No sé por qué me puse a ver Equilibrium, una película de 2002 de la que ni siquiera había oído hablar. Tampoco sé por qué conocí de ella. Quizás alguna referencia de las decenas de libros, podcasts o tertulias que consumo sobre cine.
No puedo decir que la ponga en un pódium de buen cine, pero creo que quizás merecía algo más de atención por su propuesta tan curiosa de presentar una distopía donde se han suprimido las emociones en el ser humano.
La idea es buena, la puesta en escena también y las actuaciones destacables, pero la película pasó sin penas ni glorias, probablemente porque en 1999 hubo un estreno que creó una especie de bandera en el género de las distopías en el cine: Matrix, de los (las) Wachowski. Las similitudes entre ambos filmes son tan obvias que mucha gente se debió sentir defraudada de “otro” Matrix, de menor complejidad estructural.
Sin embargo, mi deformación profesional me obliga –lo intento al menos– a un análisis objetivo, más allá de las cuestiones extra cinematográficas, y debo decir que merece mucho la pena sentarse a pensar en la cuestión.
¿Qué pasaría si se comercializara una vacuna que suprimiera las emociones para acabar con nuestras obscuras pasiones, la capacidad de sentir odio o rechazo hacia los demás, de provocar guerras, crímenes, etc. aunque para ello paguemos el mínimo precio de perder todo aquello que nos hace amar, disfrutar de una canción, un poema, una novela, un cuadro, un filme?
Parece hasta subversivo proponerlo en este mundo que parece dirigirse por otros derroteros donde las pasiones lo monopolizan todo y donde triunfan las emociones y no las razones en cualquier esfera de la vida, incluso hasta en la política, donde se supone que deberíamos ser más fríos.
Este tipo de paradojas en el ser humano siempre me hacen recordar otras, ¿matarías a varios por salvar a un conocido? ¿sacrificarías a un desconocido si salvaras a otros diez? ¿te vacunarías contra la posibilidad sufrir sin con ellos dejaras de amar?
Como un posible director de una película con una idea semejante yo hubiera dejado fuera las peleas de acción, los tiros, y toda escena que no me llevara a hacer reflexionar al espectador en esta proposición argumental, pero Kurt Wimmer, quien también escribió el guion, prefirió adoptar una cercanía al mundo Matrix, y su película resiente esa herencia.
Como sea, es muy placentero dejarse llevar por momentos concretos del filme como la epifanía de algunos de los personajes que, luego de muchos años usando la vacuna, descubre tras dejarla por primera vez, como puede llorar con un cuadro, un recuerdo, la Novena sinfonía de Beethoven, un lazo con olor a mujer o la simple caricia a un cachorro de perro.
Solo por esos momentos en que alguien descubre que las emociones más simples también tienen un lado complejo que puede ser racional, merece la pena adentrase en la propuesta de Equilibrium.