Con el cerebro atrapado en el enfado

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blankFusilar a todos los políticos, desconfiar de todos los hombres, sospechar de negros y árabes, no demostrar cariño a las mujeres, los blancos no saben de esclavitud. Muchas de estas ideas las podrás leer o escuchar en redes y hasta en algún medio de comunicación.

No suelo preocuparme por estas cosas. Cada cual expresa las ideas que quiere, aunque haya ideas que no merecen la más mínima fuente de expresión. El problema sigue siendo la atención que da mucha gente a estas opiniones de brocha gorda.

El enfado y el resentimiento como forma de avanzar por la vida es una pérdida de tiempo; o quizás no tanto. Existen tantos seguidores del cabreo general, tantos intolerantes de casi todo, que da igual la marrachada que digas, tendrás mucha gente dispuesta a apoyarte y jalearte, por lo general desde cierto anonimato en las redes de Internet.

Y lo que es peor, existe toda una legión de motivadores personales que ensalzan las virtudes del odio y el cabreo como fuentes esenciales de desarrollo personal. No serás mejor persona si no odias, no avanzarás en la vida si no te enfadas contra todo lo que puedas,; así te alientan.

Hay gente maravillosa, capaz, llena de vida y exigente con la expansión de sus derechos que, al mismo tiempo, niega ese derecho a otros que no piensan igual. Hay demasiadas personas que cuando te acercas creyendo que hay algo que compartir te provocan una decepción irrefrenable cuando la mitad de su discurso diario navega entre “no soporto a…” “detesto a…” “abajo los…” “que se joda…”

Hay cosas que merecen odio, sí, pero hacer de ellas el centro de tu vida es un desperdicio del talento que podrías tener. Lo más probable es que vivas con el cerebro atrapado en el enojo dejando de lado cosas útiles que podrían acercarte gente y abrirte puertas.

Y a mí no me hagas caso, probablemente tengas tú razón y yo sea un inútil sin sentido al que quizás es mejor no prestar demasiada atención. Tampoco la pretendo.

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