Hace muy pocas semanas tuve una conversación con amigos sobre el papel del artista en una sociedad. Concretamente de un pintor en una dictadura, concretamente de Pedro Pablo Oliva en Cuba.
No iba a hablar de este tema, porque mi voz es un bote perdido en un mar agitado por una tormenta, porque nada que diga va a cambiar el papel de un artista en Cuba, porque nada que diga servirá para cambiar la naturaleza retrógrada y salvaje de la dictadura cubana y quizás sólo sirva para ensalzar los ánimos de algunos anticastristas militantes que han olvidado su entrega, o cuando menos su silencio, cuando no estaban en las cómodas butacas del exilio.
Pedro Pablo Oliva es un pintor que me gusta. No tengo más criterio estético que éste. No juzgo su obra artística (no soy crítico de arte), pero lo conocí, lo vi actuar. Pude estar en su Casa Taller, un espacio privado donde pudo hacer actividades públicas incómodas en una dictadura, allí pudo reunir a contrarios y defensores, opinadores y silentes, pluralistas y unipartidistas.
Se lo creyó. Creyó que podía ser libre dentro una dictadura. Creyó que participar en la maquinaria del sistema para mejorarla, era una peripecia viable, una forma de hacer lo que los que deben y pueden no hacen, más bien reprimen. Y como no podía ser de otra manera: le cortaron las alas.
No hablo de que le hayan expulsado de una mala institución que se conoce como Poder Popular (que siempre ha sido Poder, pero nunca ha sido Popular); hablo de que su espacio plural, allí donde podía exponer, citar, presentar a gente incómoda para el régimen cubano, haya sido obligado a cerrar.
Lo que me sorprende (y que no debería sorprenderme) es por qué algunos no estamos siendo capaces de colocar al artista en su medio. Sólo quienes no disfrutaron del espacio de libertad que se vivía en su Casa Taller, no pueden entender que este hombre hacía lo que podía en un medio donde ser libre es imposible.
No era un disidente (a ver si algunos creen que Cuba es una fábrica de opositores valientes), pero pensaba por su cuenta y actuaba en consecuencia, hablando con tirios y troyanos, mientras otros en su posición sólo hablarían con los del poder. Y lo hizo (y espero que lo siga haciendo) en un sitio donde pensar y expresarlo es motivo de reprobación y cárcel, no lo olvidemos, por favor. No, no era un disidente, pero hacía lo que podía, incluso más que algunos papistas que superan al papa con sus discursos. Esos que hoy, desde la segura posición del exiliado, le echan en cara ser un artista del régimen.
Veo en cierta parte del exilio cubano una negación punzante de algo que es un fenómeno que existe independiente de nuestros deseos, y creo que lo hacen porque pierden algo del protagonismo que hasta ahora tenían.
Una nueva generación de gente atrevida dentro de la isla hace lo que puede por tener los espacios de libertad que nosotros abandonamos: por convicción, por miedo o por comodidad, pero los dejamos detrás.
No sé si de forma voluntaria o no, los medios internacionales prestan atención más al exilio interior que al exterior, y esto es un fenómeno interesante que puede cambiar las cosas en Cuba (ya lo sé, soy un optimista, disculpen). Y desde el exilio, en lugar de apoyarlos, o callarnos para dejarlos actuar si no queremos involucrarnos, nos llenamos los pulmones para atacarlos porque no son lo combativos que quisiéramos.
Escribir con talento no es suficiente para tener la razón, como usurpar el espacio público no garantiza la bondad de las ideas. En estos días de tanta falsa Spanish Revolution veo personas con talento o inteligencia que carecen de un mínimo de sentido común como analistas sociológicos de la realidad. Por desgracia, en lugar de sumar voluntades para el objetivo común, nos estamos haciendo heridas ofendiendo al que quiere lo mismo que nosotros (libertad para Cuba) pero por otras vías.
No hemos entendido aún, con tantos años a la espalda viviendo en democracia, que la discrepancia sana, sin insultos, con ánimos de llegar juntos a un punto mejor que el actual, siempre es lo mejor. Las unanimidades las odiamos todos. De eso estoy seguro. Pero algunos no parecen entenderlo.