera que estas emociones o motivos deben ser:
1) Consistentes con el carácter de los personajes.
2) Suficientemente poderosas como para sostener la acción central del relato.
3) Complejas; de manera que constituyan un sistema de sentimientos relacionados.
4) Verosímiles.
5) Sinceras tanto para los personajes como para el autor
6) Importantes hasta el punto de que estemos aportando algo novedoso para la humanidad.
Más en: Cómo se escribe una novela. Técnicas de la ficción narrativa
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