«1984» y «Julia», el punto de vista feminista

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blankEstaba ajustando detalles editoriales de mi último libro con título ¿Por qué tengo que leer esas novelas?(Título provisional) que saldrá a finales de este mes de noviembre o principios de diciembre, me encuentro con dos debates que no quiero dejar de abordar. Se trata de la importancia de Nosotros, la novela de Yevgueni Zamiatin, publicada en 1921 sobre la novela 1984 de George Orwell y hacer unos apuntes sobre la novela Julia, de Sandra Newman, que salió en verano del año pasado 2024.

Nadie puede negar que Orwell tuvo acceso a la novela Nosotros, del ingeniero y escritor Yevgueni Zamiatin, que describe una sociedad (Estado Único) muy parecida a la que luego el propio autor inglés presenta en su novela 1984.[1] Mucho se comenta los paralelismos entre ambas y, en parte, se suele exagerar los valores de la novela del ruso para intentar desacreditar los que sí tiene 1984, a pesar de los elogios que pueda merecer Nosotros.

Dejemos esta polémica zanjada.

Zamiatin publicó Nosotros en 1921, cuando la Unión Soviética apenas se consolidaba. Fue prohibida en su país y solo circuló en el extranjero, en inglés, en 1924. Casi nadie la leyó en la URSS, y en Occidente pasó bastante desapercibida fuera de círculos intelectuales. El propio Orwell en su ensayo «Freedom and Happiness», publicado originalmente en Tribune, el 4 de enero de 1946 comenta los apuros que pasó para conseguir una copia de la novela de Zamiatin.[2]

Orwell publicó 1984 en 1949, justo después de la Segunda Guerra Mundial y al inicio de la Guerra Fría, cuando el mundo entero estaba dividido entre el bloque capitalista y el comunista. Fue el momento perfecto para una novela que denunciaba el totalitarismo y la manipulación ideológica. Los lectores estaban listos para entender y temer ese mensaje.

Nosotros fue una advertencia temprana, casi visionaria, sobre el futuro del totalitarismo. Pero Zamiatin escribió cuando el fenómeno apenas nacía. Su novela tiene un tono más abstracto y simbólico, con un narrador ingeniero que escribe una especie de diario matemático. Su estilo es experimental, a veces hermético. Incluso los personajes no tienen nombre, sino números, lo que hace muy difícil la empatía con ellos.

El propio Orwell lo reconoce en su reseña sobre Nosotros donde también especifica los paralelismos entre la novela de Zamiatin y Un mundo feliz, publicada una década más tarde.

 

Hasta ahora, el parecido con Un mundo feliz es sorprendente. Pero, aunque el libro de Zamiatin está peor estructurado —su trama es bastante débil y episódica, demasiado compleja para resumirla—, tiene una dimensión política de la que carece el otro.[3]

 

Consciente de la importancia de llegar al lector y de la fuerza narrativa de un buen punto de vista y una adecuada estructura argumental, Orwell concibió 1984, con un lenguaje mucho más narrativo, emocional y directo. Su novela salió a la luz, además, cuando el totalitarismo ya era una realidad palpable: Stalin, Hitler, Mussolini, los campos de concentración, el espionaje de Estado. Orwell no hablaba del futuro: hablaba del presente disfrazado de futuro y estructuró su novela en un lugar geográfico concreto.

A propósito de esto Gordon Bowker aventura una hipótesis.

 

Lo que le dio a 1984 tal poder cuando se publicó fue que, a diferencia de novelas distópicas como Un mundo feliz, de Huxley, y Nosotros, de Zamiatin, está ambientada en un Londres familiar en tiempos de guerra, no en un futuro mal definido e irreconocible. Eso le dio mayor fuerza y convicción al mensaje: «¡Esto podría suceder aquí!».[4]

 

Al contrario del alejamiento emocional que provoca D-503 y el resto de personajes numéricos de Nosotros, Winston Smith es un hombre común que sufre, ama y se rebela, lo que facilita la identificación del lector. Orwell usa un lenguaje claro, lleno de imágenes memorables y sus dudas llegan con mucha fuerza emocional al lector, algo que cuesta en la novela de Zamiatin, a ratos más cerca de una experimentación donde se nota su formación en el campo de las ciencias puras.

Con esta premisa, Orwell escribió la mayor parte de la novela entre 1947-48, en la isla de Jura (Escocia), poniendo énfasis en que fuera una novela legible, atractiva desde el punto de vista narrativo y con una historia clara y directa.[5] Como novela, como historia literaria, 1984 es una gran novela, Nosotros es un experimento para especialistas.

 

El segundo debate que me llegó mientras revisaba mi libro tiene que ver con la viabilidad de hacer una novela que ocurre en el mundo de 1984 cambiando el punto de vista, como hizo Sandra Newman en su novela, Julia, publicada en agosto de 2024. Ya comenté sobre esto cuando la noticia salió y todavía no se había publicado la novela.

