Aferrado a los clásicos. Rebelión en la granja. (Orwell)

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blankVivía en Cuba cuando alguien me habló por primera vez de la novela Animal Farm (Rebelión en la granja) de George Orwell. Debió ser alrededor de 1995 o 1996, quizás un año después, no mucho más que eso. Por aquel entonces no le di importancia, o más bien, no le presté demasiada atención. ¿Por qué? Dos motivos bien claros.

El primero: Nunca olvides que en Cuba existe una dictadura comunista, y todo lo que pueda parecer disidente, contrario a la doctrina oficial, debe ser ocultado; y si sale a la luz, por cualquier motivo o error, debe ser reprimido. Pues nadie que conociera me había hablado antes de ese libro, quizás no lo conociera, quizás no se atrevieron a hablarme de algo que estaba prohibido.

El segundo: En esos años estaba yo encaminando los primeros pasos hacia cierta profesionalización de la escritura y comenzaba a ser consciente de las técnicas de la escritura ficcional. Para mis colegas se entendía la literatura –y yo repetía el patrón– como los grandes clásicos, sólo los libros que tienen valor como grandes novelas o excelsos libros de cuentos. Todo lo que se alejara de esa lógica de “gran libro”, fuera vendible, comercial o entretenimiento sin pretensiones de clásico de la “gran literatura” no debía ser ni tenido en cuenta.

Así que cuando alguien me habló de un libro donde los personajes eran todos animales, no me pareció ni serio ni digno de atención. Y, no tanto porque negara que se puede hacer gran literatura con animales como personajes, porque había leído con placer hacía muchos años las fábulas de Esopo o de La Fontaine; el problema es que para mí eso era literatura para niños, que yo no hacía, ni pensaba hacer. Ni siquiera sabía quién era George Orwell y no me interesaba aprenderlo. Si en las clases de Historia en la Universidad de La Habana no me habían hablado de él, no creía que fuera importante saberlo entonces.

Pero sucede que, quien me recomendó Rebelión en la granja, era de esas personas a las que tienes en gran consideración, porque sabes que tienen un meticuloso juicio literario y no era cuestión de quitar méritos a la recomendación que me hacía. Y ya tenía la experiencia de que, en la universidad, nadie me había hablado de la existencia de Mario Vargas Llosa, Borís Pasternak, Milan Kundera, Aldous Huxley, Guillermo Cabrera Infante, Aleksandr Solzhenitsyn, y aquí paro porque la lista de escritores prohibidos en Cuba era (es) tan amplia como imposible de citar. Así que, con reparos y a regañadientes, me metí a leer Rebelión en la granja, y a partir de entonces, muchas cosas cambiaron en mi apreciación literaria.

El primer impacto es que todo lo que se contaba en aquel libro lo vivía a mi alrededor: la dictadura, la opresión, la falta de opinión, el miedo de los demás, el recelo a opinar de forma diferente, el encarcelamiento de personas que tienen ideas no aceptadas por el contexto oficial, el culto a la personalidad; y ya aún más impactante fue que quien había escrito todas aquellas verdades en una alegoría, era alguien que profesaba las ideas que reprochaba. Mejor expresado, de un intelectual y escritor que tenía profundas convicciones socialistas, que venía de compartir aquellas ideas que prometían el paraíso y, en definitiva, creaban el infierno en la tierra.

Se suele decir que George Orwell (Eric Arthur Blair) concibió Rebelión en la granja como una alegoría política y una crítica mordaz al estalinismo, pero, siendo cierto, si la analizas al detalle, fue más allá al retratar los peligros inherentes a todo tipo de totalitarismo o, incluso, revolución. Pero nadie puede negar que la idea creció en él, en gran medida, de su experiencia personal y sus observaciones sobre los acontecimientos sociopolíticos de la Revolución Rusa de 1917 y el desarrollo del régimen de Joseph Stalin en la Unión Soviética.

Sin embargo, ese gran supra tema, lo vivió Orwell en carne propia con la experiencia directa que vivió durante su participación durante la Guerra Civil Española (1936-1939), donde luchó junto a las milicias del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), y donde fue testigo directo de la represión política entre las facciones de izquierda que combatían contra el fascismo.

En sus páginas dejó escrito cómo el estalinismo había infiltrado y traicionado a los movimientos revolucionarios en España y el resto del mundo, lo que fortaleció su desconfianza hacia la burocracia autoritaria que ejercían los partidos comunistas.

