Cómo todo movimiento espontáneo la rapidez de la actualidad hace que se vayan aclarando cosas que ayer no se sabían. Estuve de acuerdo en el voto a partidos pequeños, pero me veo obligado a dejar claro que NO apoyo la mayoría de las otras propuestas de los acampados. No quiero más intervencionismo del Estado (que es el culpable de la crisis por más que sigan culpando al capitalismo de forma general), ni subida de impuestos, ni propuestas de una Tercera República (ya dije que las consecuencias del año 1931 no es el ejemplo a seguir), ni ataques a la prensa, ni hackear las webs de los partidos que se presentan a las elecciones. Estas propuestas me recuerdan demasiado a aquello de lo que salí huyendo de Cuba.
Me gustaría que en España se cambiara la ley electoral. Me gustaría que cuando gane un partido sin mayoría absoluta, el segundo en la lista no pacte con el tercero para impedir la formación de gobierno a la lista más votada. Me gustaría que los mandatos de los electos en España se limite a los 4 años (8 reelegibles) para evitar las malas costumbres que terminan en el cohecho o el tráfico de influencias. Me gustaría que el voto de un madrileño valga lo mismo que el de un guipuzcoano, y no que un diputado llegue al congreso con menos votos que otro por vivir en otra región. Me gustaría que la gente tuviera un día las agallas de votar por un partido pequeño, esos que aún no han probado poder y han tenido menos opciones de sentirse tentados y corrompidos por él. Sería una magnífica manera de evitar el bipartidismo.
Por eso y muchas razones comparto algunas de las peticiones (todavía no sabemos todas) de los manifestantes en la Puerta del Sol de Madrid. Pero me temo que las ganas de pedir estos cambios, que mucha gente está magnificando hasta extremos insospechados, es sólo un calentón. Calentón interesante desde el punto de vista social, pero que los propios testigos no deberían comparar con el año 1931 de la historia de España. No les conviene.
Pedir democracia real para votar a un partido pequeño es una paradoja insalvable. Porque ya puedes votar a un partido pequeño en la soledad de la urna sin necesidad de pasar noches al frío y la lluvia pidiendo lo que ya tienes. Aquí, por tanto, es un poco absurdo ponerle adjetivos (Real) a lo que ya lo lleva implícito (Democracia).
Peor aún es culpar a todo el sistema, a toda la democracia, a todos los políticos por la situación conyuntural de España. Todos sabemos (quien no quiera verlo es su responsabilidad personal) que la culpa de la situación actual en España es una: la política de gastos insensatos, dobles mentiras y negación de la realidad de un Partido Socialista entregado a las ansias Flower Power de José Luis Rodríguez Zapatero. Si existen casi 5 millones de desempleados en España no es culpa del capitalismo mundial, (el resto de los países del llamado primer mundo capitalista no vive con la vergüenza de estas listas de desempleados) es culpa del gobierno actual de España.
Podemos imaginar por un segundo las pancartas si estuviera gobernando el Partido Popular, el segundo partido que más se acerca a la democracia liberal en España (el primero es Unión Progreso y Democracia,uno de los pequeños al que al parecer estos manifestantes no votarían). Los lemas si gobernara el Partido Popular serían: “Vote por el cambio”, “La derecha nos roba los derechos”, “Derecha fascista”, “El socialismo es la respuesta”. Este tipo de pancartas se vieron cuando ganó Zapatero hace 8 años.
Culpar ahora a todo el sistema es diluir la culpa, mezclarla en el fango de todos los que roban, los que ensucian, los que mal gobiernan. Es intentar no culpar al socialismo, porque nuestra sociedad está mentalmente negada a creer que el socialismo es el culpable. Por algún motivo poco sensato se ve a la derecha como un atajo de ladrones que nos quita derechos cuando durante 8 años demostró no quitar ni un solo derecho (más bien nos dio algunos que no teníamos) y obtuvo la tasa de empleo ciudadana más alta de toda la democracia. Con sinceridad reconozcamos que ha fallado el gobierno socialista, no el sistema.
Pero estamos en la Europa Chupiprogre, la Europa del bienestar con el gasto público por las nubes y los derechos que no tienen en casi ninguna otra región del mundo por más que los manifestantes de Sol no quieran enterarse. Sé que hay muchos defectos en la democracia actual, sé que está llena de costuras que es bueno remendar, pero sí es una democracia, y el votante no es un necio que está en su casa con un botón activado por la televisión que responde a los intereses de las grandes transnacionales.
El domingo votaremos todos. Yo también. Por primera vez votaré en unas elecciones democráticas, verdaderas, si sale un partido pequeño que pretenda el mejoramiento de España, me sentiría contento y pleno porque la gente ha comprendido que esto es algo más que dos partidos.
Ahora bien, si obtiene más votos uno de los grandes partidos, mi satisfacción puede que sea menor, pero sería igual de plena por ver en funcionamiento una democracia real, efectiva; con defectos, sí, y aún auténtica, donde la mayoría optó por el voto de una opción, sea la que sea, partido grande o pequeño, de derechas o de izquierdas, lo que sea, pero sin dudas democrático. Y lo hizo en libertad.
Si la mayoría de los españoles decide por uno de los dos grandes partidos, es porque así lo quiere. Quizás no me gustaría tanto, pero es igual de democrático. Es una de las reglas de la democracia: respetar la mayoría por mucho que no nos guste.