Un artículo de Nicholas Carr llama mi atención. ¿Google nos está volviendo estúpidos? (Is Google Making Us Stupid?) Su lectura me deja con desasosiego. El panorama que describe de su propia experiencia y de otros colegas subsumidos por el mundo informático global me descubre una fotografía de mí mismo. A grandes rasgos el texto de Carr supone una llamada de atención sobre las consecuencias del mundo de Internet sobre el mundo actual, pero sobre todo desde el punto de vista del intelecto.
Falta de atención a textos largos, lecturas rápidas saltando de un artículo a otro y tocando enlaces a diestra y siniestra, haciendo skimming y scanning más que lecturas detenidas, dejando el texto que leemos o escribimos porque una ventana emergente nos avisa del último correo de un amigo del otro lado del mundo, un aparato electrónico que nos gusta o un comentario en una foto nuestra en una red social; así nos vemos muchos en el día a día. Carr no da respuestas sencillas ni seguras a la pregunta con que titula su artículo, pero sus reflexiones provocan una sensación incómoda en quien tenga un mínimo de interés por su propio intelecto.
Según la experiencia científica hasta la actualidad, la falta de atención para concentrarse en una sola cosa es un obstáculo para la inteligencia. Sobre todo es un obstáculo para la memoria a largo plazo, que es la que permite el pensamiento crítico y el razonamiento conceptual, dos elementos básicos para evitar la ignorancia y/o la necedad. Demasiadas personas argumentan sus ideas con razonamientos del día a día, con argumentos que aprenden de Gran Hermano, la última búsqueda de Google o las noticias de la tres de la tarde, pero les falta lectura razonada, un poso de intelecto que permita el razonamiento conceptual crítico que divide al esclavo del liberto.
¿Realmente es posible que Internet cambie al ser humano, sus hábitos de lectura, su forma de interactuar con el arte, con el resto de los seres humanos, con el mundo en general?
Sí, completamente. Si es para bien o para mal muy pocos de los más serios científicos o sociólogos se atreven a aventurarse con una respuesta clara, pero está claro que en la sociedad del consumo, en donde más libertad gozamos y donde más opciones tenemos para hacer las cosas que queremos, nuestra forma de interactuar con el mundo de la tecnología está cambiándonos a todos.
El mismo Carr en alguna entrevista deja entrever que quizás sus reflexiones sean precipitadas. Tenemos Internet hace un tiempo, pero es difícil asegurar que su huella sea tan importante como para hablar de cambios de tendencia que influyan en nuestras mentes de forma igual o mayor que la de otros medios de masas anteriores.
En mi caso tengo la impresión de que no estamos ante algo tan distinto a cualquier otro medio, la imprenta, la televisión, el cine, el vídeo. Todos ellos fueron demonizados cuando aparecieron. La del vídeo la viví directamente como el posible preludio del fin de la televisión y el cine; y la cruda realidad es que hoy en día se ve más televisión y las películas recaudan más en el cine que hace veinte años.
Pero la televisión suponía el fin de la radio, la imprenta el fin de la labor creativa al universalizar el libro, y ahora internet y el formato digital es el fin de los libros. No sé, creo que estamos precipitándonos.
Internet ha supuesto para mí un descubrimiento. Ha sido un medio nuevo que permite universalizar ideas, conceptos y argumentos. Imagino que si lo universalizado es producto de Gran Hermano o Los diálogos socráticos se notará en los argumentos de quien los expresa, y espero que ello sea la norma y no la excepción.
Existe mucha porquería en la red, quizás este mismo blog sea un grano de arena inservible en un mar de información, quizás no. Trato al menos que el razonamiento que me hace escribir que no nos estamos volviendo estúpidos con Internet sea producto de haber leído antes la Ética y la Poética de Aristóteles aunque luego use argumentos de ellas y de las noticias de las tres.
La red me ha transformado, sí, en un lector más crítico, un consumidor voraz de series de televisión, un tipo con más conciencia del valor de su propio criterio, con más consciencia del valor del tiempo, me ha hecho fijarme en lo importante y menos en lo fútil, en especial porque me hace ganar tiempo como antes lo hizo la máquina de escribir sustituyendo a la pluma, y sobre todo me ha convertido en un espécimen más tolerante, con paciencia para escuchar (no tanto para compartir) las ideas más idiotas sobre el mundo.
Creo que Internet universaliza la estupidez, pero de la misma forma que universaliza el pensamiento interesante, como antes se extendían ambas con los libros y como ahora lo hacen la televisión y la radio. Dense un paseo por las novedades de La Casa del Libro o El corte Inglés para ver que comparten el mismo Stand, la última novela de J. M. Coetzee con un autobiografía del juvenil Justin Bieber. O pasen una ojeada por la televisión (el famoso zapeo español) para ver como comparten escena un programa científico de alta calidad como Redescon otro donde hombres y mujeres se venden al mejor postor para encontrar pareja teniendo citas a diestra y siniestra entre ellos.
Nada, que los inteligentes, como siempre ha sucedido, usarán de forma útil Internet o las nuevas tecnologías; los estúpidos…, bueno, esos nunca desaparecerán, y alguno hasta triunfará. Es inevitable. Lo importante es decidir con talento en qué lado se está. No olvidemos que Internet (bueno o malo, estúpido o inteligente, ignorante o documentado) es el mismo que hizo triunfar a Justin Bieber y a Barack Obama.