Los comunistas, como es lógico, niegan que el gobierno ruso haya ejercido ninguna presión directa. No obstante, aunque esto fuera cierto, tiene poca importancia, porque los partidos comunistas de todos los países pueden considerarse ejecutores de la política rusa; lo que sí es cierto es que el Partido Comunista de España, los socialistas de derecha a los que dirige y la prensa comunista de todo el mundo han apoyado la contrarrevolución con toda su inmensa y creciente influencia.[1]

En su concepción del mundo, y en el contexto en que vivió George Orwell, era lógico para él, asumir que el origen de las derivas autoritarias de los partidos comunistas españoles era culpa de la influencia soviética, y no lo que realmente es: que toda idea nacida de la izquierda comunista termina por ser intrínsicamente autoritaria, excluyente y opresora de la disidencia. Pero este argumento no cambia el itinerario del nacimiento de dos grandes novelas salidas de su pluma y nos aleja de lo que tratamos aquí; así que no insisto en ello.

En 1940 Orwell tenía la idea, el tema, pero no la historia. Quería escribir sobre el totalitarismo y la fuerza del estalinismo en las personas, pero no sabía cómo abordarlo en la ficción, más allá del periodismo, que ya había ejercido.

Por esas extrañas coincidencias que se dan en la creatividad –y que mi amigo Carlos y yo siempre debatimos si es coincidencia o brujería, y no sabemos si está en una imprecisa frontera entre la neurociencia y el esoterismo– Orwell explica que tuvo una visión que fue el germen de la novela.

…en los últimos diez años he estado convencido de que la destrucción del mito soviético es esencial si queremos un renacimiento del movimiento socialista. A mi regreso de España, pensé en exponer el mito soviético en una historia que pudiera ser fácilmente entendida por casi todo el mundo… Sin embargo, los verdaderos detalles de la historia no se me ocurrieron hasta que un día (por entonces vivía en un pueblo pequeño) vi a un niño pequeño, de tal vez diez años de edad, conduciendo un enorme caballo de tiro a lo largo de un sendero angosto, azotándolo cada vez que intentaba girar. Se me ocurrió que si estos animales se dieran cuenta de su fuerza no tendríamos ningún poder sobre ellos, y que los hombres explotan a los animales de una forma bastante parecida a cómo el rico explota al proletariado. Me puse a analizar la teoría de Marx desde el punto de vista de los animales.[2]

Siguiendo la propia biografía del autor –El historiador Brian Edwards, quizás fue el primero en apuntar a ello– se suele colocar esta anécdota en una granja de Wallington, Inglaterra, donde Orwell vivió y trabajó desde que abandonó España y hasta 1940. Lo que es evidente es que este incidente le inspiró la idea de escribir una fábula en la que los animales se rebelan contra sus opresores humanos para, irónicamente, caer bajo un régimen tan opresivo como el que intentaban derrocar.

Escribió la novela entre noviembre de 1943 y febrero de 1944 de manera meticulosa y con bastantes problemas personales. Gran parte de Europa estaba devastada por la Segunda Guerra Mundial, y el autor enfrentaba problemas de salud y bastantes dificultades económicas.

Por si no fuera suficiente, tras terminarla, Orwell enfrentó numerosas dificultades para encontrar un editor dispuesto a publicar Rebelión en la granja en Inglaterra. Y cuando escuchas esto, no dejas de preguntarte por qué un libro que criticaba ideas totalitarias comunistas que imperaban en Rusia, pudiera tener problemas para salir a la luz en la democrática Gran Bretaña.

Todo tiene que ver con el contexto. La crítica implícita a Stalin, –que en la novela podía ser comparado con un cerdo– en un momento en que la Unión Soviética era vista como un aliado crucial en la lucha contra el nazismo, llevó a que muchas editoriales rechazaran el manuscrito. Se suele citar a menudo que el gran T. S. Eliot, entonces editor en Faber & Faber, lo rechazó argumentando que el libro no era «apropiado» debido a su tono crítico hacia los soviéticos[3].

Respecto a esto el propio Orwell, fue muy crítico y reivindicó el derecho a la libertad de expresión, por encima de los intereses geopolíticos:

Desde una década atrás creo que el régimen existente en Rusia era una construcción perversa y reivindico mi derecho a decirlo, aunque seamos aliados de los rusos en una guerra que deseo ver ganada.

