Soy usuario persuadido de Apple. De los renegados que luego de probar su tecnología se convenció de que esta compañía nos abrió puertas y nos creó necesidades que ni siquiera sabíamos que tendríamos alguna vez. Hasta probar el Iphone 4 creía que otra marca de teléfonos que usaba era mejor, pero el creador de Apple, Steve Jobs me abrió un horizonte que yo me negaba a ver entonces poniendo en mis manos un aparato tecnológico que hacía maravillas que otros hacían peor o a medias.
Creo que hoy es diferente. Como el que inventó la rueda nos abrió el camino al transporte rápido hacia otros sitios, Steve Jobs, con el sueño del empresario que sabía que podría ganar dinero con una idea que tenía que llevar adelante, nos abrió el mundo de Internet a nuestra mano a través de un aparato sin botones que actualmente ya otras compañías fabrican, incluso mejor que Apple.
Pero sin la idea originaria, sin la capacidad previsora, sin el dinero para emprenderla y un sistema económico que no impide a quien quiera ganar dinero por su cuenta, hoy Samsung no tendría la familia Galaxy y su insuperable Samsung Galaxy SII, ni LG tendría la familia Optimus, ni Nokia el impresionante E7.
Jobs tuvo la capacidad de anticipar en su privilegiada cabeza un proyecto para ganar dinero abriendo horizontes inexplorados a la mayoría de la gente. O sea, hizo lo que han hecho Bill Gates (por más que sea su rival y a algunos les incomode), Amancio Ortega, Mark Zuckerberg, Larry Page y Sergey Brin y un largo etcétera que no cabría en esta página.
Ganar dinero con una idea que un sistema socioeconómico permite poner en práctica. Esto suena a capitalismo, ese sistema odiado por tantos de los que ahora elogian a uno de los mejores exponentes de él. Que nadie nos engañe: Steve Jobs es un empresario, un tipo que ganó dinero a espuertas con su sueño, pero es un capitalista: un agente económico que posee o controla medios de producir riqueza. Y por eso es grande, por eso es un genio, porque lo hizo con una idea que nos abrió puertas atractivas y útiles mientras se hizo multimillonario con nuestro dinero que nosotros gustosamente le dejamos por lo que nos ofrecía.
Si Jobs hubiese nacido en Cuba habríamos perdido la posibilidad de alabar a uno de los mejores exponentes de lo que el liberalismo, de lo que el Capital puede cuando tiene un medio que le permite crecer.
En Cuba, para empezar, habría sido difícil que una madre soltera y estudiante no se hubiese hecho un aborto donde es usado como método anticonceptivo. Si este obstáculo hubiese sido sorteado, probablemente habría terminado la carrera de ingeniero (perdiendo su talento en las aulas) porque no tendría mucho que hacer fuera de ella, y la presión social lo habría obligado a mantenerse en la universidad.
Si hubiese tenido suerte su privilegiada cabeza lo habría puesto en el camino de trabajar como informático jefe de algunos de los centros de investigación cubanos donde habría muerto trabajando para el gobierno de los Castro y siendo un desconocido para el resto del mundo. En el mejor de los casos, y esta es una probabilidad más que factible dado su espíritu libre e inquieto, habría viajado a una convención al extranjero donde se habría quedado para no regresar al régimen castrista.
Su vida entonces habría sido muy diferente porque habría tenido que ganarse la vida como teleoperador o ayudante de cocina donde le habría llegado la muerte si no hubiese tenido la suerte de poder demostrar que por ser extranjero no es inferior, y que su talento le permitía abrir puertas para ganar dinero por su cuenta.
La otra opción habría sido que en Cuba, sin dinero para emprender su idea, ni banco que lo financiara, ni capitalista con dinero con viera negocio en ello, se habría convertido en profesor de alguno de los llamados Centros de computación, y quizás su talento habría sido usado como Hacker, para intentar ofrecer ilegalmente (ganando dinero también ilegalmente) la libertad informática que el gobierno cubano niega a sus ciudadanos.
Así que seamos serios, sin dar esa imagen de santo que ofrecen algunos, encumbremos a Steve Jobs como el ejemplo de lo que se puede en el capitalismo: ese sistema que permite que un ser humano con una idea bonita y extraplanetaria pueda ganar dinero hasta hacerse millonario ofreciendo algo que el resto de la gente necesita.
Me satisface que los críticos del capitalismo alaben a uno de los mejores ejemplos de las posibilidades que ofrece a un ser humano visionario el sistema que ellos odian. Bienvenidos a la sensatez. Aunque sea a medias. Sin Jobs quizás no habría Apple. Sin capitalismo tampoco.
Héctor, no es políticamente correcto hablar mal de quien todos a una hablan maravillas, con poderosas razones; ya llegará el tiempo en que Apple y todos sus millonarios y todo lo que esto representa (bien representado, valga la redundancia, en el espíritu que Steve Jobs le imprimió) sea un material perfecto para los antisistema («capitalista», se sobreentiende), los resentidos ideológicos, y los tontos útiles del populismo. Creo que puede verse, ese regreso a medias a la sensatez de que hablas, como un respeto por los difuntos, un tabú -si quieres-, que durará lo mismo que el cirio…
No vería yo aquí otra cosa. Pues es bien sabido que aquellos que atacan a Sony, A McDonald, a LG, a Telefónica, a Samsung, y a tantos otros iconos del capitalismo si obtienen algún beneficio, placer o comodidad proveniente de estos gigantes es simplemente porque no les queda más remedio, porque es parte de la condena, digamos. Son tan malos (estos empresarios capitalistas) por eso mismo: porque nos acomodan, nos acostumbran a lo bueno, a lo funcional, a lo barato, etc., y ya se sabe cómo es la naturaleza humana: todo lo contrario (o también lo contrario).
Así que si Yoon-Woo Lee, o Gee-Sung Choi, o cualquier otro de los directivos o técnicos de Samsung -pongamos por caso- hubiesen nacido en LA OTRA Corea y no en la COREA CAPITALISTA, estaríamos ahora muy felices sin codiciar como locos la nueva Galaxy, y a lo mejor el pueblo norcoreano podría beneficiarse de la inteligencia de estos hombres para paliar las hambrunas o construir el arma nuclear definitiva que barrería al capitalismo de la faz de la tierra.
Los enemigos de esta última idea, que duda cabe, son Steve Jobs (q.e.p.d.), Mark Zuckerberg, Bill Gates, y, en general, cualquiera que disfrute comiéndose una McDonald (o se imagine llegar a beberse, algún día, una coca-cola).