Poema y poeta. La bella y la bestia

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NosferatuybellaEs casi imposible separar nuestros gustos de nuestro credo. Quizás profesionalmente (yo mismo lo he vivido) alguien pueda ser capaz de deleitarse con un libro, canción o película que pone en mal lugar aquello en lo que cree, lo más que puede una persona normal es soportarlo, pero la mayoría lo que hace es ignorarlo. Sin embargo, es necesario intentar saltar nuestras barreras y creencias para intentar conocer algo de lo que nos resulta ajeno o incómodo.

Seguramente no desvelo secreto alguno a los que me conocen si digo que no amo la música ni el estilo de Isabel Pantoja. Si quiero castigarme con algo de música parecida, prefiero hacerlo con Rocío Jurado a quien, por cierto, no escucho jamás, pero me interesaba algo de su fuerza y pasión a la hora de interpretar.
¿Y a qué viene esto hablando de poesía?

Me he quedado un poco pasmado con la ausencia de los tumultos que aclamaban a Isabel Pantoja al grito de ¡Guapa! en el momento en que el juez la ha condenado a dos años de cárcel por blanquear dinero.

En realidad, no me quita el sueño si alguien es condenado por cometer delitos. Me incomoda que cualquiera (no ella en especial) se vea en una situación parecida, pero la justicia es como es y en algún momento nos puede alcanzar a todos, sobre todo si metemos la patita donde no debemos. Lo que en realidad me sorprende es la ausencia de sus seguidores(as), tan activos antes de la condena y tan sosegados ahora, como si la condena del sujeto civil, hubiese invalidado al artista.

Claro, a nadie voy a convencer de saltar su ideario y sus obstáculos morales. Yo mismo me siento incómodo cuando disfruto con la letra disidente de Historia de la silla de un tipo políticamente despreciable como Silvio Rodríguez, o una novela con una estructura y prosa magistral como La colmena por el antepasado delator y colaboracionista de Camilo José Cela.

Pero es que no puedo alejar a todos los artistas que admiro por su vida privada excéntrica o sus actos políticos ruines. ¿Cómo dejar de admirar la sensibilidad de The Kid por el carácter irascible y la imperfecta paternidad de Charles Chaplin? ¿Cómo detestar el Guernica o los retratos de Olga por un Picasso misógino y cruel con los niños? ¿Cómo odiar los colores sugerentes de Calle de Tahití por un Gauguin pedófilo? ¿La fascinante voz de Amy Winehouse por su adicción confesa a las drogas? ¿La genialidad de El tambor de hojalata por el pasado nazi de Günter Grass? ¿La profundidad de los análisis existencialistas de Martin Heidegger por el mismo motivo? ¿La innovadora narrativa de Cien años de soledad por la fascinación de García Márquez por las dictaduras comunistas?

¿Quiere eso decir que alabo la pedofilia, la crueldad, la misoginia, la adicción a las drogas, el fascismo o el comunismo? NO, Y JAMÁS (en plenas facultades mentales) me escucharán o leerán haciéndolo. No alabo las lacras y los vicios de los artistas que son inseparables de su carácter como seres humanos, pero tampoco odio el arte, si es bueno, por los defectos de un ser humano.

La ejemplaridad no existe. Ni en ti, que seguro te arrepientes de aquello que ahora estás recordando; ni en mí, que preferiría olvidar algunos disparates de mi pasado; ni en Teresa de Calcuta, elevada a los altares de la santidad con no pocas contradicciones personales en su vida como alabar a los sanguinarios dictadores haitianos de la familia Duvalier.

Sí, estoy lleno de defectos y tengo muy pocas virtudes. Amo con ganas, pero odio por más que intento no hacerlo, soy tolerante, pero me incomoda la ignorancia y la necedad, casi hasta la intolerancia. He perdido amigos por errores de bulto, por no pedir disculpas o callar cuando era necesario hacerlo, soy ambicioso, pero excesivamente pundonoroso para dar algunos pasos. Y desapruebo las posturas intolerantes, hasta ser yo mismo intolerante.

Soy un ser humano, como tú que me lees. Tengo, como tú, bajas pasiones, intolerancias, defectos físicos, arranques de celos o exabruptos, me doy (no pocas veces) a la mala vida, tengo fantasías sexuales inconfesables, personas a las que desprecio. No me puedes colocar en un santoral por tener sensibilidad (si es que crees que la tengo) por escribir un texto que te hace pensar más allá de lo que imaginas, si te llega al alma, si te deja sin aliento una frase que saco de mi cabeza.

Soy sensible, puede ser, pero también ser humano. Quiere lo que sale de mi imaginación, no a mí como persona, imperfecta y humana como todos. Se dice: Ama al verso, olvida al poeta.

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