Europa y todo el mundo libre se regocija por uno de los momentos más importantes de la historia, quizás aquel momento que significó el fin del siglo XX desde el punto de vista histórico que no cronológico.
Pensemos juntos:
¿Cuándo se considera que terminó la historia antigua? Con la caída del imperio romano de Occidente, presumiblemente en el año 476.
¿Cuándo se considera que se inició la era moderna? Cuando Colón llegó a América en 1492.
¿Cuándo se inició la era histórica contemporánea? Con la revolución Francesa en 1789 aunque algunos consideran que se inició en la revolución rusa de 1917.
¿Qué tienen todos estos hechos en común? Dos argumentos principales: el cambio de la base productiva, económica y social de una sociedad a otra. Es decir, aquellos que mantienen el sistema, la base sobre la que se asienta el sistema, aquella clase social sobre la que recae el peso de la producción.
Y el segundo argumento es que no son fechas cerradas. Nadie considera que la era moderna comenzó en 1500, sino en 1492 porque el hecho del encuentro entre americanos y europeos cambió las relaciones socioeconómicas internacionales y revolucionó el planeta.
En el futuro cuando se estudie la historia del siglo XX existen dos hechos relevantes posteriores a la revolución rusa de 1917, para zanjar el cambio de siglo, que a su vez es cambio de correlaciones socioeconómicas y geopolíticas mundiales; primero la caída del muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, y segundo, el ataque terrorista a las torres gemelas, el 11 de septiembre de 2001.
El ataque a las torres gemelas provocó una respuesta casi unánime mundial contra el mundo islamista radical, incluso países del Medio o Cercano Oriente se unieron a Occidente contra los terroristas y dio origen a la infortunada Guerra de Irak que ha radicalizado aún más la brecha entre Occidente y el mundo radical islamista, y que ha conllevado un cambio fundamental en las relaciones de poder universal.
Sin embargo, desde mi punto de vista, este hecho no es más que una consecuencia del derribo del muro de Berlín.
La llamada caída del muro de Berlín fue el inicio del fin de la era comunista. El muro era el símbolo aparentemente inexpugnable de la fortaleza (al final de pies de barro) de un sistema que pretendía ser milenario y que se desmoronó como un castillo de naipes. El comunismo, como sistema socioeconómico, desapareció paulatinamente de la escena mundial quedando apenas unos pocos países que se empeñan en navegar contra la marea incontenible de la historia.
Occidente -las democracias occidentales- demostró una superioridad económica, política y social que dejó en evidencia las grandes verdades de aquel otro mundo que pretendía eliminar lo que nos hace únicos y diferentes. La correlación de fuerzas mundiales cambió. Los antiguos países comunistas transitaron en mayor o menor medida hacia la democracia formando parte del bloque de lo que antes eran sus enemigos.
Surgió, o mejor, emergió desde la oscuridad un nuevo enemigo para la democracia occidental: el islamismo radical, que ya existía y había golpeado en varias oportunidades, pero su impacto estaba mediatizado por el empuje de la Guerra Fría. Su máximo momento histórico fue el 11 de septiembre de 2001 con el ataque a las torres gemelas.
Estamos viviendo un hecho trascendental, los festejos por el fin de un sistema opresor e irrespetuoso con los derechos humanos, que el propio ser humano, fiel a su herencia milenaria de progreso, derribó, no lo dejó caer.
Mientras en otras latitudes, haciendo gala de una ignorancia y una manipulación insalvable, se celebra la violación de la libertad y no su ensalzamiento, disfrutemos de este hecho histórico universal: el fin de la era comunista con el derribo del muro que dividía a los hijos de una patria (de varias al final) en dos. Ese muro caerá en otros sitios…, algún día no muy lejano.