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Escuchaba el programa Le Book Club, de France Culture. Concretamente la entrevista a Gisèle Sapiro, directora del Centro Nacional de Investigación Científica de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. El título de la entrevista, Comment devenir un écrivain mondial ? viene a propósito de su libro Qu’est-ce qu’un auteur mondial? donde explica algunas de las contradicciones actuales de la creación literaria en el mundo de las redes sociales y los medios de comunicación masivos.
En un momento determinado Marie Richeux, la directora del programa, le apunta a la socióloga y académica universitaria una contradicción entre la hipótesis de su libro sobre la exposición pública del escritor, y la soledad creativa propuesta por Annie Ernaux en el discurso del Premio Nobel de literatura. Sapiro argumenta que la supuesta contradicción no existe y se explica, con bastante eficacia y lucidez, pero ya no pude dejar de reflexionar sobre esa paradoja entre una académica universitaria y una escritora.
Me han escuchado muchas veces afirmar que los escritores narrativos debemos “desconfiar” de las opiniones de los críticos que no crean ficción o que conocen de oídas y soslayo la labor creativa de ficción; más incluso, cuando son académicos universitarios, aunque incito a la sospecha por motivos profesionales y no por lo que, quizás, estás pensando.
Vamos a una verdad irrebatible: es imposible evitar la crítica. Si crees que ese es tu problema, no escribas. Que tu novela sea sometida al juicio público para alabarla o desacreditarla es normal, es parte de la lógica de existir y debes acostumbrarte a ello, te guste o te desquicie. Y yo recomiendo no reaccionar a ella, no sirve de nada. Si tu libro tiene la suerte de ser leído por diez, cien, mil, un millón de lectores, tienes a la vez, diez, cien, mil, un millón de críticos, porque cada mirada sobre un texto de ficción es una mirada subjetiva. Lo más inteligente es ignorar la crítica, aunque, si la lees, aprovecha en silencio aquello que te sirve para mejorar el siguiente libro que escribas y tira a la basura los insultos, las mofas y lo que no parezca aprovechable.
Es probable que en lo único que se semejan un lector pasivo de un crítico especializado es en el encuentro con un producto terminado, en colocar el libro que ya existe en una mesa de disfrute o disección, pero en lo demás hay pocas similitudes. Y aun, hay algo de lo que no pueden escapar tanto el crítico especializado como el lector, y es que afrontan la obra de ficción, según una cultura y un bagaje subjetivos, cada cual, con el suyo, sólo que uno lo hace desde un análisis intelectual y el otro desde un efecto emocional. Y, de cuando en cuando, se unen ambos.
Según aprecio, el problema de los que analizan la literatura de forma crítica (lo que se ha dado en llamar Teoría literaria) viene por algo más concreto. La sociología de la literatura, la investigación, la crítica, la Historia cultural, muchas veces analizan los textos literarios narrativos desde ópticas algo (o muy alejadas) de la creación, que no quiere decir que no se deban tomar en cuenta para el análisis de un texto de un autor de novela o cuento, incluso para toda una obra narrativa; pero siendo meticulosos, es muy reduccionista encajar en un espacio geográfico, temporal, incluso social, toda la obra de un autor.
Me explico.
Los motivos por los que un autor se lanza a escribir un relato, una novela, no tienen nada que ver, en gran parte, con el contexto social donde se crean. Esta es una verdad a medias, porque muchas obras de ficción nacen por la necesidad del autor de criticar, apuntar, desvelar, sacar a la luz, un aspecto sociopolítico o sociocultural de su sociedad, su país o su entorno, pero esta racionalización del proceso creativo, no es, con mucho, siempre verídica. La realidad es que el escritor narrativo de ficción se embelesa o disgusta por algo que lee, ve, escucha, ya sea racional o emocionalmente y crea un texto sobre la base de esa variación del ánimo para intentar provocar lo mismo en un lector. Y esa emoción, como tantas veces he dicho surge desde una novela que te hace llorar por una profunda historia de amor hasta la estela de polvo del pie de un niño pateando la arena en la playa.
Emoción, aquí es donde está la paradoja. La experiencia indica que los académicos tienen un método científico y de él no pueden o no deben salirse; y esto, que es esencial para un análisis objetivo, limita el aspecto más importante de la creatividad: la emoción.
El crítico, en especial, el investigador que puebla las universidades y centros de investigación, enfatiza en su método y de ahí rara vez lo vas a sacar: ¿Cómo el autor refleja su país? ¿Cómo es parte de las circunstancias temporales donde vive? ¿Cómo los aspectos sociopolíticos marcan su obra? Echan mano, también de algunas figuras literarias que se han establecido por análisis comparativo de obras diferentes y, producto del mismo examen, buscan elementos similares de ese autor con otros previos que los semejan o de los cuales cree el investigador que se alimenta el autor, las llamadas intertextualidades. Esto es que, si el novelista usa frases, giros, conceptos o elementos que recuerden a frases, giros, conceptos o elementos que puedan formar parte de su entorno o de sus lecturas, las dan por sentado. ¿Es esto siempre posible?
Las intertextualidades son posibles, de forma racional o intuitiva, sí; pero jamás son toda o gran parte de la explicación del estilo o la forma estructural de un texto de ficción. Las intertextualidades deben someterse a la sospecha intelectual a la que invito al principio de esta reflexión. Más de una vez lees o escuchas a un académico lanzar una teoría sobre el enlace de unión entre el estilo gótico de un capítulo de la novela de Juan Palotes con la supuesta interacción del período de formación del escritor en X país, y eso, por lo general, tiene muy poco que ver con lo que el autor sintió, reflexionó y terminó creando. Le preguntas a Juan Palotes qué le parecen los vínculos de su obra con el gótico literario y simplemente se sorprende porque ese capítulo lo escribió por su interés en describir la boca abierta de una gárgola de una catedral de un pueblo.
¿Entonces no sirve de nada prestar atención a los críticos o los académicos cuando hablan de la obra de un autor? Sí, mejor prestar atención. Como he dicho alguna que otra vez los análisis teóricos de todo tipo y la crítica nos remiten al estudio de una obra tanto en su contenido estético como sociohistórico, lo cual nos permite establecer elementos mínimos para analizar dos textos diferentes. Esto ayuda a crear cierta base científica para el estudio de numerosas obras que tienen similitudes estilísticas, que se vinculan a un momento o lugar histórico.
Pero como creadores de ficción asumamos este análisis con muchos recelos porque no siempre, salvo que uses una camisa de fuerza, podrás vincular las obras literarias al entorno geográfico de sus autores y a los momentos sociohistóricos en que se crearon. Y aquí, si el teórico, no ha ejercido nunca la creación de ficción, será incapaz de comprender las infinitas maneras en las que un autor se inspira para la escritura.
Como ya dije una vez: no se sorprendan cuando escuchen a un teórico hablando de la semiótica paratextual de las metáforas del metatexto eidético cuando tú solo pretendías describir la emoción contradictoria que te produjo una mosca mientras volaba sobre una bosta de vaca.
Necesitamos muchos más textos como este. La opinión del escritor, el lector, y el crítico, diferirán sí o sí, justo por esa concepción distinta y subjetiva de cada quién. Un gran texto.