¿Por qué tengo que leer estas novelas? (Fragmento)

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blankAtticus, el protagonista de la serie televisiva Lovecraft Country, cae herido en la guerra de Corea y le pide a una enfermera muy peculiar que le lea en voz alta unas pocas páginas de la novela El conde de montecristo. Ha llegado casi al final, así que no sería mucho el trabajo que le pide a su cuidadora. Ella mira con desdén el libro de tapa dura que él muestra y le cuenta que Edmundo Dantés se venga de Fernando en un duelo a espadas, toma Villefort, se defiende en el juicio y reanuda su romance con Mercedes.

—Así termina el libro —concluye la enfermera con la misma irreverencia.

A continuación, ella argumenta que es un final malo y absurdo, que el argumento que cuenta la novela no tiene mucho sentido dado que Edmundo no tiene motivos para volver con Mercedes y que eso le ha quitado la posibilidad de tener otras salidas para su vida.

—¿Qué habría hecho Edmundo con su vida si hubiera podido escoger? —pregunta la enfermera.

—Descúbrelo por ti misma —responde Atticus—. Edmundo y Mercedes no terminan juntos. Aunque entiendo por qué ese sería un mejor final para el filme.

La escena no tiene más trascendencia para la serie, pero me da argumentos para una premisa que verás repetida varias veces en este libro que tienes en tus manos: No des por sentado que conoces una novela clásica hasta que no la hayas leído.

Esta tesis se volverá cansina mientras avances en la lectura. Yo mismo la sentí en mis carnes cuando me adentré en las páginas de Moby Dick, que me descubrió un mundo tan vasto, original, y perfecto, que todavía hoy no me he recuperado del impacto.

Existen novelas que han desbordado el mundo que crearon sus autores. Mitos que han permitido que dos personas disímiles como un obrero, que no lee, y un financiero, que estudia sólo economía, sepan de qué hablamos cuando les dices: Frankenstein, Drácula o Sherlock Holmes.

Varios de esos libros los encontrarás aquí, porque son inevitables, porque son peculiares, porque crearon un universo del que no escapamos, aunque alguno se haya escrito un siglo y medio atrás.

La reunión de estos títulos aquí no sigue un criterio académico, ni neutral. Mi amigo Carlos me dijo que debería reunir para Realificcion TV, mi canal de YouTube, una serie de esos clásicos que todos deberíamos leer y por qué, y con toda la subjetividad de mi propio deleite escogí estas primeras quince novelas –quizás debería decir 14 y media, y entenderás porqué cuando llegues a Jim Corbett– que son sólo el primer paso a un segundo tomo, y quién sabe si un tercero y un cuarto de esta serie de ¿Por qué tengo que leer estas novelas?

Esa subjetividad la podrás apreciar por la diversidad de los textos; desde obras que se concibieron como ficción de terror y otras que pretendían ser novelas sociales, cuentos que pretendían mostrar un personaje inteligente y novelas que querían ser apenas sátiras, pero al final todos esos libros en los que derivaron consiguieron convencer a sus lectores, a gran parte de la crítica de su época, y a todos nosotros, seamos lectores pasivos o especialistas, a lo largo de la historia.

Y no nos engañemos, este libro no es una guía de lectura. Creo, como Mikita Brottman, que no es obligatorio leer. Se puede ser feliz sin haber abierto un libro en la vida, quizás hasta más feliz que haciéndolo, pero no puedo recomendar lo contrario de lo que siembro en mi vida personal y profesional.

La lectura de ficción es entretenida; y algo más. Los libros, sí, distraen, consuelan, las novelas pueden ser divertidas, pero si sólo fueran eso, no existirían ficciones que nos provocan reflexiones profundas sobre nuestra naturaleza humana, sobre los diferentes conflictos de ser e interactuar con otros humanos, de amar y odiar, y mil sentimientos contradictorios que conviven en una misma persona. Las novelas, muchas novelas, existen para enseñarnos aspectos de la realidad que nos pasan inadvertidos en el día a día o, aunque nos los muestren en las estadísticas del telediario.

Pocos tratados de psicología son capaces de mostrar con tanta solvencia la paradoja de cómo una idea compasiva, que provoca un hecho con buenas intenciones, puede llevar a una persona piadosa a transfigurarse en un criminal como lo hace Crimen y castigo. Pocos ensayos pueden darnos un acercamiento tan certero a los desperfectos de un desarrollo tecnológico incontrolado, como la conocida y aplaudida Revolución industrial, que las novelas de Charles Dickens.

La ficción, por tanto, no es sólo un entretenimiento. Cuando un libro de ficción nos hace creer en vampiros a varias generaciones, hay que prestar atención.

Aquí van estos primeros quince libros. Recomiendo leer; por placer, por disciplina, por curiosidad, por aprendizaje, por lo que sea, pero lee. Al menos podrás, como Atticus, ganar un debate sobre el final de las novelas.

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