La verdad, entre la censura y la manipulación

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blankEn 2001 me encontré con el escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez para cerrar la publicación de un relato suyo en la revista cultural La Gaveta, de la cual era yo entonces director editorial. El novelista fue muy amable, no me conocía de nada y accedió a verme gracias a la mediación de una amistad común.

Se mostró jovial, abierto y directo, sin pelos en la lengua soltó frases atrevidas que no me esperaba de alguien que vivía en Cuba, se atrevió a decirme algunas cosas casi vedadas, quizás porque me escuchó a mí transmitir información por la misma frecuencia sociopolítica, algo muy inusual cuando hablas con desconocidos en Cuba.

Por lo mismo, entre todo lo que hablamos, hubo algo que llamó mi atención y era el hecho de que no había sido publicado en Cuba desde que había salido su trilogía sucia de La Habana (creo que en estos momentos eso ha cambiado, aunque no para esta obra) y nunca lo sería mientras existiera el estado de cosas en la isla. Dijo algo que nunca olvidaré, más o menos en estos términos: entiendo vuestra buena voluntad de publicarme un relato en la revista, pero no lo van a lograr.

Lo recibí como un reto y le dije que lo íbamos a hacer. Y sí, incluimos el relato en la revista, lo enviamos a maquetación y lo dejamos listo para imprenta, pero jamás se publicó la revista o, siendo sinceros, ese ejemplar. Yo salí hacia Madrid para no volver, al menos no al mismo puesto de trabajo, y mi director entonces salió con apenas un mes de diferencia. Conclusiones, Pedro Juan tuvo razón.

Conversé hace pocos días con el que era director general de la revista entonces sobre sus recuerdos en este tema y me confirma que el problema no fue sólo ese número; hubo otros concebidos y enviados a imprenta que nunca salieron a la calle, por censura. Al final, haciendo un recuento, llegamos a la conclusión de que nos estaban pagando un salario para que trabajáramos en algo que nos gustaba, aunque pocas veces se viera el fruto de nuestro trabajo; especialmente para tenernos tranquilos, callados, censurados. Nos dejaban hacer, pero igual nos callaban.

La anécdota me regresó mientras veía en redes sociales las imágenes falsas o sacadas de contexto sobre el tema de la independencia unilateral de Cataluña y que gracias a @malditobulo podemos descubrir. Fotos de varios momentos previos, fotos bien manipuladas sacadas de vídeos que aportan una información contraria a la realidad, y un largo etcétera que sería imposible de contar. Al final todo es lo mismo, manipulación que intenta escondernos la verdad, una forma que no deja de ser censura.

Dice una frase que en un conflicto entre dos bandos la primera víctima es la verdad. En Cataluña, por desgracia, sin haber una guerra, pero si dos bandos políticamente enfrentados –¡y de qué manera!– la verdad ha caído en las trincheras. Por ahora, los independentistas tienen las de ganar, porque manejan con soltura un argumento difícil de rebatir: votar en democracia, y el estado español, si bien no tenía muchas opciones, perdió algunas razones con las cargas policiales el día del malogrado referéndum.

Por desgracia, la censura y la manipulación de ambos lados ocultan la realidad de varios nacionalistas políticamente desequilibrados que manipulan a cientos de miles de personas de buena voluntad contra un gobierno que tiene un único camino en este conflicto: defender el Estado que le han entregado de manera temporal.

No es que en Cataluña se viva como en Cuba porque hay otros cientos de argumentos que separan la sociedad catalana de la dura realidad de la isla del Caribe, pero en el día a día, en ir al trabajo, compartir con la familia, opinar de forma diferente a los medios en manos del estado, acceder a ciertos puestos de trabajo sin la obligación de seguir ideas (y hasta formas de expresarse) diferentes a las oficiales y que no representan a todos, Cataluña y Cuba no son muy diferentes.

No sé si hoy en día se podría publicar en Cuba la Trilogía… de Pedro Juan, no sé si hoy sería menos agresivo que en 2001 dejar que uno de sus textos aparezca en una revista, probablemente no, pero lo que sí tengo claro es que pensar diferente, en Cuba o Cataluña, te puede traer problemas, o cuando menos, una vida peor.

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