Socialismo: la maldición del kilo prieto
Reconozco que me molesta la ignorancia. O quizás no tanto la ignorancia como la necedad. Puedo entender, aunque no lo comparta, que alguien decida ser ignorante por decisión propia, no querer conocer el mundo que le rodea o alejarse de temas trascendentes para el ser humano mientras se preocupa del último modelito de Dolce&Gabbana o…