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Me dicen en el último vídeo que he dicho que el Planeta es el “máximo galardón de las letras hispanas”, y que al decir esto; ¿Dónde dejo al Cervantes? Y tienen razón. Esto necesita una aclaración importante porque usé una expresión que implica un acercamiento a lo financiero y no a la calidad estética o literaria.
Aclaro al asunto. Todo tiene que ver por cómo analices lo que te ofrece un premio, reconocimiento o seguridad económica. Para nadie es un secreto que ganar el Cervantes te coloca en un status intelectual y creativo, te ofrece muchas salidas profesionales y quizás no pocas perspectivas de abrir contratos, nuevas ofertas de escribir por un salario, etc. Pero necesitas saber que el jurado que lo analiza mira toda la obra de un autor, toda su creación desde que publicó el primer libro, hasta (quizás) el último artículo, y un detalle importante, en tu cuenta bancaria entran 175 mil euros, o quizás menos porque el estado español te va a freír con sus impuestos.
Al yo referirme al Planeta en el vídeo anterior olvidé decir que es el premio en español mejor dotado económicamente, para una novela. No existe un premio en lengua española que pague por una novela el millón de euros que entrega el Planeta. Y otra vez, te hago notar que en tu cuenta bancaria no va a entrar un millón de euros, tras los impuestos, pero entra una buena cantidad.
Si lo analizamos en detalle, el Planeta lo entrega una organización privada, El Grupo Planeta que, a su vez, está integrada en un conglomerado de medios de comunicación que responde al nombre Atresmedia, y en uno de los canales que posee trabaja el último ganador del Premio. Y sobre esto, ya no hay mucho que decir. A buen entendedor…
Sí, es más prestigioso el Cervantes, porque para llegar a él, tienes que haber sido propuesto por el pleno de la Real Academia Española de las lenguas, por alguna de las Academias de la Lengua de los numerosos países de habla hispana o por los ganadores del Cervantes en pasadas ediciones.
Ahora bien, si bien mi situación económica, no permite escoger premios de mil euros, casi prefiero el millón, que los 175 mil, pero oiga, si hay por ahí un premio que otorgue la mitad del Cervantes y quieren dármelo, que me avisen, que no haré ascos.
Y esto de los premios y cómo los entregan me sigue dando qué hablar. Me llama la atención el grito de mucha gente sobre la concesión del Planeta este año y el año anterior, que recayeron en dos trabajadores de la empresa que pertenecen al mismo grupo empresarial que convoca el Premio, pero que no tienen una obra reconocida como escritores, al menos, no con una calidad estética que les permita estar por delante de autores de valía que se presentaron al mismo galardón y ni siquiera fueron finalistas.
Y ese grito de muchos me hace pensar. ¿No somos nosotros, los lectores, en parte responsables de esto? ¿No somos nosotros los lectores, que hemos bajado nuestro nivel crítico, nuestra capacidad de distinguir lo óptimo de lo inservible? ¿No habremos bajado el límite de nuestro detector de mierda para acomodarnos a esa realidad trágica que describe Byung Chul-Han?
Arturo Pérez-Reverte escribió una vez (ya me han escuchado mencionarlo más de una vez) en su artículo “Estáis jodidos, Antonio” refiriéndose a su amigo el poeta y periodista español, Antonio Lucas, que su generación (la de Pérez-Reverte) ha tenido suerte de haberse formado sin determinados aspectos de la tecnología y la sociedad que le permitieron una formación más amplia y eficaz que la de generaciones posteriores, donde el consumo de literatura, la cultura y la práctica de la libertad son mucho más difíciles.
…sois demasiado mayores para ser crédulos y demasiado jóvenes para ser indiferentes. Ésa es la tragedia de ser lúcido en una generación que, ahora con un pie en cada orilla, fue sin embargo educada en la útil y noble biblioteca —Homero, Séneca, Cervantes, Montaigne— que ahora se desprecia o se destruye.[1]
Atención al comentario. “Estáis jodidos, Antonio”
Cuando propones a jóvenes de otras generaciones, libros que fueron- son-fundamentales, que instauraron un mundo, una nueva forma de contar, de mirar a la literatura, al ser humano, en no pocos casos se aturullan porque no pueden estar 10 minutos mirando a clásico silente sin atender el WhatsApp. O también que su formación actual entre la libertad moral, la ausencia de referentes clásicos y el exceso de bridas sociales que aumentan la censura, les impide entender, comprender y asimilar lo que significó en su momento Crimen y Castigo, el Retrato de Dorian Gray, o Madame Bovary.
