¿Yo? También de derechas, ¿y qué?

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blankUna polémica estúpida obsesionó durante semanas a las redes sociales e Internet en España. Algunos medios de comunicación tradicionales se hicieron eco de ella. Todo a raíz de una cantante española, Lourdes Hernández, más conocida como Russian Red, quien reconociera ante una pregunta nada inocente de un cuestionario, que era de ideología de derechas (yo la llamo demócrata liberal).

Las críticas que le han hecho desde la llamada izquierda (yo la llamo socialdemocracia) son de vergüenza: chaquetera, rancia, raca, cretina, y aquí lo dejo, porque me da vergüenza repetir otras más duras. La crítica más violenta dentro de sus colegas de profesión la hizo Nacho Vegas: «Las políticas neoliberales han dejado en la calle a familiares y amigos y han recortado derechos fundamentales a la mayoría de la gente. En esta situación no puedo evitar pensar que cualquiera que se declare de derechas ha de ser un cretino o un cabrón. O un potentado. Como en principio no tengo a Russian Red por ninguna de estas tres cosas, quiero pensar que no sabía muy bien de lo que hablaba».

Está claro, quien no repita el mantra iletrado del neoliberalismo opresor que cuchillo entre los dientes está a la caza de pobres para volverlos aún más miserables es malvado o ignorante.

Mi pregunta es simple:

¿Se puede tener sensibilidad, se puede estar preocupado por los problemas sensibles del mundo, el hambre, las desigualdades, el desempleo, y ser de demócrata liberal (de derechas, para los que lo prefieran)?

Para que la pregunta sea normal, para que no haya ignorantes o sectarios que respondan con un rotundo NO a esta pregunta se debería poder formular desde un contexto que no sea a su vez sectario. Me explico. En Estados Unidos, Francia, Alemania o Suiza no tendría sentido esta absurda pregunta, porque los ciudadanos han asimilado como normal que haya diferentes formas de llegar al mismo objetivo: el mejoramiento de toda la sociedad.

Pero en sociedades polarizadas, en países donde las desigualdades sociales son amplias, una democracia joven e inexperta, o donde la política no es (como debería serlo) un aburrimiento de muerte, esta pregunta enciende los más absurdos debates. Por supuesto que no todos los supuestos tienen que cumplirse en un mismo país.

Si a mí, como a Russian Red, me hicieran una pregunta tan cerrada, respondería lo mismo: “si tuviera que decantarme, de derechas”. Pero esto es algo más complicado que sólo una pregunta de un cuestionario, porque reconocer que tu ideología no es comunista, socialista o socialdemócrata hace que muchos te sumen a una obscuridad de pensamiento que ellos dicen no vivir. Y sobre todo puede cerrarte muchas puertas, dado que muchos sectarios (en puestos con poder) parecen no comprender que consumir sólo lo que afianza nuestras propias convicciones nos termina fanatizando.

Pongo sólo un ejemplo: no soy católico, ni siquiera soy creyente, me educaron como ateo, con el odio más extremo hacia la religión (“La religión es el opio del pueblo”, Carlos Marx dixit), y sin embargo, no soy ateo, más bien agnóstico rayando el escepticismo, sin fe religiosa y un pensamiento abierto a nuevas ideas. Pero sucede que hoy en día tengo más amigos católicos que ateos o agnósticos, lo cual me dice que ni mis amigos (los que lo son de verdad), ni yo mismo, somos ni pretendemos imponer nuestras creencias al otro. Igualmente algunos que se consideran a sí mismos de derechas me negarían la cercanía ideológica porque no soy creyente y conservador.

Tampoco soy socialdemócrata, lo fui por tradición, y no volvería a serlo, por convicciones profundas que he aprendido en mi camino por la vida, pero mira por donde tengo más amigos en la llamada izquierda que en la democracia liberal. De hecho tengo amigos de los que ni siquiera sé su ideología, y ni me importa saberlo. Pero tuve amigos que me alejaron cuando supieron o intuyeron que mi pensamiento tiende más hacia la democracia liberal. Lo lamento por ellos porque sigo siendo el mismo al que le reconocieron algunas virtudes cuando se acercaron, pero ya no me soportan por las ideas que ellos profesan.

