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Existen historias de ficción, como de la quiero hablarte, que nacen condenadas. ¿Por qué? Habría que indagarlo con calma, pero yo tengo la impresión de que, entre el marasmo tan amplio de libros, películas y series que salen a la luz, algunas muy buenas apenas provocan la reacción de un reducido grupo de personas. Quizás porque sus historias, aquello que cuentan, no es demasiado popular; y si lo fuera, no lo es la representación en la que lo hacen.
Novelas como Ulysses (Joyce) innovadora y con una prosa sencilla, pero con tan alto nivel de exigencia referencial, que se vuelve ilegible para muchos; Á la recherche du temps perdu(Proust), cuya atractiva narración se diluye –para lectores menos pacientes–, en su sosegado ritmo narrativo; también La muerte feliz, (Camus), la magnífica El reino de este mundo (Carpentier) o, curiosamente, Moby Dick (Melville), una de las novelas más totales, más perfectas y mejor escritas de la historia de la literatura, pero que todos erróneamente creen conocer por haber visto algunas de sus versiones cinematográficas.
En cualquier caso, estas y otras novelas, han logrado la aceptación por parte de no pocos críticos –aunque también la repulsa de otros– y que muchos lectores, incluso buenos lectores, conocen de oídas, pero jamás han leído, o lo han intentado sin poder terminarlas.
Hay buena aceptación, entre unos pocos, a películas como Donnie Darko (Richard Kelly), Strangers tan Fiction (Marc Fosters), Primer (Shane Carruth), casi toda la obra de M. Night Shyamalan –insuperable narrador de historias donde los haya– posterior a The Sixth Sense, donde tiene joyas como The Village, The Happening o Signs.
No escapan las series The Night Of(Richard Price), The leftovers(Damon Lindelof), Rubicon (Jason Horwitch), Carnivale (Daniel Knauf), por mencionar las que me vienen a la memoria, pero la lista es bastante más amplia; y sumo a estas últimas Messiah (Michael Petroni) que, hasta donde he visto ha pasado sin penas ni glorias por nuestra vida telespectadora, y que ha recibido invectivas decepcionadas por parte de algunos críticos y del público y no parece que esto vaya a cambiar en el futuro.
Trato de hacer una sinopsis de Messiah. Eva Geller (increíbles los papeles que Michelle Monaghan asume), una agente de la CIA con no pocos problemas personales, se destina a investigar el caso de un profeta surgido en Medio Oriente y que está reuniendo una gran masa de seguidores en todo el mundo que lo aclaman como el Mesías. Para empezar, la sinopsis no está nada mal, ya casi atrae por su historia; pero, por si fuera poco, esta agente y el supuesto Mesías se van a encontrar con variopintos personajes que enriquecen el argumento: líderes religiosos enfrentados entre sí, un torturador israelí, un cura bautista de Texas con problemas de identidad, una periodista sensacionalista que busca la noticia de su vida, una adolescente suicida enganchada a Instagram, el presidente de los Estados Unidos; y etc., y etc.… No sigo.
Lo sorprendente y magistral de esta serie es, en primer lugar, su puesta en escena; tiene un argumento narrativo tan bien aderezado que perturba. Los tiros de cámara son espectaculares, donde lo que importa es la historia que cuenta y no la preponderancia misma de su propuesta formal. Las metáforas visuales se complementan tan bien en la historia que no las advertirás, salvo que seas, como yo, un friqui del cine; entonces podrás darte cuenta de cómo un picado sobre un campo arrasado y con una iglesia en llamas en un casi primer plano ayuda a entender la decadencia de una ideología, o que el supuesto milagro más sorprendente que hace este mesías la cámara decide no presentarlo más que como un dato escondido, a través de las caras sorprendidas de los testigos.
Esto último, por cierto, lo pueden ver mejor en la increíble película 21 Grams, (Alejandro González Iñárritu) donde el motivo fundamental sobre el que gira todo el argumento del filme nunca se ve en pantalla. Lo cual es una de una audacia narrativa, que roza el descaro.
Si me dan a escoger algo de Messiah, lo que considero mejor, sería quizás, la incertidumbre del argumento. Los directores y guionistas de esta joya han decidido mantenernos en una especie de frontera entre la realidad y la magia en lugar de abogar directamente por hacer fantasía o una serie completamente realista, lo que obliga al espectador a estar alerta en una especie de juego del ratón y el gato para cazar donde está la verdad. Y es aquí donde creo que está su mayor virtud.
Para el análisis de esta serie –seamos ateos o creyentes– iríamos por mal camino si aplicamos nuestra propia visión del mundo y creencias para disfrutar de la espléndida invitación que nos hace. Las reacciones de los personajes ante la presencia del supuesto Mesías son tan amplias, tienen tantas aristas y son de tan variados matices que ponernos a juzgar es un error.
Lo interesante aquí es tratar de pensar, que reflexionemos en las consecuencias que tiene para nuestro mundo, nuestro entorno, nuestra realidad, que se pongan a prueba las creencias más arraigadas que tenemos, sean estas las que sean.
Los espacios de credibilidad de los que gozamos vienen dados por nuestro nacimiento y crianza, por los sitios por donde nos movemos, la gente con la que interactuamos y la experiencia que todo esto nos aporta. Si un día todos estos espacios se ven subvertidos nuestras creencias se tambalearían y, en casos exagerados, nuestra misma existencia se vería amenazada.
Es tan inteligente el guion, tiene tantas aristas y puntos de análisis que nada que veas en la serie puede ser desechado sin reflexionar. Imaginen cómo se recibiría en una clase de filosofía, cuando hablando de religión, salga en las noticias que un nuevo Mesías ha nacido y está reuniendo a sus acólitos en todo el mundo:
-Piénselo. Si es legítimo, ¿qué tendremos que hacer? ¿Renunciar a todo y empezar a venerarlo?
-¿Qué significaría que este hombre fuera legítimo?
-Según el islam, la llegada del mesías trae una guerra que pone fin a la civilización. Si este tipo dice la verdad nos espera una masacre importante.
-¿Y si resulta que es cristiano?
-Entonces, esta clase es inútil.
Y, quizás me equivoco, pero creo que esta audaz e ingeniosa dimensión filosófica, es lo que la ha alejado del éxito. El público de hoy no acepta de buen grado las preguntas sin respuestas, la reflexión mesurada e inteligente, porque prefiere que el bolo alimenticio narrativo venga ya masticado. Pensar agota, y si algo que ofrecen no encaja en la caja mental del gran público, por bueno que sea, no será tragado si no tiene una etiqueta dentro de esa caja.
Messiah, es una magnífica serie, y por desgracia, creo que nos vamos a quedar con ganas de ver una segunda temporada, porque ya se ha dicho que no la tendrá. No sé hasta qué punto es bueno o malo, porque quizás lo que podría convertirla en una gran leyenda, una serie de culto, es justamente esta imposibilidad de conocer el desenlace. Pero me gustaría verlo, me gustaría tener un final claro para esta historia, donde la verdad y la mentira, son apenas fábulas del cerebro.