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Siguiendo la tradición de poner el foco en temas que le importan a cuatro gatos, esta vez quiero orientarme en el titular que leo en Clarín el 13 de diciembre de 2021: El clásico “1984” ahora tendrá una versión feminista. Y mi reacción, al leer la noticia completa, fue el título que encabeza este texto: “La van a joder”
Os pongo en contexto: los herederos de George Orwell han dado permiso para que la escritora Sandra Newman, coautora del famoso manual: How Not To Write A Novel (Cómo no escribir una novela), reescriba la novela clásica 1984 poniendo el punto de vista en Julia, quizás el personaje secundario más importante de la novela del escritor británico.
Para los que tienen la suerte de no haber leído (porque es una suerte poder leerla por primera vez) esta inmensa novela, les dejaré por aquí una reseña-opinión sobre ella, pero sí quiero decirles que es gracias a su historia que tenemos hoy en día el concepto de Big Brother o Gran Hermano, como ese poder oscuro y siniestro que sabe todo lo que hacemos y que dirige nuestras vidas con cámaras, reescrituras de la historia y alteraciones de nuestra percepción sobre la realidad. ¿Les suena de algo?
Para empezar y evitar dirigir las miradas al dedo que señala una luna que está en llamas, me habría escandalizado igual si el titular fuera: “1984 tendrá una versión machista, o comunista o cristiana, o hebrea o la ideología o grupo social que cada cual quiera que situar aquí”. Mi credibilidad (mucha, escasa o nula) sobre el feminismo tiene poco que ver con esta postura. Puedo creer más o menos en este movimiento y reverenciar o denostar sus logros a través de la historia, pero eso poco sirve para el tema que quiero tratar.
Mi intención es hablar de algo tan etéreo para muchos, pero concreto para mí y otros cuatro gatos, como la creatividad ficcional y sus retos.
Empecemos por lo primero:
¿Para qué se escribe ficción?
Las respuestas son múltiples desde hacerse rico hasta haber encontrado una terapia personal para no suicidarse. Pero hay puntos intermedios y aquí me interesan aquellos argumentos directamente orientados a lo creativo.
Por lo general quien escribe ficción lo hace para entretener a otros, y este motivo no debe ser dejado de lado cuando se empiezan los primeros textos. Entretener es una base fundamental que muchos textos de mucho prestigio han dejado de lado; y aun así, entretener ni es obligatorio, ni sería suficiente si se tiene un mínimo afán de trascendencia.
Y no, no se crean a quien expresa con la nariz muy alta que no quiere dejar algo que permanezca cuando haya muerto. No existe un mejor argumento para escribir que regodearse con la idea de que dentro de 100 años una de tus novelas aparezca entre los clásicos de historia de la literatura.
Sin embargo, puedo aceptar, a regañadientes, que alguien asuma que situar su mejor libro a competir con Drácula, Conversación en La Catedral, Cien años de soledado El Quijotees bastante improbable y se centre en un objetivo más concreto: entretener a sus contemporáneos sin ningún afán de trascendencia y punto, que no es poca cosa.
¿Qué debo hacer para entretener? Hay disímiles métodos, y eso podríamos hablarlo en otro momento, pero existe algo concreto que puedo decirte y es que debes convencer a los que leen tus libros, a cuantos más, mejor. Y convencer a muchos es difícil, ¿para qué negarlo? Pero se puede.
Entre otras técnicas, una de las más importantes es no juzgar las actitudes de los personajes que creas. Sea una inocente niña que juega, un viejo depredador que las acosa, un policía que persigue al depredador o una asesina de delincuentes sexuales, tu postura moral o ética frente a todos ellos como autor no tiene la menor importancia para el lector. Guárdate tus opiniones y tus altas y decorosas posturas sobre el mundo que estás creando. Eso está bien cuando juzgas la realidad en tu casa, en el trabajo, en la mesa de una cena o cuando educas a tus hijos, pero no ayuda, y más bien perjudica, la realidad del mundo ficticio que estás creando.