Digo más. Precisamente porque mi ideología es demócrata liberal es que me preocupan los problemas sociales y económicos del mundo. Negarme el derecho a estar preocupado por la niñez en África o América Latina, los derechos de la mujer en Medio Oriente o la falta de libertades en países totalitarios porque no soy socialdemócrata, es de un sectarismo y una falta de tolerancia que no entendería si no conociera la tendencia autoritaria de gran parte de la socialdemocracia. No olviden que vengo de un pensamiento socialdemócrata: leí a Marx, Lenin y Galeano, pero también a Friedman, Berlin, Smith o Hayek; lo cual no pueden decir muchos socialdemócratas.

En sentido social, en mis textos de ficción, en mis novelas o cuentos, algunos me intentan acercar a la socialdemocracia, porque todos los problemas humanos, desde el no poder comer hasta el no poder pensar, me quitan el sueño. Pero es absurdo creer que estos son sólo indagaciones de un izquierdista. Quien así lo cree es lo que David Mamet llama  «izquierdista de encefalograma plano».

Russian Red ha tenido que explicarlo: «Me parece evidente la carencia total de contenido político que hay en mi música. El único indicio de moralidad que aparece en mis canciones es la importancia que tienen en mi vida las relaciones personales». Es como si hubiese necesidad de explicar nada. Si sus canciones no son políticas, bueno, y si lo fueran, bueno igual, ¿acaso hay que justificarse moralmente por no ser de tendencia socialdemócrata?

La diferencia es que en sentido económico, en la forma en que yo combatiría los problemas ajenos que me afectan o preocupan, soy más de tendencia demócrata liberal, porque aquí sí hay diferencias.

En economía soy liberal en sentido europeo, no americano. Creo en el esfuerzo individual, en la iniciativa privada, en la competencia entre iguales. Si pudiera haría desaparecer al Estado, pero no soy anarquista, y creo que el Estado es ahora un árbitro que vela para que se respeten las reglas del juego social. No sé en el futuro, pero ojalá no existiera.

Creo en el poder corrector de los mercados, que a lo largo de la historia han demostrado ser menos injustos y menos imperfectos que los Estados, porque creo sinceramente que no tienen ideología definida, ni intereses concretos porque lo forman gente de todas las ramas de la sociedad. En el mercado están el gran banco o la empresa de telefonía que tiene sucursales en montones de países, pero también el bar tender que juega unos ahorros en la bolsa o el abogado de clase media que se hizo de dos hipotecas en las vacas gordas y con ellas especuló hasta hacerse rico con la venta de una de ellas.

Creo que cuando el Estado se convierte en algo más que un árbitro y ponemos todo nuestro capital en sus manos comete injusticias más sonadas y amplias que el mercado. La historia demuestra que allí donde se han dejado las soluciones en manos del Estado ha derivado totalitarismo. Porque el estado puede ayudar a que se respeten las reglas, pero es el peor gestor de ellas. Cuando los estados pretenden la igualdad y no la logran, reprimen al que destaca para obligarlo a ser igual.

Pero no todos somos iguales ni tenemos el mismo talento. Si sirvo sólo para teleoperador no podré ser nunca corredor de bolsa. Pretender que todos tengamos el mismo bienestar material lleva al estado a reprimir a todo lo que se salga de esa tendencia: la tendencia al igualitarismo que siempre ha terminado en pobreza.

Pero, por favor, ser demócrata liberal no quiere decir ser militante de ningún partido. No me intentes etiquetar ni cortar las alas haciéndome militar en partidos o ideologías concretas. Primero, porque en España no existen partidos de ideología liberal. Alguno se acerca, pero como la trova es música igual que el Reggaetón.

Y sobre todo, porque soy un amante de la libertad por sobre todas las cosas. Ningún partido político o ideología concreta encierra todos los deseos, proyectos o anhelos que tengo. Tomo de unos y otros en función de aquello que más útil es al objetivo común de los que me rodean: mejorar la casa donde vivimos, no someter al del otro cuarto porque tiene ideas contrarias.

Y en una democracia, como en la que vivo ahora, puedo votar hoy al partido que más se acerque a las ideas que tengo: sea de tendencia demócrata liberal o socialdemócrata. A fin de cuentas lo que me interesa es que gestione bien el dinero que me obliga a poner en sus manos cuando está en el poder, y no se meta en mi vida privada por más rico que me convierta. Hasta ahí podíamos llegar.

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