(…)

Sobradamente conozco las razones por las que los intelectuales de nuestro país demuestran su cobardía y deshonestidad. He sufrido en carne propia las consecuencias de los argumentos con los que pretenden justificarse. Creo que sería mejor para todos que cesaran en sus desatinos y pasaran a defender la libertad contra el fascismo. Porque si la libertad vale de algo, es por el derecho que otorga de poder decirles a los demás lo que no desean oír.[4]

Por suerte, para el autor y para nosotros, Rebelión en la granja fue publicado por Secker & Warburg en agosto de 1945, poco después del final de la Segunda Guerra Mundial. La obra fue un éxito inmediato, aunque no estuvo exenta de controversias. Su popularidad creció rápidamente, y pronto fue reconocida como una de las sátiras políticas más importantes del siglo XX.

La historia de Rebelión en la granja ocurre en la granja Manor, que pertenece a un hombre que se llama Jones. Los animales del lugar comienzan a ser conscientes de que tienen más poder y fuerza que el hombre y, azuzados por un cerdo llamado Major, se rebelan y toman el control de la granja para crear una sociedad igualitaria.

El gran problema comienza cuando Major muere apenas tres días tras haber derrocado al hombre y toman el poder Bola de Nieve, Squealer y Napoleón, otros tres cerdos cuyas ideas están bastante alejadas de las ideas del iniciador de la revolución, pero al que utilizan creando un ideario que remite a él, y supuestamente inspirado por él, al que llaman Animalismo. El movimiento degenera hasta convertirse en un régimen aún más despótico y cruel que cuando la granja era gobernada por el hombre.

No pongo ejemplos de las situaciones concretas de la novela por si te apetece leerla y no lo has hecho, pero encontrarás situaciones entre trágico cómicas, que te harán reflexionar, y mucho sobre la independencia, el poder, el derecho a pensar y muchas más cosas referentes a la libertad del ser humano.

Más allá de la alegoría política y el simbolismo típico de una fábula distópica, no voy a engañarte diciéndote que con esta novela aprenderás grandes técnicas literarias y que es una obra maestra llena de virtudes estéticas. Cuando se habla de ella se ensalzan determinadas figuras literarias como la Hipérbole, la Humanización, la Ironía o la Antítesis y que, su simple enumeración, me causan más repelús que una tarántula en la espalda.

Pero lo que no se puede negar es que Rebelión en la granja es un clásico más allá de su simplicidad técnica y estilística. Orwell se esforzó por crear un relato accesible, breve y directo, que pudiera llegar a un público amplio y transmitir su mensaje de manera clara. Inspirado por las fábulas de Esopo, adoptó un estilo llano y simbólico, donde cada animal representaba a diferentes grupos o figuras del espectro político.

La novela no pretende alzarse más allá del lenguaje y los escenarios de una granja para criticar cómo las revoluciones pueden degenerar en tiranías cuando quienes están en el poder manipulan la verdad y perpetúan su dominio. La famosa frase «Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros» encapsula con eficacia y sorprendente economía de recursos, la hipocresía de los líderes que traicionan los principios sobre los que se fundan sus movimientos.

La novela también aborda temas como la propaganda (representada por Squealer, el cerdo encargado de manipular los hechos), la explotación de los trabajadores (a través de la trágica figura de Boxer), y el culto a la personalidad (con la figura de Napoleón como un dictador carismático, pero despiadado).

Para los que conocen sobre la historia de la revolución rusa de 1917 y su posterior desarrollo, es imposible no pensar en el cerdo Major como Marx o Lenin, los iniciadores o pensadores que sustentan el movimiento. De la misma manera, los cerdos Napoleón y Snowball parecen representar a Stalin y Trotsky respectivamente, mientras que los caballos Boxer y Clover simbolizan a la clase trabajadora explotada. Y no es extraño pensar así cuando lees la obra periodística de Orwell, plagada de sus opiniones y argumentos sobre los principales líderes de Rusia y el estalinismo.

Rebelión en la granja, a pesar de su estilo sencillo y llano –o quizás por él mismo– es hoy considerada una obra maestra de la literatura universal. Durante muchos años gozó el privilegio de ser una novela maldita en todos los países de la órbita soviética donde se mantuvo prohibido junto a otras dictaduras como la de Cuba, Corea del Norte, Emiratos Árabes Unidos y varios países de África.

Como reparando esta injusticia, la novela ha sobrepasado su influencia más allá de la literatura y sus referencias se pueden encontrar en innumerables géneros artísticos y culturales, y en otros aspectos de la vida que ya se alejan del arte. Muchos que jamás han leído la novela pueden identificar elementos de Rebelión en la granja en cualquier anuncio comercial de la televisión.

