Masters of Sex. ¿Amor, sexo o relaciones humanas?

masters of sexCuando me recomendaron la serie Masters of Sex, hice una mueca de fastidio. Estoy muy acostumbrado a que los recientes acercamientos ficcionales al sexo, sean en cine o libros, dejen mucho qué desear.

Desde Nymphomaniac, de Lars Von Triers (director al que tenía en los altares, pero sus últimas películas pueden competir entre lo más zafio, poco creativo y antiestético que recuerdo) que aunque no he visto, hay mucha gente de criterio que ya me ha dado su opinión negativa sobre ella, hasta Cincuenta sombras de Grey,  que cautiva a millones de lectores (sobre todo lectoras) en el mundo, me da la sensación de que el sexo es un pretexto para atraer incautos sin sentido crítico.

Sin embargo, estoy altamente sorprendido por la calidad de la serie americana. Quien se adentre en ella buscando placer onanista o parecido, mejor que alquile una porno en el videoclub de la esquina. Es cierto que hay escenas bien subidas de tono (no podía ser de otra manera), pero esto es algo más que sexo.

El verdadero argumento son las relaciones humanas, la increíble capacidad o ausencia de ella, para establecer lazos afectivos con otras personas, desde múltiples perspectivas que van desde lo carnal hasta la independencia para elegir la tendencia sexual que nos dé la gana sin cuestionamientos morales. Si tuviera que explicar en un breve comentario las impresiones que me transmite esta serie de Sony Pictures diría que es algo así como Sexo en Nueva York (Sex and the City), sin la genial frivolidad de aquella, pero con un guion muy superior y mejor realización argumental.

En Sex and the City las cuatro amigas que giran alrededor de Carrie Bradshaw ofrecen una opinión no profesional sobre las relaciones humanas, aunque sí certera por la experiencia; viven en una sociedad atiborrada de información y desprejuiciada sexualmente, al menos en lo esencial, que les da una sapiencia a ratos paradójica, pero muy atractiva.

Por el contrario, Masters of Sex, sucede en la década del 50, alrededor de los conflictos que provocan los estudios de sexualidad del doctor William Masters (magistral una vez más el actor británico Michael Sheen, que es capaz de mudar entre un licántropo en Underwold hasta el periodista incisivo de Frost and Nixon) y su asistente Virginia Johnson (Lizzy Caplan) en una sociedad pujante desde lo económico aunque casi medieval en lo sexual.

Sí, basada en hechos reales, que aunque ya no dice nada sobre la calidad de un producto cinematográfico, ha dejado esta vez una ficción de factura impecable. Por supuesto, las actuaciones, desde el primero hasta el último han sido bien escogidos y bien dirigidos durante toda la primera temporada. Como pequeña muestra presten atención a la reacción de un personaje femenino de la serie al enterarse de que su marido, con el cual lleva casada más de treinta años, es homosexual, y me darán la razón.

Desde los temas, donde el sexo tiene un papel fundamental, pero, como ya dije, lo supera con creces.

Y por último un guion que hará las delicias de los amantes de la buena escritura, de la palabra precisa, del buen decir, de argumentar con precisión de cirujano y sencillez de jardinero. Espero que esta serie mantenga los altos niveles de calidad alcanzados. Una ficción que pretenda hablar de relaciones humanas, sexo, amor, homosexualidad, medicina y salud sexual, y todo desde una óptica entre científica y emocional, tiene muchas aristas que tocar. Hasta ahora lo está haciendo con maestría.

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