En estos días he recibido la reprimenda de un amigo cubano que todavía vive en la isla por hacerme eco de la Movilización General Web del 1 de junio por la libertad para los presos de conciencia y el acceso libre a Internet en la isla. Asumí sus críticas porque creo que tiene razón en varias cosas que me dijo sobre la manipulación de los medios de comunicación de todo el mundo pero me sorprendió el tipo de argumentos que usó para desacreditar la idea de que en Cuba no existe acceso libre a Internet.
Entre otras cosas me pidió menos análisis ideológico y que a la hora de hacerlo analice primero todas las versiones y no sólo las que usa la prensa fuera de Cuba, cosa que me sorprendió porque le dije que yo tenía acceso a la prensa de Cuba pero le pedí que me mencionara los medios extranjeros a los que él tiene acceso y la respuesta fue una panorámica general, sin mencionar medios. Me temo que es porque podrá acceder a los de izquierda.
De la misma manera me dijo que tenía acceso a Internet de alta velocidad y había viajado a varios países extranjeros, desmintiendo sin decirlo expresamente, los argumentos de que en Cuba no hay libertad para salir al extranjero ni existen restricciones a Internet.
El caso de Pánfilo, el gracioso borrachín de barrio que dice la verdad por su propia inconsciencia, ha dejado sin argumentos a mi amigo. Este antiguo marino mercante, convertido en un pobre alcohólico por las circunstancias, ha dado la vuelta al mundo en un vídeo de Youtube gritando lo que susurran la mayoría de los cubanos en sus casas: “aquí se necesita jama” (comida). Fue un arranque visceral, sin pensarlo, sin analizar las posibles consecuencias a su vida dentro de una dictadura que no admite las voces discrepantes. La mayoría de los cubanos no saben ni sabrán quién es Pánfilo, quizás nunca lo sepan, pero su grito de hambre ha removido algunas conciencias fuera de la isla.
Lo primero que debería decir de mi amigo es que es profesor universitario, y tiene Internet en su trabajo, lo cual es jugar con ventaja porque tiene algo que no tiene la mayoría de los cubanos. Me atrevería a decir que el 90%, pero me inventaría la cifra. Su trabajo le permite acceder a Internet y salir de la isla. Pero siempre con el estatus de visado profesional, una figura que permite viajar en representación del organismo que paga y tramita la visa, que es decir en Cuba, el propio Estado.
Las preguntas son, ¿podría hacer lo mismo, como hago yo, si quisiera hacer un viaje como turista a cualquier otro país? ¿Podría ir mi vecino, o el propio borrachín Pánfilo, a una empresa de las que ofrece Internet (en Cuba lo ofrece sólo el estado) y solicitar que le pongan la línea en casa y tener acceso libre a la red? Mi amigo sabe que no, pero la respuesta invariablemente sería la que oficialmente puede darme él y que viene dada desde los medios de comunicación de la isla, todos en manos del propio estado: el bloqueo impide que la economía marche mejor y la desinformación de los medios extranjeros, que mienten sobre Cuba no pretenden ayudar a la revolución si no destruirla.
Miremos por favor, las consecuencias que ha traído la fama repentina para Pánfilo. Se ha visto obligado a desmentirse, decir que no ha cobrado nada por su grito de hambre, admitir que ha tenido visitas de la seguridad del estado para intentar intimidarlo. Y sí, lo han intimidado, ¡y de qué manera! Observen el miedo en sus gestos, el reparo que pone midiendo sus palabras, la insistencia en negar haber recibido dinero.
Y es que por desgracia las disidencias en Cuba no están permitidas. Las críticas son vistas como enemigas, los que se buscan la vida escribiendo o haciendo declaraciones para medios diferentes a los del estado son acusados de agentes del imperio, pagados por la CIA o cualquier otra barbaridad.
Casi ningún cubano, ni siquiera los más informados, como mi amigo, conocen las propuestas aglutinadoras y de unidad nacional de Oswaldo Payá Sardiñas, ni del Movimiento Cristiano de Liberación. Ninguno sabe que los disidentes cubanos piden ser tratados como la oposición democrática de cualquier país libre. No saben que el llamado proyecto Varela, que pide un plebiscito para que los cubanos decidan si quieren seguir construyendo el comunismo en la isla, es democrático y ajustado a la ley cubana actual. Saben de este proyecto por las circulares del propio gobierno cubano que lo presenta como una iniciativa de una supuesta mafia de cubanos en Miami que pretende sumir al país en la pobreza. Los disidentes cubanos son vistos por la gente de la calle más bien como entes extraños, que reciben dinero de los Estados Unidos, que sueñan con una intervención del vecino del norte y que quieren lo peor para la isla en la que viven.
Esta es la triste realidad del país que dejé atrás en 2002. Imaginen el poder de presencia del estado en las vidas de los ciudadanos cubanos. Imaginen su fuerza y su poder que se toma el trabajo de intimidar a este borrachín de barrio, un pobre miserable que lucha por la supervivencia entre el alcohol y la vida sin libertad, y que ha descubierto de la noche a la mañana que su celebridad por gritar lo que podrían decir un haitiano o un dominicano (por ir a los extremos y no mencionar las democracias americana o sueca) en su países, es un peligro para esa gran revolución que pretende crear al hombre más libre del mundo. Esa Cuba libre que pretenden enseñar al mundo deberían buscarla en los bares porque es donde única y extrañamente se encuentra.
"Los hombres mueren, el partido es inmortal", Decían algunos carteles en las calles de Cuba en los 80. ¡Imagínate!