Hace unos días tuve una polémica interesantísima con un cubano sobre la libertad en Cuba. Lo que más me sorprendió fue su respuesta cuando le dije que en Cuba faltaban libertades fundamentales.
-Eso será para ustedes. Nosotros, la gente normal, los que queremos vivir bien y sin meternos en política, no tenemos problemas con la libertad porque a fin de cuentas tampoco la hay en el capitalismo.
Para los que no son cubanos o no conocen la vida cubana, la gente normal para estos valedores de la vida apática cubana, son todos aquellos que no son artistas, intelectuales, disidentes, opositores. En una palabra, para ellos son los que callan y otorgan.
En ese momento la polémica terminó. No sabía de qué forma hacer comprender a una persona que ve a los que pedimos libertad y democracia para Cuba como anormales. Además, su axioma inicial es erróneo porque en Cuba hay intelectuales y artistas que son colaboradores del sistema comunista, y, por extensión, gente trabajadora que se gana el pan, aunque no con el intelecto, y que son disidentes activos. Lo llamativo aquí es trasladar la responsabilidad de la culpa hacia la víctima.
No es extraño. Es decir, por mucho que parezca inusual, no es extraño que haya quien piense que tiene libertad en Cuba o, en el peor de los casos, no es importante si no la tiene porque tampoco existe en Madrid, Miami o Londres. Consideran la libertad como una forma desenfrenada de hacer lo que me da la gana y no como la manera responsable de defender mis derechos fundamentales.
En Cuba no pueden viajar libremente, no hay acceso a Internet, está restringido el sustento por una cartilla de racionamiento, no existen organismos independientes a los que quejarse si algo funciona mal, no se puede leer a Cabrera Infante o Vargas Llosa, no pueden asistir en vivo a un concierto de Willy Chirino o Alejandro Sanz, todo por cuestiones políticas, por decisión unipersonal de un estado que resuelve, sin nuestra intervención, lo que es mejor para nosotros. Después de esto uno se pregunta, ¿cómo aún siguen creyendo que tienen libertad o consideran que no es importante tenerla?
Los que me siguen o me conocen saben que no fui en Cuba opositor militante. Nunca estuve en las listas de partidos políticos de la oposición. Era cuestión de tiempo que sucediera, pero salí antes de que ocurriera. Sin embargo intenté, en la medida en que me lo permitía la tramposa ley de la isla, mantener una postura independiente hacia la dictadura cubana. No participar en las elecciones fraudulentas, firmar el proyecto Varela, no ir a actividades políticas o sociales procastristas, etc.
Por todo ello tengo la suficiente mesura para decir que por posturas como la de éstas personas es que existe un sistema opresor como el cubano. Comparar la falta de libertad de Cuba con la existencia de la responsabilidad individual resguardada a través de las leyes de un estado de derecho capitalista es de un cinismo desgarrador o una ignorancia supina.
Esa apatía del cubano, esa forma de mantenerse alejado de su responsabilidad como individuos de la raza humana, y culpar a los que sí lo hacemos, es lo que ha provocado la permanencia de un ambicioso, oportunista y manipulador abogado en el poder por más de 50 años. Hay quien cree, y yo otorgo veracidad a la frase, que en Cuba tenemos lo que nos merecemos. ¿Qué podemos esperar si los propios cubanos nos acusamos entre nosotros de normales y anormales según exijamos o no libertad?
Estos cubanos valedores del cubanismo castrista no tienen por qué ser comunistas, ni siquiera son castristas. Simplemente se acostumbraron a la inopia y la inactividad de vivir en un país alejado del mundo real, en una sociedad apática y sumida en falta de libertad que les impide apreciar cabalmente que la libertad no es hacer lo que me da la gana sino aquello que permite la ley que dictan unos señores a los que yo elijo para que las piensen y las discutan mientras les pago el salario con mi trabajo. Tanto es así que, aún cuando viven en la libertad del mundo real, siguen añorando la ilusoria tranquilidad de la isla.
Al final va a ser verdad que la libertad implica tantos sacrificios, cambios y responsabilidades que muchos se asustan de ella. Estos amigos de la cubanidad bajo el comunismo han terminado por amar la esclavitud y, por ende, le tienen terror a la libertad. Una lástima de ciudadanos.