Muchas llaves para infinitas puertas

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blankTengo demasiadas llaves dando vueltas a mi alrededor. La de casa, la del portal, el buzón, y otras pequeñas que sirven para abrir maletas y decenas de candados que andan perdidos en decenas de lugares de casa. No ando con todas encima, sería insoportable, y al menos no tengo la del coche, que abultaría en exceso mi pequeño bolsillo.

Todas se podrían perder. No me preocupa en absoluto, se sustituyen. En la esquina de casa un tipo talentoso viene, mira lo que me falta y tengo una nueva llave. Yo no puedo fabricar llaves, no tengo el talento para hacerlas, pero soy muy bueno en encontrarlas.

Tengo otras llaves. No son las incómodas, como las que abultan los bolsillos, ni decenas como las que aparecen cada cierto tiempo dando vueltas por casa; son cientos de llaves que me han abierto otras cientos de entradas que no se ven, puertas en muros insalvables, en el primer paso de la escalada de montañas inquebrantables, en el inicio de caminos inexplorados.

La primera me la dio mi madre, que me enseñó a elevarme del suelo en un medio donde nacer con alas es el primer paso a la condenación. Me dijo: ¡vuela, no temas a las caídas, que siempre te harán arrancar con más ganas por segunda vez!  De ella aprendí –por moraleja– que la imaginación no tiene fronteras y –por contraste– que la inmortalidad existe a través de nuestras obras en esta vida.

No sé de dónde tengo esas cientos de llaves que no se ven. Quiénes me conocen saben que las tengo. Recuerdo la que me dieron una vez para la libertad, la que más aprecio. Una gran poetisa de nombre de guerrera (Maht-hild) que me acogió en su seno para recordarme que la libertad que buscaba iba a demorar por más que cambiara de ciudad.

La llave de la libertad, esa que me abrió un mundo que aún anhelo, pero cada vez está más cerca porque no dejo de buscarla.

Tengo una llave para el arte. No sé por qué la tengo, seguramente la encontré alguna vez mientras expulsaba el veneno que intentaba llenarme las venas y al que puse freno con Retrato del artista adolescente, The Kid, o En busca del tiempo perdido; La telaraña de Carlota, El principito, o los cuentos de los hermanos Grimm. Pero ahí está, abriéndome cada día las puertas de un mundo que me salva de las llamas de la ignorancia, y de la muerte.

Tengo varias llaves para el dolor, al que mantengo encerrado con una máscara de hierro en una mazmorra bajo siete puertas de acero para que no escape. A veces lo consulto, le pido opinión, le escucho, pero jamás gobernará en este feudo, mi medio ambiente, mi reino donde impera la felicidad, y la vida.

Tengo una llave para la sonrisa. Una llave que algunos me piden que tire porque no la necesito. No existe fatalidad que me quite la risa, y si existe está controlada. Acepto la contingencia que me intenta angustiar, la asumo como parte de lo que soy y de lo que vivo, pero no me impide la sonrisa. Como mucho, se aparta por un momento, pero luego vuelve radiante y luminosa haciendo luz donde pudo haber penumbras.

Tengo la llave del futuro. La que me dio la madre de mi hijo cuando lo trajo al mundo. Una mueca de tristeza en la cara de mi hijo pone barrotes a mi espíritu, pero luego su sonrisa me salva de los temores de la angustia. Mi hijo es la mejor llave de mi futuro, es el deseo de ser mejor para que me tome como ejemplo a seguir, no como modelo a evitar.

Me falta una llave. La he buscado, he mirado entre las sábanas, bajo las alfombras y hasta en el cubo de la basura. He buscado como un loco en las calles, ante el asombro de los paseantes, he amarrado las hierbas del parque como forma de someter al diablo a que la devuelva, hasta he mirado al cielo por si cae junto a la lluvia sin avisarme, pero sigo sin encontrarla. Creí que la tenía, juraba haberla visto alguna vez, pero ahora no estoy seguro, ya no recuerdo si la tuve, por más que estoy seguro de haberla visto alguna vez.

Entonces comprendo, ya recuerdo, tú la tienes. Me dijiste que tenías varias, que por algún motivo tu misión es darme una llave para que abra esa puerta: ¡la puerta de los sueños! He estado en esa habitación, pero a escondidas. Recuerdo haber entrado, pero a hurtadillas. A tientas robé sueños, los eché en un fardo, y luego los puse en estos textos para los que quieran encontrar los suyos entre mis argumentos.

Quizás por eso creía tenerla, quizá por eso estaba seguro de que la había perdido cuando en realidad no la he tenido porque siempre la has tenido en tus manos. Aquí estoy, esperando por ti para colgarla en mi pecho.

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