Me gustan los experimentos artísticos. Soy de los que pone alertas los sentidos ante un disco de boleros con voz de cante flamenco y música tintada de jazz, o ante una película que rompa patrones sagrados y establecidos por el arte para crear todo un movimiento, me detengo ante un libro escrito con la suficiente genialidad como para convertir una historia intrascendente como la rebelión de un puñado de pobres fanáticos en Brasil en una de las novelas fundamentales de la literatura.
Sin embargo también soy de los que por saturación termina renegando de un buen proyecto. Las copias, si son buenas, las aplaudo, pero siempre dejando claro que son eso: simples copias. Por eso al saber que se estrenaba un filme con una historia contada completamente desde el interior de un ataúd supuse que ni siquiera intentaría verla.
Pero no, me equivoqué, la vi y salí con buen sabor de boca de la experiencia. Nunca antes había usado el adjetivo inquietante con tanta seguridad; nunca antes había salido con una sensación tan turbadora de un experimento artístico.
El hecho de que ocurra completamente, toda la historia, en la oscuridad de un ataúd no resta ni un poco de interés por el argumento. El espectador queda atrapado en la sensación de querer saber cómo termina todo y para ello no pierde un momento del metraje del filme por si acaso se pierde algo que pueda ser importante.
En el arte el método, la forma, la técnica debe estar sometida a la historia que cuenta. Aquí Rodrigo Cortés, tuvo la valentía de atreverse con una historia difícil, pero buena, y la genialidad de someter las técnicas cinematográficas al argumento. No se dejó vencer por la idea de hacer sólo un experimento, sino una buena película.
No sé -tampoco sé si quiero saberlo- si los civiles que ayudan a las tropas americanas en zonas de guerra son dejados de la mano de Dios como la película propone. Me gustaría ver los conflictos del otro lado, del oficial de la CIA que tiene la responsabilidad de salvar la vida de un secuestrado americano. Pero esa sería otra película, problamente bastante mala.
No pocas veces los pequeños hechos son los que dan la medida de los grandes conflictos. Por eso nos conmueve más la historia de una mujer o un niño con nombres y apellidos que desaparecen que las escalofriantes cifras de desaparecidos en el mundo, el conflicto del soldado que hace reventar una granada en la guerra de Angola porque su esposa en Cuba lo abandona que las imágenes generales del conflicto.
Buried (literalmente enterrado en español) es más que un experimento interesante, es una buena película, de esas reflexivas que no tienen ideología, que afectan conflictos humanos universales. Es Buried (Enterrado) la metáfora de olvidado. Un hombre abandonado, olvidado, literalmente enterrado por los que deberían preocuparse de él. Lo dicho, inquietante, turbadora, pero muy buena.