La tecnología está matando al cerebro

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Si quieres escuchar en audio:

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—¿Eres tecnofóbico o tecnoptimista?

Cuando me hicieron esta pregunta la primera vez tuve que reflexionar con calma antes de responder. ¿Quiero un futuro con máquinas o les tengo un miedo que me muero?

—Pues ninguna de las dos —respondí.

Pero cada día que pasa desde entonces la tecnofobia va ganando terreno.

No tengo nada contra la tecnología, más bien al contrario, creo que me ha ayudado mucho a ser parte de lo que soy como profesional. La red me ha permitido independizarme como escritor e investigador, darme a conocer al otro lado del mundo y poder acceder a una cantidad inmensa de datos que me costaría cinco veces más trasladarme a encontrarlos.

Pero (y esta maldita palabra) la red, tanto como permite acceso a la información interesante, amplifica hasta extremos insospechados la tontería, la ignorancia y la holgazanería; y ahí me deja con escasos argumentos para su defensa.

En un artículo leí que nuestro posible futuro como especie se llama Mindy (la foto que encabeza este texto). El New York-Presbyterian Orch Spine Hospital, hace una prospección de lo que seremos usando teclados, tecnología e inteligencia artificial. Mindy es un ser encorvado con garras, cuello grueso y un cerebro más pequeño.

Este tipo de predicciones sobre la evolución humana hay que tomarlas con pinzas porque la tecnología cambia tan rápido que lo que hoy es norma, puede ser una antigualla dentro de diez años. Pero de todo lo que se dice casi no tengo dudas de que el cerebro será más pequeño. Por una razón simple: hoy se usa menos el cerebro porque hemos puesto nuestra memoria y su adiestramiento en la red.

Muchos consideran que no se deben guardar datos ni ejercitar la memoria porque todo lo que necesitas saber lo encuentras haciendo una mínima búsqueda en Internet y el cerebro está para otras cosas, no para guardar datos. No deja de ser cierto que es cómodo dejar que Google recuerde por nosotros mientras nos dedicamos a reflexionar y tomar decisiones…, si en verdad nos dedicamos a reflexionar y tomar decisiones.

Pero incluso, aunque lo hiciéramos, esto tiene un problema del que he leído y que muchos están avisando, y es el escaso uso de la memoria y la incapacidad manifiesta del ser humano de filtrar la información eficiente y racional de lo que es bazofia.

En el mundo hispano uno de los investigadores que más está tratando de advertir sobre estos temas es José Antonio Marina. Que no niega la tecnología, pero intenta que discutamos sobre la conveniencia de que dejar que sean las máquinas las que recuerden y tomen decisiones por nosotros.

Aclara Marina que el paralelismo entre memoria e inteligencia es claro y evidente; y nos ejemplifica como, al leer frases complejas, de forma general, no recordamos la literalidad de la frase sino su resumen. Esa capacidad de sustituir lo literal por nuestro propio razonamiento, se puede perder si no se practica la memoria.

Dice literalmente:

Las máquinas tendrán más conocimiento que nosotros y serán muy creativas. La cuestión a plantearse entonces será: ¿quién tomará las decisiones?, ¿la inteligencia artificial o la humana? Me parece importante que sea la segunda la que siga tomando decisiones, pero para eso debemos reformular la inteligencia.[1]

Yo no estudio el cerebro como neuro científico, pero miro y reparo mi entorno lo suficiente para saber que en el campo intelectual se está perdiendo la capacidad de comprender textos y otros formatos de una longitud medianamente larga.

José Antonio Marina, que sí sabe sobre neurociencia y psicología, expone que el problema viene porque en formatos lingüísticos cortos se pueden facilitar consignas, hacer bromas, insultar, y mostrar todo tipo de mensajes simples, pero no se pueden dar argumentos, porque para argumentar se necesitan formas lingüísticas amplias, y el ser humano, hasta donde sabemos, no está dispuesto a dejar la simplicidad del mensaje por la dificultad del argumento razonado.[2]

Esto conlleva a que, si no se entrena la mente para el pensamiento complejo, si no se lee o si la lectura de frases largas aburre y se sustituye por la frase grandilocuente y facilona de Tweeter, si la simplicidad de TikTok reclama a abandonar otros mensajes más elaborados, si se sustituye la complejidad de la atención argumentada que permite la lectura por la facilidad del mensaje audiovisual tipo Youtube, estamos dejando que nuestro cerebro se vuelva perezoso y, por tanto, estúpido.

