“Existe un antiguo mito chino sobre el hilo rojo del destino. Dice que los dioses han atado un hilo rojo alrededor de cada uno de nuestros tobillos y lo han unido a todas las personas cuyas vidas estamos destinados a tocar. Este hilo se puede estirar o enredar, pero nunca se romperá.”
Imaginemos que, tal y como dice este antiguo mito asiático del hilo rojo del destino, existe un mapa universal de todos los nexos que nos atan al resto de las personas. Supongamos que dentro de ese mapa universal de conexiones casi infinitas existe alguien capaz de intuir de forma matemática las conexiones que tuvimos y logra prever las que vamos a tener en el futuro. No sería un adivino, sino una persona capaz de anticiparse estadísticamente, como en el ajedrez, a los pasos que dará el resto de las personas con las que tuvo o va a tener estas conexiones.
Estoy de acuerdo, es una fantasía indemostrable, por más que algunos aseguren la infinita interconexión y la predestinación ineludible de nuestros pasos en la vida. Me niego a creer que alguna fuerza externa nos obliga a ir hacia el mismo lugar, siempre, inevitable, imposible de sortear, pero existe algo de atractivo pensar en las posibles conexiones que tendremos en el futuro con cientos y miles de personas que aún no conocemos.
Pensémoslo mejor, en estos momentos existe una persona en algún lugar del mundo, de nuestra ciudad, o quizás de nuestro mismo barrio, que podría cambiar nuestro destino. Quizás alguien que nos dará disgustos y fatigas hasta el hastío, o que nos deslumbrará y hará la pareja casi perfecta con nosotros, un futuro amigo que nos abrirá los ojos para andar por aquellos caminos por los que no nos hemos atrevido, puede ser un cirujano (con el que quizás tropecemos a la salida del metro) que nos salvará en una mesa de operaciones meses más tarde. Las posibilidades son casi infinitas.
Esta sugerente idea de que exista alguien que puede ser capaz de conocer matemáticamente, haciendo cálculos de probabilidades estadísticas, las conexiones que tuvimos y de pronosticar las que vamos a tener en el futuro, es la idea central de la serie Touch, cuya premiere se realizó en Estados Unidos con un espectacular éxito (11,9 millones de espectadores).
Un periodista de éxito (Kiefer Sutherland, que luego de 24 va siendo una mina de oro para los productores de series), al que la muerte de su esposa en los ataques terroristas del 11 de septiembre, le hizo perder su trabajo en el Herald, sobrevive con empleos de poca monta para mantener a un hijo que padece alguna de las sintomatologías del espectro autista. Es precisamente este niño de 11 años que se llama Jake (interpretado por un convincente David Mazouz) quien tiene esta increíble capacidad de manipular el hilo rojo del destino.
Intento que se sientan atrapados por la fantasía, que no dejen de ver cómo pueden interactuar entre sí personas que en principio nada tienen en común; y que conectan de forma tal que pueden conseguir cambiar el destino de los demás.
¿Qué tienen en común un niño iraquí obsesionado por un horno para su madre, una desconocida cantante de un bar británico que se gana la vida como teleoperadora, una adolescente japonesa que practica la prostitución, un bombero cuya vida se destrozó desde que sacó víctimas del World Trade Center aquel fatídico 11 de septiembre y un inglés que viaja medio mundo como vendedor de suplementos para restaurantes?
Yo hubiese respondido que nada. Pero Jake me hizo pensar cuando desde el inicio nos dice:
Los patrones, el diseño matemático, están ocultos a simple vista. Solo hay que saber dónde mirar. Lo que a la mayoría le parece un caos, sigue en realidad unas sutiles leyes de comportamiento: galaxias, plantas, conchas; los patrones nunca mienten pero solo algunos pueden ver cómo encajan las piezas.
(…)
Todo está predeterminado por probabilidades matemáticas, y mi trabajo es vigilar esos números, hacer posibles las conexiones de los que necesitan encontrarse, aquéllos cuyas vidas necesitan tocarse.
No me digan que no es sugerente para fantasear con una ancestral teoría que podría tener algo de cierto.
la verdad es que me vi la serie y luego quise saber un poco de el mito del hilo rojo del destino, lo busque y me aparecio esto y vi que era de la serie y me gusto. muy buena reseña!