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Cuando era adolescente tuve alguna obsesión por el fisiculturismo. Llegué a forjar un cuerpo algo musculoso, aunque muy alejado de la perfección de culturistas profesionales y más cercano a la necesidad de la gimnástica, disciplina de la cual fui medallista en la Universidad. También me gusta el cine como pocas otras cosas. Por eso no existe ninguna revelación trascendental si digo que por entonces admiraba al actor Arnold Schwarzenegger.
Entrar ahora en 2023 al documental titulado Arnold era, por tanto, casi una obligación. Lo que no me esperaba era que pudiera agrandar la admiración que ya sentía por este peculiar personaje digno de un estudio social.
No nos engañemos, la serie de tres capítulos no es excelente en términos formales; diría que es bastante tradicional y sin grandes alardes técnicos ni estructurales, pero, y esto es importante, cumple lo que promete, mostrarnos los aspectos más peculiares que llevaron a que un tímido y contradictorio niño de un pueblo de Austria, llegara a convertirse en una estrella mundial del cine y en un político inusual.
Para los neófitos ya es útil entrar para conocer los aspectos más interesantes de la vida de este actor, pero a los que ya conocíamos algo de su vida, nos abre un aspecto del que no éramos conscientes y es mostrarnos una cara del éxito que rara vez se apunta en las carreras de las personas célebres.
Seré más concreto. Tras ver el documental tengo la impresión de que el actor y político Arnold Schwarzenegger tiene un aprendizaje del que no es consciente, o quizás sí, aunque no puedo asegurarlo.
Y aquí, permítanme una digresión.
Ya conocen mi opinión sobre Temple Grandin, la zoóloga y especialista en etología que posee una diagnosis de autismo (otros hablan de Síndrome de Asperger) que no le ha impedido ser una de las mejores en su disciplina. Diría que, más que impedirle su desarrollo, le ha ayudado porque, al tener esta condición, insisto, más cercana del Síndrome de Asperger, Grandin era incapaz de reconocer los signos físicos que ayudan a saber interpretar adecuadamente las emociones ajenas.
Piénsalo bien. Imagina que hablas a otra persona y no puedes identificar si está triste, enfadada o feliz, salvo que te lo diga. Pues esto sucedía a Grandin y, el obstáculo, más que paralizarla, la ayudó. ¿Cómo? Lo explico mejor en el texto que escribí sobre su obra, pero resumo. Los primeros proyectos que presentó en el campo de la zoología le granjeaban burlas de sus colegas que a cualquiera de nosotros nos podrían paralizar, pero a ella no. Si no sabes que se burlan de ti, ¿qué puede paralizarte?
Pues esto, es algo que queda bien expresado, de otra manera, en estos tres capítulos de la serie documental Arnold; esa mezcla paradoxal de inocencia con audacia que tiene el actor austríaco que le provoca una especie de oportuna inconsciencia que al final termina por llevar adelante los embolaos donde se mete; esto es muy cercano a lo que pasa a Temple Grandin.
¡Atención, no hablo de la condición autista en el actor, pero sí la capacidad de no importarle las críticas, las burlas y las opiniones en contra! Que es un aprendizaje que se puede obtener de la vida de la zoóloga estadounidense.
Destaca pues, en este documental la insinuación sobre cómo deberíamos abordar proyectos y desafíos en la vida. La exposición de esa extraordinaria combinación de ingenuidad y arrojo que impulsa a Schwarzenegger a perseguir sus proyectos sin pensar demasiado en las limitaciones que todos le apuntan, nos provoca una sonrisa reflexiva. El actor ha demostrado una habilidad única para abordar los retos con esa mezcla de candidez inconsciente y coraje que está al alcance de muy pocos que son capaces de soñar en grande sin dejarse avasallar por críticas, burlas obstáculos.
Uno se pregunta si sólo con el talento es suficiente. Porque en Arnold, es indudable que hay algo más, y es quizás, esa falta de miedo a la hora de enfrentar lo desconocido lo que lo lleva a lograr cosas extraordinarias.
Lo que me falta en el documental de esa imprudencia provechosa es toda la ayuda que recibió para desarrollar esa imprudencia; o más bien, no se le da toda la importancia que tiene. Porque , quiero creer, da igual todo el talento que tengas y el arrojo prudente que seas capaz de impulsar, siempre hay un momento, al menos algún breve instante, en que necesitas ayuda.