Risas contra el infortunio

En mi nuevo trabajo dicen que siempre sonrío, que da ganas sentarse a mi lado por más que el trabajo sea duro porque si me miran se les quita el estrés. Reconozco que son elogios que me agradan, y trato de fomentarlo con más risas, sin exagerar, sin que parezca forzado porque en realidad, no es forzado.

Los que me conocen saben que soy incorregible. Soy de los que ve puertas escondidas cuando los demás me intentan cerrar los ojos haciendo que sólo vea muros. Siempre estoy como dicen los cubanos: “con los dientes pa’fuera.” ¿Y por qué? Porque me gusta sonreír, porque me gusta echarle ganas y deseos a la vida.

No creo que el mundo sea ese infierno cruel que muchos ven a diario, pero aún así la vida es, no pocas veces, penosa. No creo que la vida sea esa mierda que muchos tratan de enseñarle a los demás, pero aun así, vivir de la forma que queremos cuesta tiempo y esfuerzo, y no siempre lo logramos.

Por eso, porque la vida es dura y porque las cosas que pretendemos cuestan tiempo y esfuerzo, no podemos estar todo el día, gran parte de la vida que luchamos para alcanzar un momento de felicidad, con el ceño fruncido.

Si muchas veces los objetivos que pretendemos sólo los alcanzamos un breve momento de nuestra vida, deberíamos intentar disfrutar del camino que recorremos hacia él. De otra manera estaríamos toda nuestra vida tristes, cabreados o infelices.

Por eso sonrío, porque le echo ganas a lo que me gusta, porque con risas obtengo más que con peleas, porque quiero disfrutar el viaje hacia el paraíso que pretendo, porque la vida me ha enseñado que cuando sonríes le das motivos a personas tristes para ser optimistas. Basta conque nos fijemos un poquito para que nos demos cuenta que, hasta en los momentos difíciles y por más que nos cueste, siempre hay motivos para sonreír.

Eso, por supuesto, sin olvidar que también tengo momentos malos, momentos tristes que me recuerdan esa bella canción, Piedra y Camino, que a nadie he escuchado cantar mejor que a Juan Carlos Baglietto:

 A veces soy como el río,
llego cantando,
y sin que nadie lo sepa, vida,
me voy llorando.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *