Los cubanos tenemos un problema. En realidad apunto a uno de ellos, porque tenemos muchos problemas y sería una larga lista enumerarlos. Pero en especial existe uno que está haciendo un daño terrible a la convivencia entre los de aquí y los de allá. La lucha por ocupar parcelas de algo que se parece al poder.
Recién he visto entre consternado y alarmado como algunos exiliados, desde las cómodas butacas de París, Barcelona o Miami, acusan de traidores a un grupo de disidentes cubanos que han firmado un documento pidiendo el levantamiento de las restricciones que impiden los viajes de ciudadanos norteamericanos a Cuba.
Vayamos por partes. Aquí hay dos interpretaciones; una que cree que ese levantamiento ayudaría a la democratización de la isla, y la otra que cree que esto apuntalaría al régimen. Comprendo que son versiones opuestas, contrarias entre sí e imposibles de congeniar, esgrimidas por dos grupos que, sin embargo, apuntan a un mismo objetivo: que Cuba se libre de los Castro y la dictadura.
Pero me he perdido. En algún momento no alcanzo a comprender en qué punto de esta historia muchos de los exiliados más combativos han visto que los opositores cubanos que abogan por la otra salida, sean traidores.
Me pierdo. Si todos los cubanos –opositores activos, miedosos y apáticos dentro de la isla, pero contrarios al régimen– y exiliados –combativos, miedosos o apáticos, como yo– pretendemos lo mismo, si todos queremos que Cuba se quite de encima el yugo de esta tiranía senil, ¿por qué acuso de traidor a quien quiere llegar al mismo destino, pero por otro camino?
Recuerdo el concierto de Juanes. Quema de discos en la vía pública, manifestaciones contra los artistas, asaltos en la vía pública, y todo en el exilio, donde vivo y con quienes comparto ideas y deseos. No lo entiendo.
Si alguien hace algo por la isla, si sé que pretende lo mismo que yo, si quiere que aquel sufrimiento que es la tiranía termine lo más pronto posible, pero lo hace por un camino diferente al que yo creo, le digo que está equivocado y luego lo aplaudo si logra un poco de algo, o al revés si fuera necesario; pero no lo acuso de traidor o vendido al régimen.
El sano tono de discrepancia entre semejantes es la base del desarrollo, es la forma de avanzar, de encontrar caminos entre lo agreste de la selva, de llegar todos a la cima de la montaña. Si los exiliados, desde nuestra posición de personas libres, de escapados de las garras de la tiranía, nos cargamos de razones inamovibles que nos hace ver el dedo pero no la luna, la maleza, pero no la salida, estamos retrasando la salida de la jungla.
Me duele ver cómo se acusa a los disidentes de dentro de la isla –con quienes comparto objetivos pero no algunas vías que usan para cumplirlos– de traidores, de agentes del régimen, de mil y una descalificaciones que no tienen nada que ver con su carácter público, sino con sus defectos personales.
Mal nos va a todos los cubanos si los exiliados –los que tenemos la libertad, los que conocemos la democracia, los que podemos demostrar a los de adentro lo que hemos aprendido, lo que de poderoso tiene discrepar, polemizar, tener ideas contrarias y debatirlas con solvencia, sin descréditos, sin insultos ni desprestigios personales– acusamos de traidores a otros cubanos por creer, equivocadamente o no, que lo que hacen ayuda a la democratización de la isla.
No quiero juzgar intenciones, pero me da la sensación de que algunos exiliados de los más combativos, de los más históricos militantes contra el régimen, no están recibiendo con buenos ojos, lo que por otra parte es una normalidad: que haya opositores nuevecitos dentro de la isla que les quitan protagonismo. La verdad es que están demostrando ser más marxistas leninistas que los que gobiernan la isla ahora mismo. Por el bien de Cuba y de la familia que allí tengo, ojalá me equivoque.
Hola Hector, acabo de leer el artículo sobre tu país (Cuba).
Veo que dices las cosas claritas y con mucho sentido común, pues creo que hay que llevar una línea de imparcialidad, como tú la llevas. Sigue así, espero que lo más pronto posible se acabe esa dictadura y entren pacíficamente, esos aires frescos de libertad que tanto deseamos. Un saludo