El experimento no es nuevo. La idea de tomar prestado a personajes inmortales de clásicos de la literatura ha tentado siempre no solo a escritores aficionados sino también a grandes autores. Hablamos de “ficción derivada”, o también “intertextualidad narrativa” o “reapropiación literaria”, puedes decirle como prefieras, se hace mucho y, por lo general, el resultado es desastroso, si bien hay muy honrosas ficciones derivadas.

Julio Verne no tuvo reparo en ponerse a escribir una continuación de Las aventuras de Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe, con la intención de resolver el misterio de la oquedad de la tierra o, cuando menos el del destino del perro Tigre.

Foe, de J. M. Coetzee, Reinterpreta a Robinson Crusoe desde la voz de una mujer náufraga que cuestiona la historia de Defoe. Y mal no salió.

Penélope y las doce criadas, de Margaret Atwood. Nos propone un interesante ejercicio de imaginación para adentrarnos en las motivaciones y pensamientos de Penélope, la mujer de Odiseo.

Las horas (The Hours), de Michael Cunningham, Toma a Mrs. Dalloway un personaje de Virginia Woolf y entrelaza con verdadera maestría tres historias en distintas épocas en una suerte de vasos comunicantes con un argumento poderoso sobre la mujer y la sexualidad en tres momentos históricos distintos.

Los casos de Sherlock Holmes, Hercules Poirot la tentación ha sido más irresistible todavía.

¿Cuál era entonces mi temor con esta noticia de reescribir 1984 desde el punto de vista de Julia? Pues justamente lo que ha pasado.

Para que no hubiera dudas entonces llamé la atención sobre el hecho de que me habría escandalizado igual si el titular fuera: “1984 tendrá una versión machista, o comunista o cristiana, o hebrea o carnívora o vegana, conservadora o liberal, comunista o fascista, la ideología o grupo social que cada cual quiera que situar aquí”.

Pero el hecho es que estamos en un momento muy concreto de la historia humana donde se reivindica el feminismo, a veces de unas formas muy poco feministas y el reto de hacer una historia independiente del original, que tuviera un trasfondo feminista respetando la oscuridad, el desencanto, la terrible fuerza negativa de la distopía de Orwell, me parecía un absurdo que no iba a salir bien. Y ya tengo mi opinión: no salió bien.

Sí, Julia, la novela de Sandra Newman fue aclamada por parte de la crítica y casi todo el mundo académico. Los comentarios para alabarla son argumentos del tipo “aprueba con buena nota, al ofrecer una obra consistente y un punto gamberra” o es “un digno y sólido ejercicio narrativo para ampliar el universo de Orwell y dar cabida a las mujeres”.

Se alaba la inteligencia del personaje principal, su carácter, poliédrico, activo, realista y con motivaciones propias. En el ámbito académico se emplea la novela como objeto de estudio para cuestiones de género, voz narrativa femenina, el papel de la mujer en la distopía, etc.

Bueno, y con estos argumentos, ¿entonces cuál es el problema? Pues que, como producto estético artístico, como novela, como historia de ficción orientada hacia un público, es absolutamente trivial para el lector.

Ya advertí en su momento que una reapropiación literaria, tiene un primer gran problema: y es que no puedes evitar la comparación con el original. Si escribes una novela donde El retrato de Dorian Gray es contada por Sibyl, o Crimen y castigo por Sonia, deberías comprender que todos hagamos una comparación con el libro del que tomas prestado a los personajes, y esto no favorece las reapropiaciones literarias.

La referencia intertextual (odio esta palabreja, pero es muy atinada a lo que propone) al original de la novela de Sandra Newman, por parte de nosotros los lectores es inevitable. Para que esto no suceda hay métodos, pero no todos son eficaces y no siempre tiene que salir bien.

Si eres escritor y usas personajes de una novela clásica será muy difícil que salgas vivo de la comparación con la original, salvo que te apropies de un estilo, una originalidad narrativa o un argumento muy peculiar que permita al lector ver algo diferente, aunque no se salga de la novela que ya conoce. Salvando distancias entre géneros es lo que hace el filme El joven Frankenstein, con su tono de sátira.

Julia es demasiado derivativa y con poca autonomía creativa. Es más “expansión” o “reinterpretación” de la original, lo que limita su potencia literaria como obra propia e independiente. Si no existiera 1984, muy pocos prestarías atención a Julia, porque depende demasiado de la fuerza argumental de la novela de la que se apropia.

Y ojo, que la premisa no es mala, pero termina pecando de la excesiva subordinación a la obra de Orwell. Yo tuve la impresión de que muchas escenas no podrían existir o entenderse si no existiera 1984, lo que, desde mi punto de vista, le resta autonomía narrativa.

Con esto quiero decir que, si en lugar de colocar su distopía en el mundo de 1984, con personajes de 1984, y hubiera escrito una novela independiente con personajes propios y un argumento propio, quizás no nos descolocaría tanto la novela de Sandra Newman.

El lector, mientras avanza, quiere intentar alejarse de la original, pero apenas puedes. Hay unos cuantos aspectos que, insisto, desde mi punto de vista, afectan directamente a la novela, y el argumento que propone.

El primer aspecto es la ambientación.

¿Qué es 1984 y qué es Julia? ¿En qué mundo ocurren?

