¿Por qué escribir de forma implícita? John Cheever, «Reunión»

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Hablemos del relato «Reunión», de John Cheever.

La última vez que vi a mi padre fue en la estación Grand Central. Yo venía de estar con mi abuela en los montes Adirondack, y me dirigía a una casita de campo que mi madre había alquilado en el cabo; escribí a mi padre diciéndole que pasaría hora y media en Nueva York debido al cambio de trenes, y preguntándole si podíamos comer juntos. Su secretaria me contestó que se reuniría conmigo en el mostrador de información a mediodía, y cuando aún estaban dando las doce lo vi venir a través de la multitud. Era un extraño para mí —mi madre se había divorciado tres años antes y yo no lo había visto desde entonces—, pero tan pronto como lo tuve delante sentí que era mi padre, mi carne y mi sangre, mi futuro y mi fatalidad. Comprendí que cuando fuera mayor me parecería a él; que tendría que hacer mis planes contando con sus limitaciones. Era un hombre corpulento, bien parecido, y me sentí feliz de volver a verlo. Me dio una fuerte palmada en la espalda y me estrechó la mano.

Cuando fui a Los Ángeles estuve leyendo en idioma original el libro The Stories of John Cheever. La idea era crearme un entorno angloparlante propicio para practicar mi inglés antes de partir a la ciudad californiana, y durante mi trabajo investigando en la UCLA. De todos los relatos me impactó el titulado «Reunión», publicado por primera vez en 1962 en la revista The New Yorker.

La calidad de un relato, cuando es similar en dos de ellos, termina por ser subjetiva. Para mí, de los relatos del libro, no es el mejor, pero sí es el que más me impactó, por dos motivos: la cantidad de información que aporta sin ofrecerla de manera explícita y por la economía de recursos narrativos en una historia tan completa y tan redonda.

Es bastante fácil resumir la trama del relato. Como indica el título se basa en un encuentro, una cita con características peculiares de dos personajes muy concretos:

Salimos de la estación y nos dirigimos hacia un restaurante por una calle secundaria. Todavía era pronto y el local estaba vacío. El barman discutía con un botones, y había un camarero muy viejo con una chaqueta roja junto a la puerta de la cocina. Nos sentamos, y mi padre lo llamó con voz potente:

—Kellner! —gritó—.Garçon!Cameriere! ¡Oiga usted!

Desde Cronología viviente, de Chejov, hasta la versión de Reunión del mismo título, escrita por Richard Ford (muy influenciado por la historia original de Cheever), varios textos de la literatura se fundamentan en la idea de un encuentro que puede conllevar consecuencias inesperadas para los personajes involucrados; y como en ella, es más importante lo que no se dice que lo que está escrito.

Lo fundamental en Cheever está en la economía de recursos. Un texto increíblemente corto, que no tiene antecedentes ni moralejas. Como el gran cuentista ruso, Cheever agarra un trozo de la historia y nos la presenta tal y como ocurre ante nuestros ojos, con escasos detalles previos al encuentro, sin presentar de forma explícita a los personajes, tampoco nos revela sus destinos luego de la reunión.

Tampoco hace falta, la ilusión de este hijo por pasar un día agradable con su padre, cuya vida ha estado, quizás, marcada por la ausencia de la figura masculina, y al que verá nuevamente, nos introduce en una historia donde nada es explícito. ¿Por qué no ve a su padre? ¿Por qué lo describe como «mi futuro y mi perdición»? ¿Qué circunstancias han provocado el alejamiento? ¿Dada la conducta inquietante de la que seremos testigos, ¿significa algo más específico en el caso de Charlie? ¿Por qué el joven quiere volver a verlo? ¿Cómo terminará este encuentro que debe ser tan impactante para ambos?

A partir de aquí los escenarios y los personajes que interactúan con padre e hijo pasan ante nosotros dejándonos la misma sensación de cercanía o rechazo, según las circunstancias que acontecen. La narración de Cheever plantea algunas preguntas difíciles. ¿Qué siente Charlie en realidad por su padre? ¿Por qué parece reacio a contarlo? ¿Por qué no confronta a su padre por su comportamiento, que hace que los expulsen de una sucesión de restaurantes cuando tienen tan poco tiempo para su reencuentro?

No podemos responder a estas ni las anteriores preguntas de manera definitiva, porque «Reunion» avanza a base de pistas y sugerencias en lugar de detalles concretos. Pero el hecho de que Charlie huela inmediatamente a whisky en su padre (es lo primero que menciona entre ese rico cóctel de aromas) implica que el alcoholismo es un problema para su padre (algo que se confirma por el comportamiento grosero de su padre y su actitud desconsiderada y que Charlie espera que se convierta en un problema para él también.

Me rodeó con el brazo y aspiré su aroma con la fruición con que mi madre huele una rosa. Era una agradable mezcla de whisky, loción para después del afeitado, betún, traje de lana y el característico olor de un varón de edad madura. Deseé que alguien nos viera juntos. Me hubiese gustado que nos hicieran una fotografía. Quería tener algún testimonio de que habíamos estado juntos.

El cuento es uno de los géneros más difíciles. Me refiero a este tipo de cuento para adultos, que no tiene nada que ver con el conte francés ni la referencia «para adultos» que a veces usamos en español cuando queremos referirnos al porno. Hablamos de un cuento, o relato, donde el autor no se permite moralejas, largas presentaciones ni emociones dilatadas; porque todo lo que no lleve a un golpe final, al impacto emocional que nos deja, es puro oropel que afecta ese golpe entre neuronal y emotivo.

En definitiva, el cuento «Reunion», si bien su sinopsis es muy sencilla de contar, vemos que implica una complejidad narrativa, propia de un espacio narrativo limitado bastante difícil de trasladar a una historia tan poderosa, en términos reflexivos. Es una historia intrigante y muy eficaz, en términos de estilo sencillo y directo, en cuyo fondo discurren corrientes ambiguas, que merecen análisis y meditación, incluso si (o quizás, precisamente) porque el texto en sí no nos proporciona respuestas definitivas.

John Cheever se muestra aquí como un gran presentador del carácter humano, con sus contradicciones, sus necesidades de reconocimiento e incapacidades para aceptar la realidad como es y no como queremos que sea.

Sin dudas otro de los grandes narradores de los Estados Unidos de Norteamérica que se puede agregar a la inmensa lista de talentosos escritores que ha dejado esa nación a la historia de la literatura.

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