Y bien, como sabes, hay literatura para todos y de todos los gustos. Hay detractores de muchos de los máximos exponentes de la literatura universal, como Dostoievski, Vargas Llosa, Gustave Flaubert porque estos detractores los creen aburridos, mientras engordan las cuentas bancarias de escritores de novela negra o romántica que no pasarían un mínimo control de redacción o análisis narrativo o estético hecho por ChatGPT o cualesquiera de las mal llamadas “inteligencias artificiales”.
“Estáis jodidos, Antonio”
Y no se entienda como una crítica. Hay espacio para todo tipo de obras, desde un librillo de 50 páginas hecho de citas o epigramas ingeniosos, (o no) hasta tratados de 600 páginas sobre el origen y uso de las frases idiomáticas o novelitas entretenidas de amor o crímenes, escrita con oraciones cortas y facilonas.
Como otras veces he comentado, da igual si te dedicas a la novela de género o a la literatura cultivada, el éxito y el fracaso son elementos que tendrás delante independientemente de si vendes mucho humo o si tienes una obra maestra de la literatura que se pudre en el servidor de Amazon. Por algún motivo, los ciclos comerciales cambian, y lo que hoy se vende como la última novedad, en 5 años puede ser lo que esté en el fondo de las estanterías de una librería. Y lo contrario.
Es algo preocupante, sin embargo, que el nivel del lector, haga que lo que triunfa, sea cada vez menos inteligente. Si te das un paseo por los diferentes sitios donde te hablan de lo más vendido, o si te fijas en las webs de descargas de libros (no siempre legales) te fijas como triunfa una especie de novela de amor, que ocurre en algún momento del pasado lejano o reciente y que se vende como histórico que, si lo analizas con las herramientas eficaces que detectan la calidad estética y narrativa, dejan en muy mal lugar al lector, a nosotros, los que decidimos lo que se lee.
Si nos venden como histórico ese tipo de novelillas románticas del montón, con personajes planos y predecibles, argumentos simples y narración tan insípida como la música de ciertas artistas Pop que se diferencian entre sí como dos gotas de agua, y encima aceptamos esa venta sin al menos, protestar, es que nos hemos vuelto estúpidos como consumidores.
¿Dónde queda el género histórico al que pertenecen, Sinuhé, el egipcio, de Mika Waltari? ¿Dónde la increíble novela Quo Vadis?, de Henryk Sienkiewicz? ¿Dónde Los idus de marzo, de Thornton Wilder o La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa?
“Estáis jodidos, Antonio”
Esto no es único en la literatura. Las series que más triunfan son las de telerrealidad, quizás no en números, pero sí en extensión. Hace unos años podías comprobar que lo que llamaba la atención era la ficción, ahora son famosos metidos en islas o escogiendo parejas, o bailando con máscaras o haciendo el tonto de mil maneras distintas.
No quiero ser catastrofista como Byung Chul-Han, con quien comparto el diagnóstico, pero no las causas ni la posible solución. Para él todo es un caos neoliberal, todos somos esclavos, la libertad no existe y el ser humano está destinado a colapsar bajo el auspicio del capitalismo.
Hay montones de elementos por los cuales estamos antes sociedades menos críticas, más permisivas, con gente que prefiere un totalitario de su ideología que un demócrata de la otra, pero quiero creer que la crítica que hago a este desbarajuste cultural y literario, lo hago desde un coche normal mientras que la crítica de Byung Chul-Han es desde un Formula 1 con motor de avión de combate.
Pero sí es cierto, quizás, que como dicen Helen Pluckrose y James Lindsay en Teorías cínicas[2] nos hemos dejado embaucar en teorías miles para explicar el mundo desde ópticas donde elementos que no son fácticos, que no son reales, que nos han impuesto en la postmodernidad social y política, que ya somos incapaces de alejarnos de ellos. Y si a ellos sumamos, la sociedad apática, vertiginosa y donde cualquier teoría mal planteada permite a iletrados presumir de una verdad que no existe, no es de extrañar que la ficción que triunfe, incluso más allá de los amaños y las autopromociones empresariales, sea una ficción endeble, acrítica y saneada de todo cuestionamiento filosófico o humano.
¿Tú que crees?
[1] Arturo Pérez-Reverte, «Estáis jodidos, Antonio – Arturo Pérez-Reverte», Zenda, junio 13, 2024, https://www.zendalibros.com/perez-reverte-estais-jodidos-antonio/
[2] Helen Pluckrose y James Lindsay, Cynical Theories: How Activist Scholarship Made Everything about Race, Gender, and Identity – And Why this Harms Everybody (London: Swift Press, 2021).