Estoy perplejo con la reacción del músico cubano Manuel González, más conocido como Manolín, el médico de la salsa. Sí, porque no parece tener otro argumento el músico para enfrentarse a toda la comunidad cubana de Miami que sus problemas para enfrentarse al mundo real, a la vida que rige en el mundo entero aunque no en la isla que dejó hace años, donde se vive una vida ficticia alejada de cualquier lógica universal. ¿Pero qué ha dicho el músico que hace ya algunos años estableció su residencia en Miami?
Pues para empezar titula su artículo refiriéndose a Miami como Bienvenido al infierno, y utiliza el músico para llamar a sus antiguos vecinos de la ciudad americana el mismo apelativo que el gobierno castrocomunista de la isla, a los que llama Mafia de Miami. Aquí Manuel González demuestra su ignorancia sobre lo que es una mafia y también ignora lo que es un infierno cuando salió de uno hace más de 10 años.
En cualquier caso hay que separar dos aspectos de las declaraciones del músico, la primera es la realidad de lo que han construido los cubanos en Miami y la segunda su propia experiencia como artista.
No creo que para nadie sea un secreto que en Miami los cubanos han fabricado aquella Cuba que quisieran para la isla, la Cuba sin comunismo, con libertad, con posibilidades y puertas abiertas para todo aquel que sepa cómo explotar su talento, sea músico o cocinero. Miami es un ejemplo de lo que podríamos hacer los cubanos cuando nos dan la libertad de expresar nuestras capacidades y talentos en un ambiente de libertad.
Sin embargo, tampoco es un secreto que existen grupos de poder que han creado una ola de opinión predominante sobre otras. Miami es aquella ciudad donde existen demasiadas víctimas de un régimen represor y tiránico, que no quieren ver, ni por un segundo que alguien pueda defender aquel gobierno que les quitó sus negocios, las vidas de sus familiares y su libertad.
Quizás los mueve parte de resentimiento, y en ello han cometido el error de perpretar, dentro de un clima de democracia, algunos de aquellos excesos que le critican al gobierno de la isla. Dijo un dominicano famoso: “los cubanos o llegan o se pasan” y en Miami, con todas sus virtudes, los cubanos se han pasado.
Todo aquel que defienda en Miami una postura mínimamente contraria a la predominante sobre Cuba, que pida antes diálogo que bombas, o intercambio cultural antes que conflictos políticos, es tachado de comunista; eso es un error insensato.
Probablemente sea algo desquiciado y estén equivocados los que abogan por pedir diálogo con la dictadura cubana, yo creo que es así, pero no deberíamos escandalizarnos hasta el punto de encerrarlos en un cuarto oscuro por creer en ello.
Particularmente no me gusta Miami para vivir, lo digo desde la experiencia de otros ya que nunca he vivido allí, pero sí estuve 30 años de mi vida en Cuba como para conocer a los cubanos y sé que, aún construyendo aquella sociedad en la que la libertad y el libre albedrío sean los motores impulsores, no me sentiría a gusto rodeado de un ambiente parecido al que dejé en La Habana sólo que de signo político contrario.
Miami es Cuba, con virtudes políticas que no tiene la segunda, pero sí todos sus lastres sociales. Hablo del ambiente callejero, la bulla, el chisme, la envidia al prójimo y algunos complementos más que cualquier cubano conoce y prefiero no seguir detallando. Por todo eso, además del deseo de libertad, prefiero Madrid que Miami, París que Hialeah, Londres que Orlando. Pero si esto fuera un defecto de mi personalidad, tengo una virtud, o creo tenerla, que le ha faltado a Manuel González y que se llama sensatez.
Uno es reconocer que existe una opinión mayoritaria o poderosa –con la cual estoy de acuerdo como persona política, pero no comparto la forma de expresarla como persona social– como la que existe en España hacia la religión católica o en Italia hacia Berlusconi, y otra es decir que los cubanos han construido un infierno en Miami en la cual gobierna una mafia. Entre otras cosas porque eso es mentira.
A Manuel González –y este el segundo aspecto de sus declaraciones– le mueve su rencor ante su propio fracaso. Sus palabras lo delatan:
“…antes de quedarme, me decían una cosa y cuando me quede fue otra.”
Manuel González se ha dejado invadir por la simple envidia y el rencor ante quienes sí triunfan y el despecho porque no ha tenido las mismas puertas abiertas que otros o las mismas posibilidades para entrar a esas puertas. Pero no las ha tenido por simple oferta de la ley de la oferta y la demanda, y no porque se haya conjurado todo Miami para que él no triunfara.
Un error garrafal de su artículo es que da por sentado que los músicos cubanos, por ser cubanos, ya tienen una calidad máxima, lo cual es un prejuicio como aquel que dice que todos los cubanos debemos bailar salsa o los españoles flamenco o sevillana.
Seamos serios, Manuel González se encontró con el mundo real donde se triunfa por el talento, vengas de donde vengas y no porque seas cubano. Si de verdad el músico cree que por ser cubano deberían apoyarlo más que a otros que no son cubanos pero tienen talento, es un iluso que no ha aprendido nada de la vida, y si cree que los cubanos no tienen las puertas abiertas en Miami debería preguntarle a Isaac Delgado qué hizo para triunfar cuando llegó más tarde que él a Miami o cómo se las arregla al Charanga Habanera para estar en los mejores lugares de los top de La Florida viviendo todavía en Cuba.
Manuel González está siendo invadido por un defecto que tienen muchos cubanos con los que he hablado: y es que creen que la vida real es aquella que dejaron en la isla, donde para triunfar no necesitas el talento sino que salgas dos o tres veces en una manifestación de apoyo a la revolución, o donde puedes hacerte una radiografía si tienes un médico amigo que te la haga o resuelves un documento que demora meses en apenas una horas si el funcionario es conocido o corrupto.
En el mundo real, Manolín, las cosas funcionan de otra manera. Si tienes talento, si eres capaz de entender el mecanismo de la oferta y la demanda y no te crees que por venir de una cuna concreta deberían abrirte todas las puertas, podrías llegar a triunfar. Si la radio prefiere radiar Reggaetón antes que Timba habría que aceptarlo por más que odiemos ambos (tú y yo) el primero, pero no deberíamos pedir educar cuando deberíamos pedir libertad. Y recuerda, nadie está obligado a ofrecerte una sesión de grabación porque seas cubano, ni a ponerte una canción en la radio por lo mismo, sino por el talento que demuestres para ello.
Has cometido el error de muchas personas, y en especial de casi todos los cubanos, que han terminado por juzgar al mundo por lo que sucede dentro de su casa. Espero que tengas más suerte en Madrid, ciudad en la que vivo y a la que amo más que a aquella que me vio nacer. Pero te advierto, que si te dejaste el talento en algún lugar de Centro Habana, deberías regresar allí a encontrarlo. Porque en Madrid, París o Londres rigen las mismas leyes que en Miami, al menos desde el punto de vista económico, y eso es una realidad, te guste o no te guste.