¿Dormir o no dormir? Esa es la cuestión

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blankAlguna vez me preguntan cómo llevo esto de la literatura y el tiempo, que nunca es suficiente para casi nada. Mi respuesta escandaliza a más de uno: le robo horas al sueño. La gente nunca está dispuesta a quitarle horas al sueño, prefieren estar hasta la hora que sea en la cama creyendo que es la única forma en que el cuerpo recobra fuerzas y descansa cuando los estudios científicos demuestran que no es así.

Descansar es, según los neurocientíficos que pasan años analizando el sueño con voluntarios, la función menos importante del sueño, porque hasta despierto se puede descansar. Mientras estamos en cama, creyendo que estamos completamente desconectados del mundo, nuestro centro de mandos corporal, el cerebro, está haciendo de las suyas.

Durante el sueño se reduce la sen­sibilidad a los dolores producto de lesio­nes, aumenta la leptina, hormona que bloquea el apetito, lo que, dicho con cierto reparo, hace adelgazar, se segrega la hormona del crecimiento, la misma que cura las heridas, renueva la piel y regenera órganos y músculos. De la misma manera defensas inmunológicas se afanan a destajo para producir anti­cuerpos. La prueba de todo esto es que el ahorro de energía durante el sueño es despreciable: apenas 50 calorías menos que durante la vigilia.

Pero aún más importante, dormir y soñar son, para las neuronas y las sinapsis (los puentes entre ellas), un entrenamiento indispensable para aprender y fijar los recuerdos.

Howard Nusbaun, coordi­nador de un estudio sobre el sueño de la Universidad de Chicago confirma esta teoría con 200 voluntarios obligados a ejecutar determinadas acciones con un videojuego. Tras 12 horas la mayoría había olvidado lo aprendido y sin embargo, al día siguien­te, después de una noche de sueño, recuperaron los recuerdos y la destre­za. «El sueño afianzó lo que parecía perdido.» explica Nusbaun.

El estudio, junto a otras investigaciones, intenta además una explicación. Se aprende más cuanto más despiertos estamos, es decir, a través de la experiencia, parece obvio. Cuanto más aprendemos, más se refuerzan los correos entre las neuronas, es decir, las sinapsis, pero si no durmiéramos y estuviésemos todo el tiempo aprendiendo, las sinapsis colapsarían porque crecerían indefinidamente.

Así que la función del sueño es, además, establecer un balance del cerebro atenuando la intensidad de las sinapsis. Dicho de otra manera, se establece una teoría de la evolución neuronal, las sinapsis más fuertes sobreviven, las más débiles desaparecen, afirmando los recuerdos sin colapsar el sistema.

Lo más interesante de todo esto es que al final, dormir más no es bueno como sostienen la mayoría de las personas, como tampoco lo es dormir de manera escasa. Entre 6 y 9 horas es más que suficiente, en función de las necesidades de cada cuerpo. Más o menos de esta media puede ser motivo de reducción de la esperanza de vida, sobre todo por enfermedades cardiovasculares, aunque también por otras causas. Y otro elemento bastante curioso es que la media de sueño ha disminuido desde hace un siglo en aproximadamente una hora. Es decir que dormimos una hora menos que nuestro bisabuelo que oyó de un tal Lenin que había hecho una revolución en Rusia. ¿De quién es la culpa? Pues los de siempre: Internet, el móvil, la televisión, el DVD. Vivimos en un mundo donde todo está siempre encendido.

En cualquier caso, no hemos muerto por ello; muy al contrario, hemos aumentado la esperanza de vida con respecto a Lenin y sus contemporáneos. A mí, por lo pronto, me basta con el mínimo necesario para que no se me parta el corazón. Lo que sí no estoy dispuesto es a perder el tiempo en la cama más allá de lo que el cuerpo necesita, mientras una hoja en blanco me espera en las mañanas.

Fuente: Fundación nacional del sueño (http://www.sleepfoundation.org)

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