Hablamos de una distopía, un mundo donde el individuo ha perdido su libertad y pertenece a una colectividad abrumadora dirigida por un organismo impreciso y cruel que controla y altera hasta la Historia.

En 1984, desde el principio te colocaba en un escenario gris en la misma narración; no había concesiones. Se podía sentir la oscuridad de los interiores, el ambiente claustrofóbico de las habitaciones, incluso la tristeza y desolación de los exteriores con descripciones directas y concretas.

El cuadro del Gran hermano estaba mirándote en todas las habitaciones

“El vestíbulo olía a col hervida y a esteras viejas.”

“Era inútil tratar de coger el ascensor. Raras veces funcionaba y en esos días cortaban la corriente eléctrica durante las horas diurnas.”

“Fuera, incluso a través de la ventana cerrada, el mundo parecía frío. Abajo, en la calle, pequeños remolinos de viento formaban espirales de polvo y papeles rotos, y aunque lucía el sol y el cielo tenía un intenso color azul, todo parecía desvaído excepto los carteles que había pegados por todas partes.”

En Julia las pocas pinceladas de este ambiente se dilatan. Cuando llegan las primeras impresiones de esa ambientación tenebrosa que ayuda a recrear y vivir en esa atmósfera, ya estás inmerso en un lenguaje moderno y pretendidamente feminista. Es una novela donde hay como más frescura; falta el entorno gris y las descripciones tenebrosas que permiten asumir que vivimos en una distopía, y en esto se pierde vigor alegórico y hasta impacto político.

A ratos, mientras lees con atención, te hace reconsiderar la amenaza de los acontecimientos de 1984. Todo parece algo tonto, divertido y coqueto y parece restar gravedad al universo distópico.

 

El segundo aspecto es el tono.

Cuando expresé antes que, al llegar la oscuridad, ya estás en otra pantalla, tiene que ver con un lenguaje actual, que yo entiendo si quieres llegar al público contemporáneo, pero ese lenguaje explícito de la narradora de Newman, más “moderno”, y menos sutil que el de Orwell, resta fuerza argumental al horror del totalitarismo, pues se vuelve menos siniestro y más “familiar”.

Es paradójico que la novela se presenta como reinterpretación feminista, y no logra resolver ciertos clichés o reducir las tensiones de género. Como muestra les pediría que miren el uso de la palabra coño, en sus diferentes acepciones y variantes que terminan por ofrecer un supuesto feminismo que se basa en clisés del uso del cuerpo femenino que, más que ensalzarlo, lo cosifican.

La sexualidad como forma de poder femenino, cuando en ciertos pasajes parece caer en estereotipo (“mujer que seduce, mujer que manipula”).

Al final, el lenguaje gráfico y la sexualización distraen de la temática central.

Y el tercer y último aspecto tiene que ver con la propia coherencia entre el lenguaje narrativo y su base argumental.

Repito, estamos en una distopía, un mundo cruel, oscuro y manipulador desde un poder oculto que no sabemos donde está, pero lo controla todo. Pues en Julia, la lógica interna de la novela flaquea: la omnipotencia del Estado en “1984” está mitigada; la resistencia al estado, “la hermandad de los hombres libres” aparece con demasiada visibilidad, con un poder de confrontación que hace que el Gran hermano aparezca como un poder fácilmente destructible. El Gran hermano no es para tanto. Y el colmo de esta paradoja es el final.

Advierto, viene un spoiler.

Cuando Orwell escribió 1984, no sólo quería que fueras conscientes de los mecanismos de control de un estado totalitario, también quería que lo vivieras, que sintieras en tu piel, en tu cerebro, con toda la fuerza del raciocinio, la desesperanza de vivir bajo condiciones de una esclavitud moderna, que no parece esclavitud. Su final es desgarrador, inquietante, devastador.

En Julia la protagonista se salva, escapa del Gran hermano y se une a la hermandad de los hombres libres. Hay cielo azul, escape de la distopía, esperanza. Si lo analizamos bien, es otro mundo, se ha suavizado el efecto del golpe distópico puro de Orwell; Julia puede ser tomada de 1984, pero ni es 1984 ni es el mundo de Orwell.

Y puede que la novela Julia funcione como lectura. Quizá no pierdas tu tiempo leyéndola, pero cuando termines dirás: “bueno, bien escrita está”, pero pasarás a otra cosa sin que te deje huella.

 

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[1] George Orwell, In Front of Your Nose 1945-1950: the Collected Essays, Journalism and Letters of George Orwell Volume 4, 2. udg., Collected Essays (Middlesex: Penguin Books, 1978), 72.

[2] Ibid.

[3] Ibid., 73.

[4] Gordon Bowker, Inside George Orwell, 1st Palgrave Macmillan ed. (New York: Palgrave Macmillan, 2003), 389, http://catdir.loc.gov/catdir/toc/hol041/2003054854.html.

[5] Tom Hopkinson, George Orwell, Bibliographical series of supplements to British book news on writers and their work (London: Published for the British Council and the National Book League by Longmans, Green, 1955), 32.

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