Una de las situaciones más importantes en la vida es descubrir que, además de nuestro trabajo diario, ese que sirve para llenar la olla y mantener la hipoteca, tenemos talento para otra cosa.
Joan Manuel Serrat tiene una canción –A usted, se titula– en la que invita a cumplir esos sueños que la vida nos obligó a dejar atrás. Quizás el único pero que pondría a esta canción tan ingeniosa es la imposibilidad de congeniar ambas cosas: el trabajo que nos permite vivir y el deseo de aquel sueño que nos podría dar de comer, aunque no necesariamente.
La alabada película Up in the Air, dirigida por Jason Reitman, el mismo director de Juno, aborda desde otro punto de vista este mismo tema.
El triunfador nato, interpretado con suficiencia por George Clooney, el tipo que se pasa el año viajando, dando conferencias, con cientos de tarjetas de crédito en sus bolsillos y con una meta clara sobre lo que quiere para su futuro: llegar a las 10 millones de millas de vuelo.
La película llega en un momento adecuado, en el que mucha gente se pregunta sobre las razones, motivos y consecuencias de la crisis. Este triunfador es un hombre frío, con un trabajo ingrato y complicado, despedir personas.
Su vida, tan perfecta para él, tiene fallos emocionales ocultos que salen a la luz a raíz de varios hechos familiares y personales que le permiten descubrir facetas desconocidas de su vida, aspectos sentimentales que le hacen tomar decisiones que podrían afectar el futuro tal cual lo ha planificado.
Por momentos esta historia de Up in the Air me recuerda aquella película que se llama The Visitor; la historia de un don nadie que descubre su interés por la música a través de un inmigrante ilegal al que hospeda por un error en su casa.
Ambos personajes son triunfadores, con salarios altos, vidas seguras y solitarias. Uno está contento con la forma en que encara su futuro, el otro se aburre, pero en ambos existe ese momento en que todo se descoloca en sus cabezas dejando al descubierto aquello que les faltaba para sentirse completos.
Quizás a Up in the Air le sobra previsibilidad. Es casi de manual lo que va a suceder cuando entramos en el argumento, pero no deja de darnos una interesante reflexión sobre la vida, sobre aquellos anhelos, deseos o ideas que tuvimos o tenemos y que se quedaron en el deseo, el intento o simplemente en el reino de los sueños.
Pero sobre todo nos da una interesante lección sobre la importancia de escoger bien nuestros objetivos porque corremos el peligro de alcanzarlos. ¿Y después qué?