¿Recuerdas cuando dabas tu vida por un antiguo amor, cuando no concebías otro mundo posible si no estaba él, cuando odiabas sus ausencias, el inenarrable estremecimiento al verlo llegar, el deseo de tener para siempre la mirada del otro, los susurros al oído, la caricia de sus dedos en la espalda?
Puede que lo recuerdes, pero puede que te sorprendas pensando ahora en ello porque en el último mes, año o hasta lustros, ni siquiera había asomado por tu presente. Quizás ni significa nada para ti en estos momentos cuando hubo un momento de tu vida en que el universo se detenía cuando aparecía.
500 días con Summer (Vendida en español como 500 días juntos, pero de título original 500 Days of Summer) es un disparador. De acuerdo, es una película, pero es una especie de chispa que dispara esos recuerdos del pasado sin que puedas evitarlo. Al publicitarla como una comedia romántica no se hace justicia a la historia que cuenta, del joven Tom (Joseph Gordon-Levitt) es el típico Nerd que apenas sabe manejarse socialmente y se enamora hasta lo imposible de Summer (Zooey Deschanel), la chica especial, pero inmadura, que ni siquiera pretende tener novio.
La fórmula del director Marc Webb no es nueva ni original porque tiene muchos ingredientes del cine adolescente y de comedia romántica, pero le da la vuelta, lo trastorna de alguna forma para dejarnos con algunos aspectos importantes que salvan la película de un dramón romántico más.
Primero la caracterización de los personajes, que lleva hasta un punto de inteligencia de vernos retratados en las contradicciones que vivimos en cierta parte de nuestra vida tanto en uno como en otro, porque rara vez no hemos estado dispuestos a dar la vida por alguien como en otros momentos no comprometernos con otro.
Otro logro es la narración casi en forma de diario. Aunque molesta por momentos la maniquea voz en off, Webb logra mantener nuestra atención por intentar saber qué va a pasar el día siguiente en esta relación que parece abocada a un fracaso inevitable.
Y por último la reflexión que nos deja: esa sensación de que el mundo es una vorágine de vidas que como una red de líneas interconectadas que se tocan o se alejan, podemos cambiar nuestro futuro con salir antes o después de casa. Que podemos cruzarnos con la persona adecuada, esa que nos puede cambiar la vida, en el sitio más inesperado y menos previsible, que esa misma persona es la que menos imaginamos y que aquella que parece serlo todo puede no ser más que un escalón que nos ayuda a subir pero no es el final de la escalera.
La frase del narrador dice: “Si Tom aprendió algo fue que no le puedes atribuir gran significado cósmico a un simple evento terrenal. Coincidencia: eso es todo lo que hay. Nada más que coincidencia.”
Bueno, quizás, pero no estoy muy seguro (y tampoco me importa) de que no exista algún significado cósmico, pero esta película, con toda su historia romántica de amores más o menos correspondidos, me ha obligado a pensar en ello.