Soy un tipo casi inmune a la publicidad. Cuando admiré por primera vez la Puerta del sol madrileña, recién acabado de llegar de Cuba por allá por 2002, podía decir que era completamente inmune; hoy ya no. La vida en el capitalismo me ha hecho conocer algunos elementos que en la escasez odiosa de mi país ni sabía que podían existir y que algunas las rechazaba con desdén como rasgos aburguesados del capitalismo.
Champú anticaspa, crema hidratante para la piel, maquinillas de afeitar con vibración y tres hojas, cerveza sin alcohol, el microondas, el Smartphone, son elementos a los que me he acostumbrado casi sin percatarme y algunos de los que ya ni puedo prescindir.
También al principio me molestaba la publicidad en la televisión, hasta que comprendí que era la forma de existencia lógica de la tele. Eso sí, siempre me pareció que los productos que se vendían en los comerciales de la tele eran engañosos, manipulados y con letra pequeña que nunca se lee.
Vale, todavía son así, en muchos casos, pero actualmente los veo con menos peligrosidad y algunas veces hasta caigo en sus redes.
Con Gillette me pasó. ¡Bah, una máquina de afeitar es una máquina de afeitar! ¿Cuál es la gracia de comprarse un producto de 6 euros existiendo otro de menos de uno?, decía a mis conocidos hasta que probé por primera vez una máquina de tres hojas con vibración. ¡Dios, me quedé en la gloria! Hoy no puedo prescindir de ella.
Luego me percaté que el Yekipé de Joaquín Cortés, me atraía con sólo ver el anuncio sin haber olido jamás la colonia. Hoy tengo Yekipé en mi cómoda y tan contento con él.
Y de la misma manera me ha pasado con la tecnología, en especial con los ordenadores (computadores para América) y los móviles (celulares para América), y más concreto con los Smartphones y aún más, el Iphone.
Sé que el Iphone es un producto encerrado tras una especie de dictadura virtual creada por Apple, que sólo permite acceder a configurar sus productos a través de sus propios entornos tecnológicos globales. Sé que el Iphone es presentado como un producto nuevo cuando en realidad tiene poco de novedoso respecto a otros Smartphones en el mercado desde hace años, y sé que su aparato estrella (Iphone 4G) tiene problemas de que pierde la señal de la cobertura según la posición en la se coja con la mano.
Pues con todo ello, ardo en deseos de que ya mi compañía de teléfonos me traiga esta semana el Iphone 4G, que he pedido por puntos y que me saldrá sin pagar un solo euro por él.
Es de tontos, lo sé, nunca he sido usuario de Apple, aunque sí he cacharreado alguna vez el Iphone y el Ipad, pero no conozco los vericuetos internos que sí sé sobre Nokia y que ya saben aquellos que, desde hace años, tienen un Iphone.
Sin embargo, ya sé que es un Jailbreak, ya sé que debo andar con ojos para actualizar al IOS4 y que para usar el teclado Qwerty del Iphone de forma horizontal debo usar una herramienta que no viene por defecto en el aparato. Todo googleando y pendiente de que mi compañía acabe de traerme el juguetito.
Cuando vine de Cuba no sabía que era tan masivo el uso de móviles, y siempre dije que quería un móvil sólo para llamar y que me llamaran. Pero hoy no soy nadie sin internet, sin estar comunicado a todas horas con la red para estar pendientes de correos importantes de editoriales o agentes literarios y sin actualizar mi página personal de Internet.
Quizás a la semana de tener el Iphone 4G me aburra de él y me vuelva a Nokia, de la que sí conozco un montón, pero hoy debo reconocer que he caído en las redes de la publicidad capitalista. ¡Y tan encantado!
Hola Hector! acabo de leer tu publicación. Primero valoro mucho que como cubano reconozcas que has caído en las redes de la publicidad capitalista pero debo reconocer que me duele que señales que has caído encantado.
Soy argentina y conozco Cuba por haber estudiado allí por un tiempo. Debo decirte que es casi imposible salirse de esa red publicitaria que solo busca el consumismo descontrolado. Lo que comprendo pero me duele de tu publicación es esta idea que comprendiste a la perfección de que esos productos son totalmente necesarios para vivir. Sabemos que no es así y vos como cubano lo sabes mejor que nadie.
Uno de mis aprendizajes inolvidables de mi estadía en Cuba fue aprender o re aprender a comunicarme con mis compañeros sin el celular. Cuánta inutilidad para encontrar estrategias de comunicación sin el celular. Cuando nos perdíamos y me encontraba sin el celular para saber donde estaban me daba bronca pero luego entendía que esa habilidad me la habían robado todas las empresas de celulares.
En fin, así puedo darte muchos ejemplos de cosas que aprendí en Cuba y que me permitieron darme cuenta los dependientes e inútiles que nos convertimos gracias al consumo descontrolado.
Solo quería compartir estos pensamientos que me surgieron con tu publicación.
Saludos. Carolina.
Carolina, tienes razón: cuando vives en total carestía y falta de libertades, aprendes a valorar adecuadamente cualquier pertenencia o conquista. Tienes más opciones de equilibrar, de situarte en el justo medio -donde estaba, según Confucio, la sabiduría. Para tener una idea de esto existe la Cuaresma o los viajes con ONGs a países pobres o las aventuras de diversa índole e igual intención.
Obviamente, no es lo mismo nacer y vivir en Cuba que estar estudiando en La Habana. No idealicemos a Cuba, ni a los cubanos (que somos chéveres, que duda cabe), ni condenemos el consumo. Así que te advierto que el principal motivo por el que los cubanos no usan el móvil (que hasta no hace mucho estaba prohibido legalmente) es porque pocos pueden permitírselo, monetariamente hablando, muy pocos; nada que ver con practicar estrategias de comunicación.
No echemos la culpa a la herramienta. Eso es sobrevalorarla tan vacuamente como hace el que consume sin medida. El móvil es útil, y punto. Y puedes usarlo o dejar que él te use (ahí pierde utilidad porque pierdes tú el sentido de su uso). Héctor está contento con su móvil porque le es una herramienta útil, que usa inteligente y provechosamente; de ahí que incluso pague satisfactoriamente a las (entre todas quizá las más) abusivas compañías telefónicas. No a las compañías, sino a la que él escogio, sin mayores obligaciones que las de permitirse una mejora personal (que las compañías son buenas vendiendo pero los compradores no son tontos, la mayoría).
No se trata de si se puede vivir sin el móvil o sin el ordenador o sin la energía eléctrica, que es una obviedad, sino hasta qué punto facilitan todos estos inventos (mejoran, dignifican) la vida humana y en qué medida puedes permitírtelo. Claro que una buena parte del mundo no tiene electricidad ni ordenadores ni siquiere saben lo que es un móvil, y eso lo vemos como parte de su desgracia: el no poseer, el no consumir, el no utilizar aquello que libremente podrían escoger acorde a su propio beneficio o comodidad.