Al lector le importa tu opinión de autor como a un elefante filósofo un destornillador de estría: absolutamente nada; porque su interés es divertirse, y para divertirse no puede dudar ni un ápice de la historia que le estás contando. En el momento que deje de entender, descubra que le quieres vender una moto que no funciona o se percate de los trucos que usas para convencerlo, abandonará la lectura, porque no se la cree.
Cierto, no podrás convencer a un ama de casa que adora a los niños si le pones a un pederasta explicando sus acciones, como tampoco convencerás al depredador si es la madre quien explica su repugnancia por gente que pretende sexo con críos. Porque es imposible escribir para todos los públicos. Pero a ti, como autor, no deben importarte estas actitudes morales. Tu postura como escritor no es moralizar y exponer que estás en contra de uno u otro de los lados en conflicto de tu novela, sino presentarle, objetivamente y en igualdad de condiciones, las dos posturas al lector quien debe completar, con su dictamen moral, sus argumentos personales, su ideología y su educación adquirida, los elementos que tú no le ofreces.
Conclusión, una novela que pretenda ser algo más que un panfleto, una sarta de argumentos para defender una ideología o una postura política, no debe tener credo político, ni doctrina, ni postura ideológica. Una novela es, o debería serlo, una reflexión desprejuiciada y objetiva sobre la realidad, de forma que el lector pueda reflexionar a su vez sobre esa misma realidad.
Por ello, que una novela parta de la base que será escrita como una novela feminista, es un error de bulto como creador, en especial si lo que se pretende es crear una versión de una novela clásica como 1984, que posee un mundo propio, persuasivo y bastante verdadero.
Es un error tan absurdo, tan mayúsculo y sin sentido, como que la novela original advierte sobre los peligros de reescribir la historia para presentar una realidad distinta, es decir sobre lo que van a hacer con ella: reescribirla desde una postura ideológica.
Otro sería mi criterio, y hasta me parecería interesante, la idea de escribir una novela diferente, no una versión, desde el punto de vista de otro de los personajes de la novela original.
Cualquier escritor o director de cine con un mínimo de experiencia, o un lector o espectador avispado, sabe que no es lo mismo contar un asesinato desde el punto de vista de la víctima, del asesino, del detective o del justiciero que persigue al criminal. Y esto es fundamental conocerlo a la hora de decidir cómo se escribe una novela o se realiza un filme de ficción.
Si alguien pretende escribir una novela nueva basándose en un clásico de la literatura, usando el punto de vista de otro de los personajes, no le arriendo la ganancia; o lo que es lo mismo: allá el que se atreva y que se arriesgue a que le den palos. Veámoslo de esta manera. Cuando un escritor experimentado, tras un tiempo de reflexión y análisis, ha decidido contar una novela desde la perspectiva de un personaje (sea el narrador, el protagonista, un testigo o todos ellos a la vez), y esta novela se ha convertido en un clásico de la literatura, es porque ese punto de vista es el mejor posible, ha sido la focalización adecuada para contar esa historia concreta.
Ha habido casos de escritores que han abandonado proyectos, o los han retomado tras muchos años de reflexión, o han reescrito una novela entera tras darse cuenta, en medio de la escritura, que el personaje que habían escogido no era el adecuado para contar la historia que pretendían. Y este tipo de decisiones no se toma al azar; por lo general llega, como he explicado, tras un profundo análisis de la estructura del libro que tienen delante y de la forma más adecuada para convencer a muchos lectores disímiles y diferentes.
Por eso me huele que la van a joder. Porque «reescribir una versión feminista de un clásico de la literatura» es una concepción errónea desde el principio fundamental, es una cagada de concepción, y pensaría exactamente igual si hicieran una versión carnívora o vegana, conservadora o liberal, comunista o fascista. Simplemente, la van a joder porque la ficción no debería tener adjetivos o remoquetes ideológicos o políticos.