Treme. El resurgir del ave Fénix

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blankDe los valores que más aprecio en el ser humano es la capacidad de regeneración, esa aptitud que permite, luego de una profunda crisis, sortear todos los obstáculos y empezar de nuevo. Y lo admiro porque casi siempre cuesta. Es una situación deprimente percatarse que lo ganado salta por los aires y nos quedamos como estábamos al principio. Es una realidad sombría de la que muchos no logran salir.

Esta virtud del ave Fénix es lo que probablemente pueda blandirse como el principal argumento de la serie norteamericana, Treme, una de las apuestas más arriesgadas de la cadena HBO. Y reitero lo de arriesgada porque entre los valores que se le reconocen a las series de televisión es su agilidad, la rapidez del discurso, los diálogos directos que eviten que el espectador pueda pensar, y Treme es todo lo contrario.

La serie habla de una catástrofe, pero no del día de hacer esfuerzos para salir vivo de ella, sino del día siguiente, cuando hay que recoger a los muertos, y sobre todo, del día en el que se debe reflexionar en qué hacer cuando ya se han llorado y enterrado. El entorno es New Orleans, la catástrofe es el huracán Katrina y los obstáculos son reconstruir lo destruido en medio de la apatía y la desidia de las autoridades.

Uno de los entresijos que me gustaría descifrar es quién convenció al que patrocina esta serie, quién tuvo el poder de convencimiento para argumentar que una serie que no hace virtud de la frivolidad de otras, que tiene largos silencios reflexivos, que usa diálogos inteligentes, y una apuesta tan arriesgada por un género tan concreto y de minorías como el jazz podía ser un éxito.

Ya antes lo viví con The Wire, otra serie del mismo equipo de realización, o casi al completo. En ambas series lo que existen no son héroes, sino víctimas que tratan de sobreponerse, seres vivientes a los que no queda más opción que hacer algo, porque no hacer nada ya no es una opción.

Treme retrata lo mejor y lo peor de los seres humanos. Pone al descubierto la apatía del gobierno, la corrupción de las autoridades, la habilidad mal orientada de algunos hacia la maldad, el robo, la violación, el aprovecharse de la desgracia ajena, pero de igual forma, se muestra la palabra de aliento, la mano en la espalda, la virtud de otros para hacer el bien y conducir los problemas de otros como si fueran propios, y sobre todo la inmensa capacidad del ser humano de salir adelante a pesar de todos las trabas.

Si por algo la recomiendo, además de sus valores artísticos, es por demostrar eso: que no puedes detener tu crecimiento a la espera de que el gobierno, el vecino o quien quiera que sea el otro te saque de tu dilema. Los seres humanos estamos programados genéticamente para vivir en el Ecuador y los Polos, para extendernos desde la sabana africana hasta un helado rincón de la Siberia, para dejar detrás el dolor de la muerte ajena y deleitarnos por la alegría de la vida propia.

Esperar a que caigan las soluciones no está en nuestra historia de milenios y eso lo demuestra Treme, demuestra cómo se construyen caminos cuando la mala hierba crece, cómo se encuentran soluciones cuando los demás no quieren o no pueden ayudar, cuando las ayudas prometidas demoran, las subvenciones gubernamentales se pierden en unos pocos bolsillos.

Se puede criticar que los guionistas se centren en los desheredados por la suerte, los que tienen estorbos para lograrlo, los que no lo han tenido fácil cuando hay otros miles que sí han salido y sí lo han tenido fácil para sobreponerse luego del desastre. Pero esto es arte, y el arte de la ficción muchas veces intenta enseñar una moraleja del hundimiento, del camino emprendido hacia la victoria, pero no de la victoria en sí misma.

Creo firmemente que en todos los seres humanos existen las capacidades para mejorar interna y externamente. No creo en el tonto rudimento de que todos somos buenos, pero sí en la sublime idea de que todos somos capaces. Capaces para enfrentarnos a lo difícil, capaces para encontrar nuestra meta y misión como seres sociales y capaces para aportar algo útil a otros que lo necesitan. Treme no enseña dónde están esas capacidades, tan sólo nos las recuerda.

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