Existen referencias a ella en el cine, que se le han hecho dos versiones en 1954 y 1999 y hay anunciada una tercera que muchos estamos esperando con verdadero entusiasmo.

En la música. El videoclip de Coldplay Trouble in Town, de 2020, muestra a un vagabundo con una máscara de ciervo leyendo “Rebelión en la granja”, mientras que Piggies, que George Harrison escribió para el Álbum Blanco de los Beatles de 1968, está inspirada en la novela de Orwell. El álbum Animals de Pink Floyd de 1977 muestra un cerdo volador, como clara referencia al libro.

La novela, además, figura en la lista de la revista Time de las 100 mejores novelas publicadas entre 1923 y 2005.[5]

Para el escritor C. S. Lewis Rebelión en la granja es, incluso, superior a 1984, la siguiente novela de George Orwell:

La Granja es una obra de otro tipo. Aquí todo se proyecta y se distancia. Se convierte en un mito y tiene permitido hablar por sí mismo. El autor nos muestra cosas odiosas; no tartamudea ni habla espeso bajo la oleada de su propio odio.

La emoción ya no le incapacita porque todo ha sido utilizado, y utilizado para hacer algo.

Una de las consecuencias es que la sátira se vuelve más eficaz. El ingenio y el humor (ausentes en la obra más larga) se emplean con un efecto devastador. La gran frase «Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros» cala más profundo que todo 1984.[6] [7]

Por su parte Margaret Atwood, cuya carrera literaria está bien marcada por una novela igualmente distópica, como The Handmaid’s Tale (El cuento de la criada), escribió que leyó por primera vez Rebelión en la granjacuando tenía 9 años y la marcó para siempre:

 

Rebelión en la granja es uno de los libros sobre el emperador desnudo más impresionantes del siglo XX, y por eso le acarreó tantos problemas a George Orwell. La gente que va en contra del pensamiento oficial del momento, aquellos que señalan lo incómodamente obvio, se exponen a ser aplastados por un rebaño de airados corderos.

A los nueve años, evidentemente, no me di cuenta de todo eso, no de una manera consciente. Pero uno aprende el patrón de las historias antes de entender el significado, y Rebelión en la granja tiene un patrón muy claro.[8]

En conclusión, Rebelión en la granja es de esos libros inevitables, porque marcan un camino. Su enfoque satírico, combinado con su aguda crítica política, la convirtió en una lectura esencial para entender los mecanismos del poder y la corrupción. Más allá de su contexto original, la novela sigue siendo relevante como advertencia contra los peligros del autoritarismo en todas sus formas, en todos los tiempos y todas las geografías. Y lo que para mí es más importante, plantó las bases de lo que sería la novela que verdaderamente se puede considerar una obra maestra de estructura y forma escrita por el mismo autor, 1984, de la que hablaremos muy pronto.

[1] George Orwell, Orwell en España: Homenaje a Cataluña y otros escritos sobre la guerra civil española, 1. ed., Tiempo de memoria (Barcelona: Tusquets Editores, 2003), 254.

[2] George Orwell, «Preface to the Ukrainian edition, March 1947». In: Animal farm: a fairy story. (London: Constable, 2021), 129.

[3] «T. S. Eliot to George Orwell», 13 July 1944. Ibid., 115.

[4] George Orwell, «La libertad de prensa». En:1984 y rebelión en la granja, 2a ed. (México: Grupo Editorial Tomo, 2006), 276.

[5] «Is Full List one of the All-TIME 100 Best Novels?», Time, s. f., https://entertainment.time.com/2005/10/16/all-time-100-novels/slide/all/.

[6] C. S. Lewis y Walter Hooper, On stories, and other essays on literature, 1st ed. (New York: Harcourt Brace Jovanovich, 1982), 103.

[7] The Farm is work of a wholly different order. Here the whole thing is projected and distanced. It becomes a myth and is allowed to speak for itself. The author shows us hateful things; he doesn’t stammer or speak thick under the surge of his own hatred.

The emotion no longer disables him because it has all been used, and used to make something.

One result is that the satire becomes more effective. Wit and humour (absent from the longer work) are employed with devastating effect. The great sentence ‘All animals are equal but some are more equal than others’ bites deeper than the whole of 1984.

[8] Margaret Atwood, La maldición de Eva, Nueva ed. con este formato., Ensayo (Barcelona: Lumen, 2013), 101.

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