Empiezo con una frase bastante rotunda pero en la que creo con total seguridad. Si la mejor película del cine español del 2008 es Camino de Javier Fesser y que ha sido multipremiada en los Goya, pues muy mal anda encauzado el cine español. Tengo que empezar por reconocer que no es precisamente la filmografía de este país una de las que más me atraiga, pues adolece de muchos lastres ideológicos que terminan por empantanar los mejores proyectos cinematográficos y, sobre todas las cosas, hay dos elementos que se repiten hasta la saciedad en el cine que se hace en el país ibérico que ya agotan al que pretende ver un cine más interesante: el exceso de provocar (puede ser con escenas de sexo o crítica social) y la pretensión de un cine comprometido que termina por aportar películas aburridas y estéticamente poco profundas.
El caso de Camino, que al menos no tiene sexo, pero que termina por repetir, más o menos de la misma forma, los defectos que aquejan al resto de la mayor parte del cine español.
Es una película con un trazado de personajes subjetivo y esquemático, que a veces parecen hablar con consignas más que con diálogos medianamente trabajados. El guión es predecible, lleno de inconsistencias que impiden comprender el argumento final de la obra fílmica.
No hace falta conocer la historia real que da origen a esta película para predecir cada una de las soluciones a las situaciones argumentales –por decir algo– que imagina el director.
Quizás lo peor es la manipulación ideológica que intenta en una especie de historia paralela de carácter fantasiosa y muy poco creíble –incrementada por la mala actuación de la actriz principal– en la que reina la anfibología sobre el mensaje del director.
En fin, una película que engañará a muchos bobos como lo hizo la hollywoodense Titanic, que llorarán –si se creen la historia– con un excesivo dramatismo que intenta ocultar los defectos ganándose al público menos exigente. Triste pero poco creíble.