Y lo que es peor, esta tendencia al formato corto y simple, en detrimento del largo y razonado, entorpece el pensamiento crítico y, a su vez, nos hacemos más permeables a profesar teorías conspirativas y mentiras, aún más cuando estas afianzan los prejuicios que previamente teníamos. Compramos más fácil el disparate que nos da la razón que la lógica racional que nos la quita.

Una de las reglas básicas de la inteligencia es someter todo a debate y mirar la mayoría de lo existente con desconfianza, incluso aquello que creemos. Es sano sospechar cuando veas un individuo (o ya que estamos) un grupo humano que presume de tener una idea única y perfecta que será la que predice el futuro y de la cual si te desligas eres un retrógrado, un conservador o un fascista.

Pero me pierdo en el argumento.

La propensión que se aprecia en el mundo actual, dado esta tendencia de dejar que las máquinas hagan nuestro trabajo, es el de la Inteligencia Artificial: Teléfonos inteligentes en los que ponemos nuestras decisiones e información más importante, asistentes de voz a los que preguntamos hasta el color que debemos usar de nuestra ropa interior, coches que se conducen solos, aplicaciones de optimización de rutas, Robots que chatean desde redes sociales o páginas de Internet, desfibriladores, máquinas quirúrgicas, máquinas de diagnóstico y demás aparatos médicos, etc…

Todo esto nos facilita la vida, bien es cierto, porque nos deja más tiempo libre. El inconveniente es ¿qué hacemos con ese tiempo libre? ¿cómo invertimos ese ocio? ¿para cultivarnos y distraernos o sólo para distraernos? Porque en el último caso nos divertimos, pero también nos embrutecemos.

Y el otro asunto es que se ha comprobado, que cuando se deja a una inteligencia artificial a aprender por su cuenta, no filtra la información relevante de la bazofia. Los ejemplos demuestran que un cerebro digital, adquiere la moralidad y las opiniones de la información predominante en Internet, que es el odio, la teoría conspirativa y las lacras humanas que priman la antipatía hacia otros humanos o grupos de humanos.

No existe el blanco y negro en la conducta humana. Se puede (o se debería poder) tener argumentos críticos sobre temas polémicos (como la discriminación positiva, el feminismo del siglo XXI, la censura de un discurso diferente en redes) sin necesidad de que se pueda ser acusado de racista, misógino o fascista. Se puede (o se debería poder) que alguien tenga una opinión racional y argumentada contra un discurso dominante sin que sea atacado de las mil acusaciones que circulan cuando alguien lo hace.

El dilema viene porque todo se ha enmarañado y tanto en la opinión dominante como en los discursos alternativos existen argumentos racionales y orates. Hay que tener una preparación alta para argumentar una opinión propia y no caer en ninguno de los extremismos que puedan ofrecerte. Y eso, hasta donde sabemos, no está claro que lo haga un robot por nosotros.

Una de las preguntas que se están haciendo los científicos y estudiosos vinculados a la inteligencia artificial es: ¿Seremos capaces de hacer que la inteligencia artificial sepa diferenciar entre un discurso crítico legítimo y sensato, donde se cuestionen principios que parecen morales y racionales, de una teoría conspirativa irracional?

Yo tengo dudas. La máquina será buena en elegir allí donde se involucre una decisión fría y objetiva, donde la opción es A o B; pero tengo dudas que si le das una solución intermedia que involucre la subjetividad, es decir, una opción C, pueda tomar una decisión correcta.

¿Tendrá esto que ver con el incremento de la contratación de filósofos y otros especialistas en ciencias sociales y humanas en el ámbito de la tecnología? Puede ser, pero sigo creyendo que poner a recordar a las máquinas por nosotros para tener más tiempo y no revertir ese tiempo en calidad, nos va llevar a esa Mindy del futuro donde lo menos preocupante es su aspecto físico; lo verdaderamente alarmante es la disminución evolutiva del cerebro y por tanto seremos menos sapiens.

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[1] Eduardo Villamil. “Me preocupa que nos volvamos estúpidos”, Entrevista a José Antonio Marina. El Imparcial, 3 de noviembre de 2018. https://www.joseantoniomarina.net/articulos-en-prensa/jose-antonio-marina-me-preocupa-que-nos-volvamos-estupidos/.

[2] yosoytuprofe. «José Antonio Marina: “Vivimos una epidemia de decaimiento del pensamiento crítico, por eso están creciendo las fake news”», Yo Soy Tu Profe, enero 7, 2020, https://yosoytuprofe.20minutos.es/2020/01/07/jose-antonio-marina-entrevista/.

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